domingo, 31 de julio de 2011

Hoy es San Ignacio de Loyola, ""Todo para mayor Gloria de Dios"


Fundador de "La Compañía de Jesús" o "Jesuitas". Fué Superior General de la nueva comunidad hasta su muerte.


San Ignacio nació en 1491 en el castillo de Loyola, en Guipúzcoa, norte de España, cerca de los montes Pirineos que están en el límite con Francia.

Su padre Bertrán De Loyola y su madre Marina Sáenz, de familias muy distinguidas, tuvieron once hijos: ocho varones y tres mujeres. El más joven de todos fue Ignacio. El nombre que le pusieron en el bautismo fue Iñigo.

Entró a la carrera militar, pero en 1521, a la edad de 30 años, siendo ya capitán, fue gravemente herido mientras defendía el Castillo de Pamplona. Al ser herido su jefe, la guarnición del castillo capituló ante el ejército francés.

Los vencedores lo enviaron a su Castillo de Loyola a que fuera tratado de su herida. Le hicieron tres operaciones en la rodilla, dolorosísimas, y sin anestesia; pero no permitió que lo atasen ni que nadie lo sostuviera. Durante las operaciones no prorrumpió ni una queja. Los médicos se admiraban. Para que la pierna operada no le quedara más corta le amarraron unas pesas al pie y así estuvo por semanas con el pie en alto, soportando semejante peso. Sin embargo quedó cojo para toda la vida.

A pesar de esto Ignacio tuvo durante toda su vida un modo muy elegante y fino para tratar a toda clase de personas. Lo había aprendido en la Corte en su niñez.

Mientras estaba en convalecencia pidió que le llevaran novelas de caballería, llenas de narraciones inventadas e imaginarias. Pero su hermana le dijo que no tenía más libros que "La vida de Cristo" y el "Año Cristiano", o sea la historia del santo de cada día.

Y le sucedió un caso muy especial. Antes, mientras leía novelas y narraciones inventadas, en el momento sentía satisfacción pero después quedaba con un sentimiento horrible de tristeza y frustración . En cambio ahora al leer la vida de Cristo y las Vidas de los santos sentía una alegría inmensa que le duraba por días y días. Esto lo fue impresionando profundamente.

Y mientras leía las historias de los grandes santos pensaba: "¿Y por qué no tratar de imitarlos? Si ellos pudieron llegar a ese grado de espiritualidad, ¿por qué no lo voy a lograr yo? ¿Por qué no tratar de ser como San Francisco, Santo Domingo, etc.? Estos hombres estaban hechos del mismo barro que yo. ¿Por qué no esforzarme por llegar al grado que ellos alcanzaron?".
Y después se iba a cumplir en él aquello que decía Jesús: "Dichosos los que tienen un gran deseo de ser santos, porque su deseo se cumplirá" (Mt. 5,6), y aquella sentencia de los psicólogos: "Cuidado con lo que deseas, porque lo conseguirás".

Mientras se proponía seriamente convertirse, una noche se le apareció Nuestra Señora con su Hijo Santísimo. La visión lo consoló inmensamente. Desde entonces se propuso no dedicarse a servir a gobernantes de la tierra sino al Rey del cielo.

Apenas terminó su convalecencia se fue en peregrinación al famoso Santuario de la Virgen de Monserrat. Allí tomó el serio propósito de dedicarse a hacer penitencia por sus pecados. Cambió sus lujosos vestidos por los de un pordiosero, se consagró a la Virgen Santísima e hizo confesión general de toda su vida.

Y se fue a un pueblecito llamado Manresa, a 15 kilómetros de Monserrat a orar y hacer penitencia, allí estuvo un año.
Cerca de Manresa había una cueva y en ella se encerraba a dedicarse a la oración y a la meditación.
Allá se le ocurrió la idea de los Ejercicios Espiritales, que tanto bien iban a hacer a la humanidad.

Después de unos días en los cuales sentía mucho gozo y consuelo en la oración, empezó a sentir aburrimiento y cansancio por todo lo que fuera espiritual. A esta crisis de desgano la llaman los sabios "la noche oscura del alma". Es un estado dificultoso que cada uno tiene que pasar para que se convenza de que los consuelos que siente en la oración no se los merece, sino que son un regalo gratuito de Dios.

Luego le llegó otra enfermedad espiritual muy fastidiosa: los escrúpulos. O sea el imaginarse que todo es pecado. Esto casi lo lleva a la desesperación.

Pero iba anotando lo que le sucedía y lo que sentía y estos datos le proporcionaron después mucha habildad para poder dirigir espiritualmente a otros convertidos y según sus propias experiencias poderles enseñar el camino de la santidad. Allí orando en Manresa adquirió lo que se llama "Discreción de espíritus", que consiste en saber determinar qué es lo que le sucede a cada alma y cuáles son los consejos que más necesita, y saber distinguir lo bueno de lo malo. A un amigo suyo le decía después: "En una hora de oración en Manresa aprendí más a dirigir almas, que todo lo que hubiera podido aprender asistiendo a universidades".

En 1523 se fue en peregrinación a Jerusalén, pidiendo limosna por el camino. Todavía era muy impulsivo y un día casi ataca a espada a uno que hablaba mal de la religión. Por eso le aconsejaron que no se quedara en Tierra Santa donde había muchos enemigos del catolicismo. Después fue adquiriendo gran bondad y paciencia.

A los 33 años empezó como estudiante de colegio en Barcelona, España. Sus compañeros de estudio eran mucho más jóvenes que él y se burlaban mucho. El toleraba todo con admirable paciencia. De todo lo que estudiaba tomaba pretexto para elevar su alma a Dios y adorarlo.

Después pasó a la Universidad de Alcalá. Vestía muy pobremente y vivía de limosna. Reunía niños para enseñarles religión; hacía reuniones de gente sencilla para tratar temas de espiritualidad, y convertía pecadores hablandoles amablemente de lo importante que es salvar el alma.

Lo acusaron injustamente ante la autoridad religiosa y estuvo dos meses en la cárcel. Después lo declararon inocente, pero había gente que lo perseguía. El consideraba todos estos sufrimientos como un medio que Dios le proporcionaba para que fuera pagando sus pecados. Y exclamaba: "No hay en la ciudad tantas cárceles ni tantos tormentos como los que yo deseo sufrir por amor a Jesucristo".

Se fue a Paris a estudiar en su famosa Universidad de La Sorbona. Allá formó un grupo con seis compañeros que se han hecho famosos porque con ellos fundó la Compañía de Jesús. Ellos son: Pedro Fabro, Francisco Javier, Laínez, Salnerón, Simón Rodríguez y Nicolás Bobadilla. Recibieron doctorado en aquella universidad y daban muy buen ejemplo a todos.

Los siete hicieron votos o juramentos de ser puros, obedientes y pobres, el día 15 de Agosto de 1534, fiesta de la Asunción de María. Se comprometieron a estar siempre a las órdenes del Sumo Pontífice para que él los emplease en lo que mejor le pareciera para la gloria de Dios.

Se fueron a Roma y el Papa Pablo III les recibió muy bien y les dio permiso de ser ordenados sacerdotes. Ignacio, que se había cambiado por ese nombre su nombre antiguo de Íñigo, esperó un año desde el día de su ordenación hasta el día de la celebración de su primera misa, para prepararse lo mejor posible a celebrarla con todo fervor.

San Ignacio se dedicó en Roma a predicar Ejercicios Espirituales y a catequizar al pueblo. Sus compañeros se dedicaron a dictar clases en universidades y colegios y a dar conferencias espirituales a toda clase de personas.

Se propusieron como principal oficio enseñar la religión a la gente.

