martes, 31 de mayo de 2011

La Visitación de la Virgen María a su prima Santa Isabel


Aprendamos hoy, una vez más, que cada encuentro con María representa un nuevo hallazgo de Jesús. “Si buscáis a María, encontraréis a Jesús.

Esta fiesta ya la celebrabaran los Franciscanos en el siglo XIII. El Papa Bonifacio IX la introduce en el calendario oficial de la Iglesia. Notemos cómo las fiestas de la Virgen son también celebraciones del misterio de Cristo.



Lc. 1, 41-43


«Y en cuanto oyó Isabel el saludo de María, el niño saltó de gozo en su seno, e Isabel quedó llena del Espíritu Santo; y exclamando en voz alta, dijo: ¡Bendita tú entre las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿De dónde a mí tanto bien, que venga la madre de mi Señor a visitarme?».

Himno

La Virgen santa, grávida del Verbo, en alas del Espíritu camina; la Madre que lleva la Palabra, de amor movida, sale de vista.

Y sienten las montañas silenciosas, y el mundo entero en sus entrañas vivas, que al paso de la Virgen ha llegado el anunciado gozo del Mesías.

Alborozado Juan por su Señor, en el seno, feliz se regocija, y por nosotros rinde el homenaje y al Hijo santo da la bienvenida.

Bendito en la morada sempiterna aquel que tu llevaste, Peregrina, aquel que con el Padre y el Espíritu, al bendecirte a ti nos bendecía.

Amén.


Oración

Dios todopoderoso, tu que inspiraste a la Virgen María, cuando llevaba en su seno a tu Hijo, el deseo de visitar a su prima Isabel, concédenos, te rogamos, que, dóciles al soplo del Espíritu, podamos, con María, cantar tus maravillas durante toda nuestra vida. Por Nuestro Señor Jesucristo. Amén.


Donde está María, allí está Cristo


"María se puso en camino y fue aprisa a la montaña..." (Lc 1, 39)

Resuenan en nuestro corazón las palabras del evangelista san Lucas: "En cuanto oyó Isabel el saludo de María, (...) quedó llena de Espíritu Santo" (Lc 1, 41). El encuentro entre la Virgen y su prima Isabel es una especie de "pequeño Pentecostés". Quisiera subrayarlo esta noche, prácticamente en la víspera de la gran solemnidad del Espíritu Santo. En la narración evangélica, la Visitación sigue inmediatamente a la Anunciación: la Virgen santísima, que lleva en su seno al Hijo concebido por obra del Espíritu Santo, irradia en torno a sí gracia y gozo espiritual. La presencia del Espíritu en ella hace saltar de gozo al hijo de Isabel, Juan, destinado a preparar el camino del Hijo de Dios hecho hombre.

Donde está María, allí está Cristo; y donde está Cristo, allí está su Espíritu Santo, que procede del Padre y de él en el misterio sacrosanto de la vida trinitaria. Los Hechos de los Apóstoles subrayan con razón la presencia orante de María en el Cenáculo, junto con los Apóstoles reunidos en espera de recibir el "poder desde lo alto". El "sí" de la Virgen, "fiat", atrae sobre la humanidad el don de Dios: como en la Anunciación, también en Pentecostés. Así sigue sucediendo en el camino de la Iglesia.

Reunidos en oración con María, invoquemos una abundante efusión del Espíritu Santo sobre la Iglesia entera, para que, con velas desplegadas, reme mar adentro en el nuevo milenio. De modo particular, invoquémoslo sobre cuantos trabajan diariamente al servicio de la Sede apostólica, para que el trabajo de cada uno esté siempre animado por un espíritu de fe y de celo apostólico. Es muy significativo que en el último día de mayo se celebre la fiesta de la Visitación. Con esta conclusión es como si quisiéramos decir que cada día de este mes ha sido para nosotros una especie de visitación. Hemos vivido durante el mes de mayo una continua visitación, como la vivieron María e Isabel. Damos gracias a Dios porque la liturgia nos propone de nuevo hoy este acontecimiento bíblico .


A todos vosotros, aquí reunidos en tan gran número, deseo que la gracia de la visitación mariana, vivida durante el mes de mayo y especialmente en esta última tarde, se prolongue en los días venideros.