En 1540 el Papa Pablo III aprobó su comunidad llamada "Compañía de Jesús" o "Jesuitas". El Superior General de la nueva comunidad fue San Ignacio hasta su muerte.


En Roma pasó todo el resto de su vida.

Era tanto el deseo que tenía de salvar almas que exclamaba: "Estaría dispuesto a perder todo lo que tengo, y hasta que se acabara mi comunidad, con tal de salvar el alma de un pecador".

Fundó casas de su congregación en España y Portugal. Envió a San Francisco Javier a evangelizar el Asia. De los jesuitas que envió a Inglaterra, 22 murieron martirizados por los protestantes. Sus dos grandes amigos Laínez y Salmerón fueron famosos sabios que dirigieron el Concilio de Trento. A San Pedro Canisio lo envió a Alemania y este santo llegó a ser el más célebre catequista de aquél país. Recibió como religioso jesuita a San Francisco de Borja que era rico político, gobernador, en España. San Ignacio escribió más de 6 mil cartas dando consejos espirituales.

El Colegio que San Ignacio fundó en Roma llegó a ser modelo en el cual se inspiraron muchísimos colegios más y ahora se ha convertido en la célebre Universidad Gregoriana.

Los jesuitas fundados por San Ignacio llegaron a ser los más sabios adversarios de los protestantes y combatieron y detuvieron en todas partes al protestantismo. Les recomendaba que tuvieran mansedumbre y gran respeto hacia el adversario pero que se presentaran muy instruidos para combatirlos. El deseaba que el apóstol católico fuera muy instruido.

El libro más famoso de San Ignacio se titula: "Ejercicios Espirituales" y es lo mejor que se ha escrito acerca de como hacer bien los santos ejercicios. En todo el mundo es leído y practicado este maravilloso libro. Duró 15 años escribiéndolo.

Su lema era: "Todo para mayor gloria de Dios". Y a ello dirigía todas sus acciones, palabras y pensamientos: A que Dios fuera más conocido, más amado y mejor obedecido.

En los 15 años que San Ignacio dirigió a la Compañía de Jesús, esta pasó de siete socios a más de mil. A todos y cada uno trataba de formarlos muy bien espiritualmente.

Como casi cada año se enfermaba y después volvía a obtener la curación, cuando le vino la última enfermedad nadie se imaginó que se iba a morir, y murió subitamente el 31 de julio de 1556 a la edad de 65 años.


En 1622 el Papa lo declaró Santo y después Pío XI lo declaró Patrono de los Ejercicios Espirituales en todo el mundo. Su comunidad de Jesuitas es la más numerosa en la Iglesia Católica.

San Ignacio: ruégale a Dios por todos los que como tú deseamos extender el Reino de Cristo, y hacer amar más a nuestro Divino Salvador.


ORACION DE SAN IGNACIO DE LOYOLA.


Alma de Cristo

Alma de Cristo, santifícame.

Cuerpo de Cristo, sálvame.

Sangre de Cristo, embriágame.

Agua del costado de Cristo, lávame.

Pasión de Cristo, confórtame.

¡Oh, buen Jesús!, óyeme.

Dentro de tus llagas, escóndeme.

No permitas que me aparte de Ti.

Del maligno enemigo, defiéndeme.

En la hora de mi muerte, llámame.

Y mándame ir a Ti.

Para que con tus santos te alabe.

Por los siglos de los siglos. Amén.









Fuentes:
Iluminación Divina
Santoral Católico
Vidas de Santos
Ángel Corbalán

sábado, 30 de julio de 2011

"Cuando Dios sacia tu hambre de felicidad" (Evangelio dominical)


Mateo introduce su relato diciendo que Jesús, al ver el gentío que lo ha seguido por tierra desde sus pueblos hasta aquel lugar solitario, «se conmovió hasta las entrañas». No es un detalle pintoresco del narrador. La compasión hacia esa gente donde hay muchas mujeres y niños, es lo que va a inspirar toda la actuación de Jesús.

De hecho, Jesús no se dedica a predicarles su mensaje. Nada se dice de su enseñanza. Jesús está pendiente de sus necesidades. El evangelista solo habla de sus gestos de bondad y cercanía. Lo único que hace en aquel lugar desértico es «curar» a los enfermos y «dar de comer» a la gente. El momento es difícil. Se encuentran en un lugar despoblado donde no hay comida ni alojamiento. Es muy tarde y la noche está cerca. El diálogo entre los discípulos y Jesús nos va revelar la actitud del Profeta de la compasión: sus seguidores no han de desentenderse de los problemas materiales de la gente.
Los discípulos le hacen una sugerencia llena de realismo: «Despide a la multitud», que se vayan a las aldeas y se compren de comer. Jesús reacciona de manera inesperada. No quiere que se vayan en esas condiciones, sino que se queden junto a él. Esa pobre gente es la que más le necesita. Entonces les ordena lo imposible: «Dadles vosotros de comer».

De nuevo los discípulos le hacen una llamada al realismo: «No tenemos más que cinco panes y dos peces». No es posible alimentar con tan poco el hambre de tantos. Pero Jesús no los puede abandonar. Sus discípulos han de aprender a ser más sensibles a los sufrimientos de la gente. Por eso, les pide que le traigan lo poco que tienen.

Al final, es Jesús quien los alimenta a todos y son sus discípulos los que dan de comer a la gente. En manos de Jesús lo poco se convierte en mucho. Aquella aportación tan pequeña e insuficiente adquiere con Jesús una fecundidad sorprendente. No hemos de olvidar los cristianos que la compasión de Jesús ha de estar siempre en el centro de su Iglesia como principio inspirador de todo lo que hacemos. Nos alejamos de Jesús siempre que reducimos la fe a un falso espiritualismo que nos lleva a desentendernos de los problemas materiales de las personas.

En nuestras comunidades cristianas son hoy más necesarios los gestos de solidaridad que las palabras hermosas. Hemos de descubrir también nosotros que con poco se puede hacer mucho. Jesús puede multiplicar nuestros pequeños gestos solidarios y darles una eficacia grande. Lo importante es no desentendernos de nadie que necesite acogida y ayuda.

Dadles vosotros de comer

El episodio de la multiplicación de los panes prolonga de otra manera el anuncio del Reino de Dios que en las últimas semanas Jesús nos ha explicado por medio de las parábolas. Y es que la predicación no se realiza sólo con palabras, sino también con acciones y signos que encarnan aquellas, y que también hablan de manera elocuente de que el Reino de Dios se ha hecho ya presente.

La presencia del Reino de Dios no excluye las asechanzas del mal (recordemos la parábola del trigo y la cizaña), incluso sus victorias parciales. El arranque del evangelio de hoy se refiere a ello: Jesús se enteró de la muerte de Juan el Bautista y decidió apartarse. No se trata de una huida, sino de un retiro. De hecho, la muerte de un ser cercano pide retiro y soledad. Y Juan no era para Jesús un cualquiera: unidos en el ministerio profético, Juan le abrió el camino, incluso es posible que Jesús hubiera pertenecido a los círculos del Bautista. La muerte de Juan no podía serle indiferente a Jesús, que veía en aquella muerte una profecía de la suya propia. El lugar tranquilo al que se retira Jesús es el desierto (un despoblado). El desierto, lugar de peligros y tentaciones, es también ocasión para experimentar a Dios sin interferencias.