(Beato Juan Pablo II, 8-VI-2001)







Fuentes:
Iluminación Divina
Santoral Católico
Ángel Corbalán

lunes, 30 de mayo de 2011

Hoy celebramos a...San Fernando III el Santo!!!


San Fernando (1198? – 1252) es, sin hipérbole, el español más ilustre de uno de los siglos cenitales de la historia humana, el XIII, y una de las figuras máximas de España; quizá con Isabel la Católica la más completa de toda nuestra historia política. Es uno de esos modelos humanos que conjugan en alto grado la piedad, la prudencia y el heroísmo; uno de los injertos más felices, por así decirlo, de los dones y virtudes sobrenaturales en los dones y virtudes humanos.


Santo seglar, que "no conoció el vicio ni el ocio", Fernando III -el más grande de los reyes de Castilla, dice Menéndez y Pelayo- nació en 1198; fue hijo de don Alfonso IX, rey de León, y primo de san Luis IX, rey de Francia. Guerreó con los moros, que ocupaban gran parte de España, unió las coronas de Castilla y de León, y conquistó los reinos de Úbeda, Córdoba, Murcia, Jaén, Cádiz y Sevilla.


En sus dilatadas campañas, triunfó siempre en todas las batallas. No buscó su propia gloria ni el acrecentamiento de sus dominios. Para él el reino verdadero era el reino de Dios. Pedía a diario el aumento de la fe católica y elevaba sus plegarias a la Virgen, de quien se llamaba siervo. Caballero de Cristo, Jesús le había otorgado la gracia de los éxtasis y las apariciones divinas. Amaba a sus vasallos y procuraba no agravar los tributos, a pesar de las exigencias de la guerra. A este respecto era conocido su dicho: "Más temo las maldiciones de una viejecita pobre de mi reino que a todos los moros del África".

Llevaba siempre consigo una imagen de nuestra Señora, a la que entronizó en Sevilla y en múltiples lugares de Andalucía, a fin de que ésta fuera llamada tierra de María Santísima.

La muerte del rey san Fernando constituye un ejemplo de fe y humildad. Abandonó el lecho y, postrándose en tierra, sobre un montón de cenizas, recibió los últimos sacramentos.

Llamó a la reina y a sus hijos, y se despidió de ellos después de haberles dado sabios consejos.

Volviéndose a los que se hallaban presentes, les pidió que lo perdonasen por alguna involuntaria ofensa. Y, alzando hacia el cielo la vela encendida que sostenía en las manos, la reverenció como símbolo del Espíritu Santo. Pidió luego a los clérigos que cantasen el Te Deum, y así murió, el 30 de mayo de 1252. Había reinado treinta y cinco años en Castilla y veinte en León, siendo afortunado en la guerra, moderado en la paz, piadoso con Dios y liberal con los hombres, como afirman las crónicas de él. Su nombre significa "bravo en la paz".

Guerrero, poeta y músico, compuso cantigas, una de ellas dedicada a nuestra Señor. Se destacó por su honestidad y la pureza de sus costumbres.


Fernando III fue canonizado por el papa Clemente X en el año 1671. Lo sucedió en el trono su hijo mayor, Alfonso X, que la historia conoce con el nombre de Alfonso el Sabio.



Otros Santos cuya fiesta se celebra hoy: Santos: Félix I, papa; Gabino, Críspulo, Sico, Palatino, mártires; Exuperancio, Ausonio, Anastasio, presbíteros; Juana de Arco, virgen; Venancio, Isaac, Basilio, Emilia, confesores; Uberto, Gamo, monjes; Urbicio, abades.








Fuentes:
Iluminación Divina
Santoral Católico
Ángel Corbalán

domingo, 29 de mayo de 2011

"Juventud y Salud". Día diocesano del Enfermo!!


Mis queridos diocesanos:

Este domingo día 29 de mayo celebramos la Campaña del Enfermo en nuestra Diócesis. Considero que dentro del tiempo pascual en el que recordamos el triunfo de la Vida sobre la Muerte por la Resurrección del Señor, tiene una especial significación dirigir nuestra atención y nuestra oración hacia el mundo del dolor y del sufrimiento, que es el de nuestros enfermos, y reflexionar sobre la pastoral sanitaria en nuestras instituciones hospitalarias y nuestras comunidades cristianas.