Sin embargo, “la gente” busca a Jesús y él, que buscaba soledad y tranquilidad, no los rehúye, al contrario, los mira y siente compasión, va al encuentro y los cura. Jesús, como vemos, habla y actúa. Es la Palabra encarnada y, por eso mismo, no se limita a predicar, sino que traduce sus palabras en gestos y acciones que confirman la verdad de su predicación. Son acciones cuyo significado aquella gente entendía, pues veía en ellos el cumplimiento de antiguas promesas, que hablaban de curación: “Él tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades” (Is 53, 5); pero también de abundancia de alimento: “Oíd, sedientos todos, acudid por agua, también los que no tenéis dinero: venid, comprad trigo, comed sin pagar vino y leche de balde… Escuchadme atentos, y comeréis bien, saborearéis platos sustanciosos”. Y, a través de esos signos, entendían que se cumplía la promesa de una nueva y definitiva alianza, el advenimiento del Reino de Dios.

En estas acciones se descubre la actitud de un Jesús que no evita los problemas más concretos y perentorios de los que acuden a él. Jesús no predica y después despacha a la gente; no les dice, “yo ya os he alimentado espiritualmente, os he ilustrado en la cuestión religiosa; ahora, el pan material y ese tipo de problemas resolvedlos vosotros mismos, a mí no me incumben”. A Jesús le interesa el hombre entero, cuerpo y alma, y es por el hombre entero con sus problemas más concretos por el que siente compasión y trata de encontrar un remedio. Y lo hace, y esto es muy importante, implicando a sus discípulos. Igual que no dice que estos problemas no le incumben, tampoco dice que esos problemas, como el hambre de la multitud, que superan las normales fuerzas humanas, son sólo cosa suya, ya que sólo él tiene el poder de realizar milagros. Los milagros de Jesús no son cosa de magia. Por eso, ante estas necesidades más inmediatas y materiales, Jesús se dirige a sus discípulos y les lanza un desafío: “no los despachéis, dadles vosotros de comer”. Pero, ¿cómo? Se trata de una multitud y nuestras fuerzas y medios son demasiado escasos. Los discípulos han querido que la gente se buscara la vida por su cuenta, pero Jesús los llama a implicarse en un problema que supera sus posibilidades.

Realmente, ante los enormes problemas del mundo en el que vivimos, nosotros, discípulos de Jesús, podemos tener la tentación de pensar que, puesto que nuestras posibilidades son tan limitadas, nos basta con ocuparnos de la parte religiosa, de la oración y el testimonio, mientras que de lo demás es preciso que se ocupen otros, sean los propios interesados, sean los poderes del Estado. Pero, ante esos mismos problemas, Jesús sigue diciéndonos, hoy como ayer, “no, dadles vosotros de comer”. ¿Cómo?, nos preguntamos de nuevo. Jesús, nuestro Maestro, no nos pide imposibles, sino que nos enseña hoy que para poder repartir primero hay que compartir: traerle y darle eso poco que tenemos, que es lo único que nos pide, y ponerlo a su disposición, él tiene la capacidad de multiplicarlo. Por eso Jesús no se limita a hacer un milagro “mágico”, sólo suyo, que no implica a sus discípulos, sino que los llama y hace el milagro de implicarlos, de hacerlos participar en la compasión que siente hacia las gentes, de despertar en ellos la generosidad de entregarle lo poco que tenían (cinco panes y dos peces para los doce, que les garantizaba a ellos solos y a duras penas su propio sustento) para que Jesús se lo diera a los hambrientos. Cuando le damos a Jesús lo poco que tenemos, ese poco se convierte en mucho, hasta el punto de llegar para todos.

El milagro que Jesús ha realizado es el milagro de la fraternidad, que incluye la voluntad de responder a las necesidades concretas de nuestros hermanos. Y es este milagro que nos une a Jesús, haciéndonos compartir sus propios sentimientos (cf. Flp 2, 5) y nos abre a las necesidades de los hermanos, convirtiéndonos en colaboradores de Cristo en el ministerio de la compasión, lo que establece un vínculo que, como dice Pablo, nadie puede romper: unidos al amor de Cristo de esta manera, como miembros activos de su fraternidad, nada puede separarnos de él. Porque en esta fraternidad las tribulaciones, sufrimientos y necesidades se convierten en ocasiones para experimentar ese mismo amor de Cristo, que nos ve, se compadece, nos cura y nos da de comer, y nos llama a ver, compadecer, curar, compartir y dar de comer.

Entendemos que el pan multiplicado por Jesús en este milagro de la compasión, el compartir y la fraternidad sacia no sólo el hambre del cuerpo. El milagro no es sólo una multiplicación material, sino que establece nuevas relaciones con Dios y entre los hombres. Dios muestra aquí su rostro compasivo en la humanidad de Cristo que llega a la multitud por mano de sus discípulos. Este pan es también el pan de la Eucaristía, como lo muestran los gestos y acciones de Jesús al repartirlo: “alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos”.

Vivimos en un mundo con muchas, demasiadas tribulaciones: se sigue matando a los profetas, como Juan el Bautista, y multitudes de nuestro mundo siguen padeciendo enfermedades y hambre, siguen buscando a quién los cure y sacie. Son muchos los males que amenazan con separarnos del amor de Dios, de la fe en un Dios bueno y providente. Pero nosotros, discípulos de Jesús, sabemos que, en realidad, nada puede separarnos de su amor, y que esa seguridad nos fortalece para mirar a este mundo nuestro con los ojos de Cristo, sentir con él compasión y escuchar hoy, una vez más, su bondadoso mandato, “dadles vosotros de comer”.

Lectura del santo evangelio según san Mateo (14,13-21):

En aquel tiempo, al enterarse Jesús de la muerte de Juan, el Bautista, se marchó de allí en barca, a un sitio tranquilo y apartado. Al saberlo la gente, lo siguió por tierra desde los pueblos. Al desembarcar, vio Jesús el gentío, le dio lástima y curó a los enfermos. Como se hizo tarde, se acercaron los discípulos a decirle: «Estamos en despoblado y es muy tarde, despide a la multitud para que vayan a las aldeas y se compren de comer.»
Jesús les replicó: «No hace falta que vayan, dadles vosotros de comer.»
Ellos le replicaron: «Si aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces.»
Les dijo: «Traédmelos.»
Mandó a la gente que se recostara en la hierba y, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos; los discípulos se los dieron a la gente. Comieron todos hasta quedar satisfechos y recogieron doce cestos llenos de sobras. Comieron unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.

Palabra del Señor



COMENTARIO.



Buscando alguna idea que pudiera resumir y concretar lo que nos quieren decir las lecturas de este domingo XVIII del tiempo ordinario, creo que puede ser la siguiente: Dios sacia tu hambre de felicidad. Efectivamente, el único que puede saciar el deseo de plenitud que todos llevamos dentro es Dios. Todos tenemos la experiencia de ver como en nuestro interior surgen deseos de realización personal; hemos intentado saciarlos en distintas cosas y personas, pero el deseo sigue permaneciendo, porque sólo Dios lo puede colmar. Esto es lo que creo que nos quieren decir las lecturas.


La primera lectura es una clara expresión de esta idea: "Venid, sedientos todos", "los que no tenéis dinero", "comed sin pagar"; "¿por qué gastáis dinero en lo que no alimenta?". Dios invita a todos, de un modo especial a los pobres, a saciar su hambre y su sed, como señal de la alianza que va a realizar con su pueblo. Hace reflexionar sobre esos gastos "en lo que no alimenta". ¡Cuánto tiempo y energías hemos gastado en lo que no puede saciarnos nuestra hambre y sed de felicidad! Cuantos más instintivos son los deseos, más hartura produce su satisfacción y, por consiguiente, más insatisfechos nos deja con respecto a los deseos de plenitud.

La segunda lectura también contiene esta idea. Nada podrá apartarnos del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús. Cuando uno ha experimentado el amor de Dios es prácticamente imposible que se pueda apartar de él. Cuando uno ha experimentado el amor de Dios es difícil que se pueda ir a otras fuentes a saciar su sed. Nada nos puede apartar del amor de Dios: ni la aflicción, ni la angustia (hay personas a las que las malas experiencias de la vida: el sufrimiento, por ejemplo, les separa del amor de Dios); ni la persecución (en la actualidad, entre nosotros, no se da persecución por el hecho de ser cristiano; alguna incomprensión si parece que se da); ni el hambre, ni la desnudez, ni el peligro, ni la espada, ni la muerte, ni la vida (hay personas a las que la muerte de un ser querido les afecta tan negativamente que piensan que Dios se ha olvidado de ellos; o a las que las dificultades que experimentan en la vida les hace dudar del amor de Dios); ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro. En todo esto vencemos fácilmente por Aquel que nos ha amado.


También esta idea: Dios sacia el deseo felicidad del ser humano, aparece en el texto del Evangelio de la multiplicación de los panes y los peces. Jesús sacia al ser humano en su hambre material y espiritual.

Jesús, enterado de la muerte de Juan el Bautista, seguramente impresionado, se marcha a un lugar tranquilo para asimilar esa muerte; pero se encuentra con la gente que le sigue. Olvida "sus problemas" y se centra en las necesidades de los demás. Le dio lástima de la gente y cura a los enfermos. Es interesante esta lección de Jesús: una persona que ama a los demás, nunca está centrada un uno mismo, sino en los demás. Esta actitud de Jesús contrasta con la de los apóstoles, que sólo ponen pegas: "Estamos en despoblado y es muy tarde; despide a la multitud para que vayan a las aldeas y se compren de comer"; a lo que Jesús les dice: "dadles vosotros de comer". Los discípulos responden con otra pega: "Si aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces". Jesús hace una multiplicación de los panes y los peces, que recuerda a la Eucaristía y da de comer a toda la gente. Jesús puede saciar el hambre que todos tenemos.

También este texto de la multiplicación de los panes y los peces tiene otro mensaje importante: Jesús les dice a sus discípulos: "dadles vosotros de comer". Se nos invita a todos a que saciemos el hambre y la sed de los necesitados de pan y de felicidad. O dicho de otro modo, si hemos experimentado el amor de Dios, la felicidad que Dios nos da, si hemos comido el pan de la Eucaristía, ese amor, esa felicidad, ese pan, lo tenemos que llevar a los demás. Dios y "las cosas de Dios" no valen para quedarse estancadas entre cuatro paredes – aunque sean las paredes del sagrario – o las paredes del interior de la persona; Dios es para ser comunicado a los demás.

Que acudamos a Dios, a comer y a beber sin pagar, ¡Qué Dios es gratis! Que saciemos en él nuestro deseo de felicidad y que lo acerquemos a los demás para que ellos también lo puedan encontrar.











Fuentes:
Ilumminación Divina
Pedro Crespo Arias
José María Vegas, cmf
Ángel Corbalán

viernes, 29 de julio de 2011

Hoy es Santa Marta, patrona de Amas de casa, hosteleros y sirvientas !!

Dijo Jesús: si crees verás la gloria de Dios.


Marta significa: "señora; jefe de hogar".

Hermana de San Lázaro y Santa María Magdalena, por su solicitud y actividad en el servicio de Jesucristo, Nuestro Señor, es invocada como protectora especial de cosas urgentes y difíciles, ya que ella obtuvo con sus súplicas la resurrección de Lázaro.

Es Patrona de: cocineras, sirvientas, amas de casa, hoteleros, casas de huéspedes, administradores de hospitales, escultores, pintores, lavanderas, de las hermanas de la caridad, moribundos, del hogar.

En Betania, un pueblecito cercano a Jerusalén, vivía una familia de la cual dice el Evangelio un elegio hermosísimo: "Jesús amaba a Marta, a María y a su hermano Lázaro". Difícil encontrar un detalle más simpático acerca de alguna familia: eran muy amados por Jesús.

Los dos primeros años de su apostolado, Jesús estuvo la mayor parte del tiempo en la provincia de Galilea, al norte de su país. Pero en el tercer año se trasladó a Judea, en el sur, y con él sus discípulos. En Jerusalén era bastante peligroso el quedarse por las noches porque los enemigos le habían jurado guerra a muerte y buscaban cualquier ocasión propicia para matar al Redentor. Pero allí, a cuatro kilómetros de Jerusalén, había un pueblecito tranquilo y amable y en él un hogar donde Jesús se sentía bien.

Era el hogar de Marta, María y Lázaro. En esta casa siempre había una habitación lista y bien arreglada para recibir al Divino Maestro, cualquier día a la hora en que llegara. Y tres corazones verdaderamente amigos de Jesús, le esperaban con afecto fraternal. Allí Jesús se sentía como en su casa. (S. Marta es la patrona de los hoteleros, porque sabía atender muy bien).

Con razón dice el Evangelio que Jesús amaba a Marta, a María y a Lázaro. Que bueno fuera que de cada uno de nuestros hogares se pudiera decir lo que la Biblia afirma del hogar de estas tres afortunadas personas.

Famosa se ha hecho la escena que sucedió un día en que Jesús llegó a Betania con sus 12 apóstoles y las santas mujeres (mamás de algunos apóstoles, etc). Marta corría de allá para acá preparando los alimentos, arreglando las habitaciones, llevando refrescos para los sedientos viajeros. Jesús como siempre, aprovechando aquellos instantes de descanso, se dedicó a dar sabias instrucciones a sus discípulos. Oír a Cristo es lo más hermoso que pueda existir. El estaba sentado en un sillón y los demás, atentísimos, sentados en el suelo escuchando. Y allí, en medio de todos ellos, sentada también en el suelo estaba María, la hermana de Marta, extasiada,oyendo tan formidables enseñanzas.

De pronto Marta se detiene un poco en sus faenas y acercándose a Jesús le dice con toda confianza: "Señor, ¿cómo te parece que mi hermana me haya dejado a mí sola con todo el oficio de la casa? Por qué no le dices que me ayude un poco en esta tarea?".

Y Jesús con una suave sonrisa y tono bondadoso le responde: "Marta, Marta, te afanas y te preocupas por muchas cosas. Sólo una cosa es necesaria. María ha escogido la mejor parte, la que no le será quitada". Marta entendió la lección y arremangándose el delantal, se sentó también allí en el suelo para escuchar las divinas instrucciones del Salvador. Ahora sabía que todos los afanes materiales no valen tanto como escuchar las enseñanzas que vienen del cielo y aprender a conseguir la eterna salvación.

Narra San Juan en el capítulo 11 "Sucedió que un día Lázaro se enfermó, se agravó y empezó a dar señales muy graves de que se iba a morir. Y Jesús estaba lejos. Las dos hermanas le enviaron un empleado con este sencillo mensaje: Señor aquel que tú amas, está enfermo. Que bello modo de comunicarle la noticia. Sabemos que lo amas, y si lo amas lo vas a ayudar.

Pero Jesús (que estaba al otro lado del Jordán) no se movió de donde estaba. Un nuevo mensajero y Jesús no viene. A los apóstoles les dice: "Esta enfermedad será para gloria de Dios". Y luego les añade: "Lázaro nuestro amigo ha muerto. Y me alegro de que esto haya sucedido sin que yo hubiera estado allí, proque ahora váis a creer".

A los cuatro días de muerto Lázaro, dispuso Jesús dirigirse hacia Betania, la casa estaba llena de amigos y conocidos que habían llegado a dar el pésame a las dos hermanas.

Tan pronto Marta supo que Jesús venía, salió a su encuentro y le dijo: Oh Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano; pero aún ahora yo sé que cuánto pidas a Dios te lo concederá.

Jesús le dice: "Tu hermano resucitará".

Marta le contesta: Ya sé que resucitará el último día en la resurrección de los muertos.

Jesús añadió: Yo soy la resurreción y la vida. Todo el que cree en mí, aunque haya muerto vivirá ¿Crees esto?

Marta respondió: Sí Señor; yo creo que Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.

Maravillosa profesión de fe hecha por esta santa mujer. Dichosa Marta que hizo decir a Jesús verdades tan formidables.

Jesús dijo: "¿Dónde lo han colocado?" Y viendo llorar a Marta y a sus acompañantes, Jesús también empezó a llorar. Y las gentes comentaban: "Mirad cómo lo amaba".

Y fue al sepulcro que era una cueva con una piedra en la entrada. Dijo Jesús: "Quiten la piedra". Le responde Marta: "Señor ya huele mal porque hace cuatro días que está enterrado". Le dice Jesús "¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?". Quitaron la piedra y Jesús dijo en voz alta: "Lázaro ven afuera". Y el muerto salió, llevando el suadrio y las vendas de sus manos.

Santa Marta bendita, no dejes de rogar a Jesús por tantos Lázaros muertos que tenemos en nuestras familias. Son los que viven en pecado mortal. Que Cristo el Salvador venga a nuestros hogares y resucite a los que están muertos por el pecado y los libre de la muerte eterna, por medio de una verdadera conversión.

ORACIÓN DE LAS MADRES DE FAMILIA A SANTA MARTA


Oh Santa Marta dichosa, que tantas veces tuviste el honor y la alegría de hospedar a Jesús en el seno de tu familia, de prestarle personalmente tus servicios domésticos, y que juntamente con tus santos hermanos Lázaro y María Magdalena, gozaste de su divina conversación y doctrina, ruega por mí y por mi familia, para que en ella se conserve la paz y el mutuo amor, para que todos sus miembros vivan en la observancia de la Ley de Dios, y para que sólo Dios, y no el mundo ni el pecado, reine en nuestro hogar.
Libra a mi familia de toda desgracia espiritual y temporal, ayúdame en el cuidado de mis hijos y subordinados, y concédeme la dicha de verlos unidos bajo la mirada paternal de Dios en la tierra, para volver a verles reunidos en las moradas del cielo. Así sea.








Fuentes:
Iluminación Divina
Santoral Católico
Ángel Corbalán

jueves, 28 de julio de 2011

No hay Gloria sin sacrificio!! (hicimos El Camino de Santiago y rezamos por tí).


“El Camino de Santiago creó una vigorosa corriente espiritual y cultural de fecundo intercambio entre los pueblos de Europa. Pero lo que realmente buscaban los peregrinos con su actitud humilde y penitente era ese testimonio de fe que parezcan rezumar las piedras compostelana con que está construida la Basílica del Santo”. (Juan Pablo II, peregrino en Compostela, 9-XI-1982)

Sabemos que una peregrinación o peregrinaje es el viaje a un santuario o lugar sagrado con importantes connotaciones religiosas. El término peregrinación proviene del latín peregrinatio, quiere decir viaje al extranjero o estancia en el extranjero. Según los orígenes etimológicos, el peregrino es el expatriado o exiliado.

La Iglesia habla de la peregrinación en el Salmo 122:

Qué alegría cuando me dijeron:
Vamos a la casa del Señor
Ya están pisando nuestros pies
Tus umbrales, Jerusalén.

Hay que tener en cuenta que la peregrinación es el viaje a un lugar sagrado dependiendo de la religión de cada uno. La peregrinación que más conocemos es a Santiago de Compostela. Este año se celebra el 800 Aniversario de La Catedral de Santiago de Compostela, es por eso por lo que, entre otros motivos, hemos ido hasta La Cripta del Apóstol, Patrón de España, para rezar en su día, El 25 de Julio, por la familia, los amigos , nuestra Comunidad de San García Abad, de Algeciras y allende los mares, por nuestro país, España y como no, por todo el mundo, creyente o no creyente. Ya se sabe, El Camino es duro y hay que aprovechar la peregrinación a Santiago y tras tanto sufrimiento, han sido 6 días de Camino de subir y bajar montes, hay que pedir cosas al Santo Patrón, Santiago.


Santiago de Compostela y la peregrinazión.

Santiago de Compostela, lugar “de luenga e de estraña tierra” y periférico en relación con los centros de poder penínsulares y europeos, tampoco suscitaba los temores y rivalidades de la basílica de San Pedro, centro del poder romano. Las chancillerías peninsulares y europeas que favorecen el Camino jacobeo sabían que no estaban potenciando un poder político que les pudiese hacer sombra.
El reino medieval de Galicia, por no tener, no tenía ni rey propio, lo que le permitió ser, durante siglos, el centro religioso del Occidente medieval más atractivo para gentes peregrinas de todas las clases y nacionalidades.
El itinerario jacobeo estuvo suficientemente alejado de la guerra y del poder terrenal, para que todos los europeos lo pudiesen imaginar y sentir como algo propio. Santiago de Compostela no era solamente de los gallegos, era también de los castellanos, los navarros y los aragoneses, no solamente de los pueblos ibéricos también de los franceses, los portugueses, los italianos, los alemanes, los daneses…


Podemos resumir en tres los factores que explican la idoneidad del Camino de Santiago para reflejar, materializar e impulsar la nueva espiritualidad - con sus connotaciones mentales, sociales, políticas y económicas- que brota de la Edad Media en su esplendor:

1) Santiago el Mayor se adapta mejor que Pedro –y más aún que sus sucesores en el Vaticano- al ideal de vida apostólica, evangelización y predicación, que retorna con fuerza en el siglo XII, animando el culto a las reliquias de los apóstoles y primeros mártires.
La peregrinación genuinamente medieval es consecuencia y causa del renovado interés por el Nuevo Testamento, predicado por vez primera a las masas, del deseo de imitar la austeridad y pobreza material de los que acompañaron a Jesús en su peregrinación terrenal, en contraste con la inmovilidad veterotestamentaria y la Iglesia altomedieval de los patriarcas y los padres fundadores, que ponía en dejaba a un segundo plano el culto a Jesucristo, a la Virgen y a los santos apóstoles y los mártires más al alcance, por su naturaleza no divina, de los cristianos de base, que cambian en ese tiempo su onomástica para parecerse más a ellos y peregrinan masivamente a sus tumbas.
El apóstol Santiago estaba entre los más admirados porque predicó en las tierras más inhóspitas, en los confines del mundo Ya vimos como Dante celebraba la superioridad evangélica del hijo de Zebedeo: “la sepultura de Santiago está más lejos de su patria que la de cualquier otro apóstol”.
Santiago el Mayor fue, además de compañero de Jesús y propagador de su evangelio en el fin del mundo: el primero de los mártires cristianos.



2) El deseo colectivo de austeridad y pobreza evangélicas, el ejemplo viajero y mártir de Jesús y de sus seguidores más cercanos, se concreta en la peregrinatio: penitencia y ascesis, rigor y voluntad de superación –el santo se hace, no nace- que San Bernardo difunde decalificando al mundo como morada del diablo e empujando a los creyentes a expatriarse del mundo terrenal peregrinando a las ciudades santas, evangélicas y mártires.
El Camino de Santiago era largo, difícil y plagado de riesgos, pero también soportable: ni tan duro como viajar hasta el Santo Sepulcro, ni tan próximo y ligero como los caminos que van a dar a Roma, donde se confundían romeros con prelados traficantes de favores, nada que ver con el peregrino penitente que busca el perdón de sus pecados y la intercesión divina a través del que murió en la cruz –ciertamente rodeado de ladrones- y sus discípulos.



3) El Camino de Santiago conduce al peregrino al fin del mundo conocido.

Eran muchos los peregrinos que, después de visitar la Catedral y abrazar al Apóstol, prolongaban unos kilómetros más su viaje iniciático para ver el mar en Finisterre, con su todavía hoy impresionante horizonte redondo, donde termina el mundo y comienza el más allá.
Los extranjeros que van abandonando por miles y miles su patria terrenal impulsados por su imaginario escatológico se encuentran así, donde la tierra se acaba, el lugar del mundo que más se asemeja a la patria celestial, dando por bien terminada la peregrinación.


No hay Gloria sin sufrimiento

En esta sociedad en la que vivimos, donde nos dejamos llevar por la comodidad, la Ley del Mínimo Esfuerzo, etc, y por ende, procuramos obtener todo por nada y más derechos que obligaciones, hacer El Camino, te transporta a una situación donde se encuentra el individuo, la persona, con su propio esfuerzo, sus penurias, caminos con altibajos, pedregosos, montes, valles, etc., que le van creando dificultad, día a día, para conseguir su meta: Santiago de Compostela.
Es entonces cuando hablamos con nosotros mismos y nuestros pensamientos hayan un tiempo para ponerlos en orden. Es algo más que espiritual, los marinos, cuando estamos en la mar, periódicamente, obviamos los datos que nos dan los aparatos y las Nuevas Tecnologías, para saber en cada momento donde estamos y es entonces, cuando hacemos una paradita, hallamos una verdadera situación por todos los medios que hemos conocido a través de nuestra experiencia y al fin…sabemos donde realmente estamos, y por lo tanto, corregimos el rumbo a tiempo. Frecuentemente, a los marinos nos pasa, los datos que percibimos son erróneos. Por lo tanto hay que averiguar donde nos llevaron los vientos, corrientes, errores de datos etc.

Pues bien, en la vida real, para cualquier persona es importante encontrar ese momento. Un momento para tener tiempo para uno mismo y averiguar hacia donde va realmente, hacia donde camina en la vida…Que mejor momento para ello que hacer, en nuestro caso, El Camino de Santiago.

Han sido seis etapas, algo más de 130 Kms desde Ferrol a Santiago de Compostela, siguiendo El camino Inglés, procurando hacer lo más real del antiguo Camino Inglés. Para ello, apenas caminábamos por núcleos urbanos que, hoy en día, se han “comido” el anterior Camino.

Sabíamos que íbamos a pasarlo mal, también que, valdría la pena. Además de conseguir tener esos momentos que antes hemos narrado, queríamos probar que nuestro espíritu de sacrificio estaba ahí y como no…pedir cosas, muchas cosas a nuestro Patrón Santiago. Ese Apóstol de Jesús, que llevó la Palabra de Dios hasta el fin del mundo, el mundo entonces conocido…Finisterrae.
De todo ello, como españoles, debemos estar orgullosos, fueron miles de discípulos de Santiago, españoles, los que cruzaron el charco para propagar La Palabra de Dios en El Nuevo Mundo.

Cuando empezamos El Camino Inglés, el pasado día 20 de Julio, pretendíamos llegar a Santiago de Compostela, nuestra meta, el mismo día 25 de Julio, Festividad de Santiago Apóstol, Patrón de España.

En las tres primeras etapas, nuestra fe en conseguir nuestro objetivo, se iba acrecentando. Etapa no superiores a 24 kms., con pequeñas subidas y bajadas a través de rías y montes.

Fue a partir de la cuarta etapa; Betanzos-Bruma, por su crudeza (muchas subidas interminables), perfil duro ( de 0 a 400 mts) y el fuerte calor de aquel día, lo que nos hizo replantearnos la posibilidad de , no solo llegar más tarde, sino de incluso abandonar. Los letreros del camino que en tamaño cuartilla y pegados a los árboles, te anunciaban de posibilidad de recogerte en taxi…fueron repetidas tentaciones para abandonar El Camino. Es entonces, en silencio y con la oración, donde conseguíamos esas fuerzas que personas no preparadas físicamente, encuentran en un momento necesario…Espíritu de sacrificio, fuerza mental, coraje…Vaya Vd. A Saber! Para alguien que lo vivió, creo firmemente que fue gracias al poder de la Oración. A este servidor, que les escribe, les salía oraciones sencillas y directas, pidiendo la intercesión del Santo Apóstol para finalizar El Camino y poder una vez allí, ante su Cripta, rezarle, darle las gracias y pedir por todos nosotros.

Algunas madrugadas, al levantarse para preparar El camino: curar heridas, llenar cantimploras, desayunar y cargar la mochila, antes, mucho antes, escribía una oración para darnos ánimos para hacer esa jornada.


Esta fue la primera, de varias oraciones:

“Señor Jesús, otra vez en pie dispuesto para afrontar un nuevo día y con ello, otra etapa de El Camino de Santiago, nos preparamos físicamente curando nuestras heridas y a la vez también psíquica y espiritualmente para soportar el esfuerzo de este día.
Te rogamos nos des fuerza mental y física para superar el esfuerzo de este día. Amén. “

Y con el esfuerzo personal, de Apoyo Mutuo, la intercesión del Apostol Santiago y la Inmensa Misericordia de Dios, Nuestro Señor, el día señalado, El Día del Patrón Santiago, llegamos a tiempo de la Misa del Peregrino a La Catedral de Santiago de Compostela.

Llegamos a La Plaza del Obradoiro, subimos hasta La Catedral, abrazamos al Santo, oramos ante su Cripta, confesamos y recibimos La Eucaristía en La Misa del Peregrino, junto a cientos de peregrinos llegados hasta ese Santo Lugar desde los cinco continentes y por distintos medios y Caminos.

Y así, con esfuerzo, se consiguió la meta. Lo sabemos todos y también lo olvidamos con frecuencia…Con esfuerzo y oración se consigue la Gloria!.

Por la noche, pudimos disfrutar de un espectáculo único de luces, sonido y fuegos artificiales. A través de ello, se contaba los 800 años de historia de La Catedral de Santiago de Compostela.


Oración al Apóstol Santiago pidiendo por La Comunidad de San García Abad.

¡Oh Bienaventurado Apóstol, que escogido entre los primeros, fuiste el primero de los Apóstoles que mereciste beber el Cáliz del Señor!
¡Oh gloriosa Nación Española, fortalecida con tal Patrón y enriquecida con la prenda de su Santo Cuerpo, por cuya intercesión te hizo tan grandes favores el Todopoderoso!


Ruega por nosotros Bienaventurado SANTIAGO, por nuestra familia, los amigos, nuestra Comunidad Parroquial de San García Abad, de Algeciras y allende los mares, y nuestro país, España.

Para que seamos dignos de las promesas de Jesucristo.


Acepta, Señor, las súplicas que te dirigimos por medio de tu Apóstol Santiago, Patrono de España, y haz que la peregrinación a su Sepulcro, faro de la unidad cristiana, nos disponga a recorrer juntos el camino que conduce a la gloria eterna.


Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén










Fuentes:
Iluminación Divina
Carlos Barros USC
Ángel Corbalán

Hoy es Santa María Josefa Rosello...gran capitana!!

"Tu corazón a Dios y tus manos al trabajo"
"Te harás santo cumpliendo exactamente tus deberes diarios"

Esta activísima mujer tuvo el consuelo de que al morir ya había fundado 66 conventos de su comunidad. Es la fundadora de las Hermanas de la Misericordia.

En un retrato que le fue tomado, la santa aparece con un rostro firmemente perfilado y lleno de energía; sereno, y con la alegría de quien espera conseguir nuevos triunfos.

María Josefa nació en 1811 en Abisola, Italia, de familia pobre. Cuando todavía era muy jovencita, su papá la llamaba "la pequeña capitana", porque demostraba tener cualidades de líder y ejercía mucha influencia entre sus compañeras.


Un día todas las personas mayores del pueblo dispusieron irse en peregrinación a visitar un santuario de la Virgen, en otra población. Cuando ya los mayores se habían marchado, María Josefa organizó a las niñas de la población y con ellas se fue cantando y rezando, en peregrinación al templo del pueblo. Un joven subió a la torre e hizo repicar las campanas, y así también los menores tuvieron su fiesta religiosa.

Un par de esposos muy ricos sufrían porque el marido estaba paralizado y no tenían quien le hiciera de enfermera. Averiguaron qué mujer había de absoluta confianza y les recomendaron a Josefa. Y ella atendió con el más esmerado cariño al pobre paralítico durante ocho años. Los esposos en pago a tantas bondades, dispusieron hacerla heredera de sus cuantiosos bienes. Pero la joven les dijo que solamente había hecho esto por amor a Dios, y no les recibió nada.

Nuestra joven sentía un gran deseo de dedicarse a llevar una vida de soledad y oración, pero su confesor le dijo que eso no era lo mejor para su temperamento emprendedor. Entonces al saber que el señor obispo de Savona estaba aterrado al ver que había tantas niñas abandonadas por las calles, sin quién las educara, se le presentó para ofrecerle sus servicios. Al prelado le pareció muy buena su oferta y la encargó de conseguir otras jovenes que quisieran dedicarse a la educación de niñas abandonadas. Y así en 1837 con ella y varias de sus amigas quedó fundada la congregación de Nuestra Señora de la Merced o de las Misericordias, con el fin de atender a las jóvenes más pobres.

Con unos muebles viejos, una casona casi en ruinas, cuatro colchones de paja extendidos en el suelo, unos kilos de papas, un crucifijo y un cuadro de la Santísima Virgen, empezaron su nueva comunidad. Y Dios la bendijo tanto, que ya en vida de la fundadora se fundaron 66 casas de la comunidad. Sus biógrafos dicen que María Josefa no hizo milagros de curaciones, pero que obtuvo de Dios el milagro de que su congregación se multiplicara de manera admirable. Cada vez que tenía unos centavos sobrantes en una casa, ya pensaba en fundar otra para las gentes más pobres.

La esposa del paralítico al cual ella había atendido con tanta caridad cuando era joven, le dejó al morir toda su grande herencia y con eso pudo pagar terribles deudas que tenía y fundar nuevas casas.

La Madre Josefa tenía una confianza total en la Divina Providencia, o sea en el gran amor generoso con que Dios cuida de nosotros. Y aún en las circunstancias más difíciles no dudaba de que Dios iba a intervenir a ayudarla, y así sucedía.

En su escritorio tenía una calavera para recordar continuamente en que terminan las bellezas y vanidades del mundo.

Durante 40 años fue superiora general, pero aún teniendo tan alto cargo, en cada casa donde llegaba, se dedicaba a ayudar en los oficios más humildes: lavar, barrer, cocinar, atender a los enfermos más repugnantes, etc.

Ante tantos trabajos y afanes se enfermó gravemente. El obispo se dio cuenta de que se trataba de cansancio y exceso de trabajo. La envió a descansar varias semanas, y volvió llena de salud y de energías para seguir trabajando, por el Reino de Dios.

Los misioneros encontraban muchas niñas abandonadas y en graves peligros y las llevaban a la Madre Josefa. Y ella, aun con grandes sacrificios y endeudándose hasta el extremo, las recibía gratuitamente para educarlas.

Su gran deseo era el poder enviar misioneras a lejanas tierras. Y la ocasión se presentó en 1875 cuando desde Buenos Aires, Argentina, le rogaron que enviara a sus religiosas a atender a las niñas abandonadas. Y coincidió el envío de sus primeras misioneras con el primer grupo de misioneros salesianos que enviaba San Juan Bosco. Así que ellas en el barco recibieron la bendición y los consejos de este gran santo que estaba ese día despidiendo a sus primeros misioneros salesianos.

También en América sus religiosas fueron fundando hospitales, casas de refugio y obras de beneficiencia.

Sus últimos años padeció muy dolorosas enfermedades que la redujeron casi a total quietud. Y llegaron escrúpulos o falsos temores de que se iba a condenar. Era una pena más que le permitía Dios para que se santificara más y más. Pero venció esas tentaciones con gran confianza en Dios y murió diciendo: "Amemos a Jesús. Lo más importante es amar a Dios y salvar el alma". El 7 de diciembre de 1880 pasó a la eternidad. En 1949 fue declarada santa.

Que la Divina Providencia de Dios envíe a su santa Iglesia muchas "capitanas" que, como María Josefa Rosello, se dediquen a llenar el mundo de obras de caridad.

Dijo Jesús: "Id por todo el mundo y predicad el Evangelio".



Oración a Santa María Josefa Rosello.



¡Oh Dios!, que para servir a los pobres

y para la formación de las jóvenes

donaste a Santa María Josefa Rossello

el espíritu evangélico de caridad y de misericordia,

haz que animados por este mismo fervor

amemos todo lo que ella amó y vivamos

las enseñanzas que nos transmitió.

Por Cristo Nuestro Señor.
Amén








Fuentes:
Iluminación Divina
Santoral Católico
Vidas de Santos
Ángel Corbalán

martes, 26 de julio de 2011

Hoy es San Joaquin y Santa Ana !!! El Día de los Abuelos.

Hoy Dia de los abuelos


El día 26 festividad de San Joaquín y Santa Ana los que fueron según la tradición, los abuelos de Jesús, es el “ día de los" abuelos , por este motivo hemos de vivir esta fecha con la máxima alegría y cariño emocional para seguir manteniendo la progresiva madurez en la formación de nuestros nietos.

Cada día necesitan más los nietos de los abuelos y los abuelos de los nietos.

Para los hijos, para los nietos... y para los amigos que son abuelos,

El amor perfecto, a veces no viene hasta el primer nieto.


San Joaquín

Joaquín (Yahvé prepara) fue el padre de la Virgen María, madre de Dios. Según San Pedro Damián, deberíamos tener por curiosidad censurable e innecesaria el inquirir sobre cuestiones que los evangelistas no tuvieron a bien relatar, y, en particular, acerca de los padres de la Virgen.

Con todo, la tradición, basándose en testimonios antiquísimos y muy tempranamente, saludó a los santos esposos Joaquín y Ana como padre y madre de la Madre de Dios.

Ciertamente, esta tradición parece tener su fundamento último en el llamado Protoevangelio de Santiago, en el Evangelio de la Natividad de Santa María y el Pseudomateo o Libro de la Natividad de Santa María la Virgen y de la infancia del Salvador; este origen es normal que levantara sospechas bastante fundadas.

No debería olvidarse, sin embargo, que el carácter apócrifo de tales escritos, es decir, su exclusión del canon y su falta de autenticidad no conlleva el prescindir totalmente de sus aportaciones.

En efecto, a la par que hechos poco fiables y legendarios, estas obras contienen datos históricos tomados de tradiciones o documentos fidedignos; y aunque no es fácil separar el grano de la paja, sería poco prudente y acrítico rechazar el conjunto indiscrimadamente.

Algunos comentaristas, que opinan que la genealogía aportada por San Lucas es la de la Virgen, hallan la mención de Joaquín en Helí (Lucas, 3, 23; Eliachim, es decir, Jeho-achim), y explican que José se había convertido a los ojos de la ley, a fuer de su matrimonio, en el hijo de Joaquín. Que esa sea el propósito y la intención del evangelista es más que dudoso, lo mismo que la identificación propuesta entre los dos nombres Helí y Joaquín.

Tampoco se puede afirmar con certeza, a pesar de la autoridad de los Bollandistas, que Joaquín fuera hijo de Helí y hermano de José; ni tampoco, como en ocasiones se dice a partir de fuentes de muy dudoso valor, que era propietario de innumerables cabezas de ganado y vastos rebaños.

Más interesantes son las bellas líneas en las que el Evangelio de Santiago describe, cómo, en su edad provecta, Joaquín y Ana hallaron respuesta a sus oraciones en favor de tener descendencia.

Es tradición que los padres de Santa María, que aparentemente vivieron primero en Galilea, se instalaron después en Jerusalén; donde nació y creció Nuestra Señora; allí también murieron y fueron enterrados.

Una iglesia, conocida en distintas épocas como Santa María, Santa María ubi nata est, Santa María in Probática, Sagrada Probática y Santa Ana fue edificada en el siglo IV, posiblemente por Santa Elena, en el lugar de la casa de San Joaquín y Santa Ana, y sus tumbas fueron allí veneradas hasta finales del siglo IX, en que fue convertida en una escuela musulmana.

La cripta que contenía en otro tiempo las sagradas tumbas fue redescubierta en 1889. San Joaquín fue honrado muy pronto por los griegos, que celebran su fiesta al día siguiente de la de la Natividad de Ntra. Señora. Los latinos tardaron en incluirlo en su calendario, donde le correspondió unas veces el 16 de septiembre y otras el 9 de diciembre.

Asociado por Julio II [el de la capilla Sixtina] al 20 de marzo, la solemnidad fue suprimida unos cinco años después, restaurada por Gregorio XV (1622), fijada por Clemente XII (1738) en el domingo posterior a la Asunción, y fue finalmente León XIII [el de la Rerum Novarum] quien, el 1 de agosto de 1879, dignificó la fiesta de estos esposos que se celebró por separado hasta la última reforma litúrgica.

Santa Ana

Ana (del hebreo Hannah, gracia) es el nombre que la tradición ha señalado para la madre de la Virgen. Las fuentes son las mismas que en el caso de San Joaquín. Aunque la versión más antigua de estas fuentes apócrifas se remonta al año 150 d.C., difícilmente podemos admitir como fuera de toda duda sus variopintas afirmaciones con fundamento en su sola autoridad.

En Oriente, el Protoevangelio gozó de gran autoridad y de él se leían pasajes en las fiestas marianas entre los griegos, los coptos y los árabes. En Occidente, sin embargo, como ya te adelanté con San Joaquín, fue rechazado por los Padres de la Iglesia hasta que su contenido fue incorporado por San Jacobo de Vorágine a su Leyenda Áurea en el siglo XIII.

A partir de entonces, la historia de Santa Ana se divulgó en Occidente y tuvo un considerable desarrollo, hasta que Santa Ana llegó a convertirse en uno de los santos más populares también para los cristianos de rito latino.

El Protoevangelio aporta la siguiente relación: En Nazaret vivía una pareja rica y piadosa, Joaquín y Ana. No tenían hijos. Cuando con ocasión de cierto día festivo Joaquín se presentó a ofrecer un sacrificio en el templo, fue arrojado de él por un tal Rubén, porque los varones sin descendencia eran indignos de ser admitidos.

Joaquín entonces, transido de dolor, no regresó a su casa, sino que se dirigió a las montañas para manifestar su sentimiento a Dios en soledad. También Ana, puesta ya al tanto de la prolongada ausencia de su marido, dirigió lastimeras súplicas a Dios para que le levantara la maldición de la esterilidad, prometiendo dedicar el hijo a su servicio.

Sus plegarias fueron oídas; un ángel se presentó ante Ana y le dijo: "Ana, el Señor ha visto tus lágrimas; concebirás y darás a luz, y el fruto de tu seno será bendecido por todo el mundo". El ángel hizo la misma promesa a Joaquín, que volvió al lado de su esposa. Ana dio a luz una hija, a la que llamó Miriam.

Dado que esta narración parece reproducir el relato bíblico de la concepción del profeta Samuel, cuya madre también se llamaba Hannah, la sombra de la duda se proyecta hasta en el nombre de la madre de María.

El célebre Padre John de Eck de Ingolstadt, en un sermón dedicado a Santa Ana (pronunciado en París en 1579), aparenta conocer hasta los nombres de los padres de Santa Ana. Los llama Estolano (Stollanus) y Emerencia (Emerentia).

Afirma que la santa nació después de que Estolano y Emerencia pasaran veinte años sin descendencia; que San Joaquín murió poco después de la presentación de María en el templo; que Santa Ana casó después con Cleofás, del cual tuvo a María de Cleofás; la mujer de Alfeo y madre de los apóstoles Santiago el Menor, Simón y Judas Tadeo, así como de José el Justo.

Después de la muerte de Cleofás, se dijo que casó con Salomas, de quien trajo al mundo a María Salomé (la mujer de Zebedeo y madre de los apóstoles Juan y Santiago el Mayor).

La misma leyenda espuria se halla en los textos de Gerson y en los de muchos otros. Allí surgió en el siglo XVI una animada controversia sobre los matrimonios de Santa Ana, en la que Baronio y Belarmino defendieron su monogamia.

En Oriente, al culto a Santa Ana se le puede seguir la pista hasta el siglo IV. Justiniano I hizo que se le dedicara una iglesia. El canon del oficio griego de Santa Ana fue compuesto por San Teófanes, pero partes aún más antiguas del oficio son atribuidas a Anatolio de Bizancio.

Su fiesta se celebra en Oriente el 25 de julio, que podría ser el día de la dedicación de su
primera iglesia en Constantinopla o el aniversario de la llegada de sus supuestas reliquias a esta ciudad (710).

Aparece ya en el más antiguo documento litúrgico de la Iglesia Griega, el Calendario de
Constantinopla (primera mitad del siglo VIII). Los griegos conservan una fiesta común de San Joaquín y Santa Ana el 9 de septiembre.

En la Iglesia Latina, Santa Ana no fue venerada, salvo, quizás, en el sur de Francia, antes del siglo XIII. Su imagen, pintada en el siglo
VIII y hallada más tarde en la Iglesia de Santa María la Antigua de Roma, acusa la influencia bizantina.

Su fiesta, bajo la influencia de la Leyenda Áurea, se puede ya rastrear (26 de julio) en el siglo XIII, en Douai. Fue introducida en Inglaterra por Urbano VI el 21 de noviembre de 1378, y a partir de entonces se extendió a toda la Iglesia occidental. Pasó a la Iglesia Latina universal en 1584.

Santa Ana es la patrona de Bretaña. Su imagen milagrosa (fiesta, 7 de marzo) es venerada en Notre Dame d´Auray, en la diócesis de Vannes. También en Canadá -donde es la patrona principal de la provincia de Québec- el santuario de Santa Ana de Beaupré es muy famoso.


Santa Ana es patrona de las mujeres trabajadoras; se la representa con la Virgen María en su regazo, que también lleva en brazos al Niño Jesús. Es además la patrona de los mineros, que comparan a Cristo con el oro y con la plata a María.














Fuentes.
Iluminación Divina
Jesús Martí Balleste
Vidas de Santos
Ángel Corbalán