1. Juventud y salud

El presente año el lema de este día reza así: “Juventud y salud”.

Se refiere a que el Papa Benedicto XVI, teniendo presente la Jornada Mundial de la Juventud en Madrid, en el mes de agosto, dirige un pensamiento particular a los jóvenes, especialmente a aquellos que viven la experiencia de la enfermedad y les invita a que sean testigos del sufrimiento, de su vida de fe y acompañen a otros jóvenes.

2. Salud y enfermedad


La salud es, sin duda, una aspiración fundamental del ser humano. Sobre todo el hombre actual y la juventud tienen en gran estima el valor de la salud y dedican toda clase de esfuerzos a prevenir y a combatir la enfermedad. Tal vez un primer servicio de la pastoral sanitaria de la Iglesia debería ser el capacitar a los hombres a entender mejor lo que es la salud integral, la salud de todo hombre y sentir la debida compasión ante la enfermedad.

Dice el Papa Benedicto XVI: “ Si cada hombre es nuestro hermano, con mayor razón deben estar en el centro de nuestra atención el débil, el que sufre y el que necesita atención, a fin de que ninguno de ellos se sienta olvidado o marginado. (...) Una sociedad que no logra aceptar a los que sufren y no es capaz de contribuir mediante la compasión a que el sufrimiento sea compartido y sobrellevado también interiormente, es una sociedad cruel e inhumana” (Encíclica Spe Salvi, 38)” (Mensaje del Papa Benedicto XVI con motivo de la XIX Jornada Mundial del Enfermo 2011).

3. “Por sus heridas habéis sido curados” (1Pe 2, 24)

El Papa Benedicto XVI, ante el misterio del sufrimiento, nos invita a contemplar las llagas de Jesús: “El Hijo de Dios ha sufrido, ha muerto, pero ha resucitado, y precisamente por esto esas llagas son el signo de nuestra redención, del perdón y de la reconciliación con el Padre; pero también se han convertido en banco de pruebas para la fe de los discípulos y para nuestra fe: cada vez que el Señor habla de su pasión y muerte, ellos no comprenden, se oponen, lo rechazan. Para ellos, como para nosotros, el sufrimiento permanece siempre cargado de misterio, difícil de aceptar y de sobrellevar” (Mensaje del Papa Benedicto XVI con motivo de la XIX Jornada Mundial del Enfermo 2011, n.1).

Y es precisamente a través de las llagas de Cristo como nosotros podemos ver, con ojos de esperanza, todos los males que afligen a la humanidad y ser mensajeros de una alegría que no teme el dolor, la alegría del Resucitado (cf. Mensaje del Papa Benedicto XVI con motivo de la XIX Jornada Mundial del Enfermo 2011, n.2).

“En todo sufrimiento humano ha entrado Uno que comparte el sufrimiento y el padecer; en cada sufrimiento se difunde la con-solatio, la consolación del amor partícipe de Dios para hacer aparecer la estrella de la esperanza (cf. Encíclica Spe Salvi, 39)” (Mensaje del Papa Benedicto XVI con motivo de la XIX Jornada Mundial del Enfermo 2011, n.2).

4. Se le conmovieron las entrañas

Jesús no pasó de largo ante los enfermos, sino que se le conmovían las entrañas. Jesús ama la vida y la salud y se conmueve ante el dolor, el sufrimiento y la muerte. Jesús pasó por esta experiencia humana del dolor y nos enseñó cómo debemos vivirlo. Las actitudes de Jesús ante las personas que sufren nos ayudan a descubrir desde la fe el valor redentor del sufrimiento, llevado con amor. Jesús se acercó ante los enfermos, eran sus predilectos y al verlos se les conmovieron las entrañas y los curaba y sanaba.

5. Invitación a los jóvenes a crear puentes de amor


Queridos jóvenes, como dice el Papa Benedicto XVI, aprended a “ver” y a “encontrar” a Jesús no solamente en la Eucaristía, en donde está realmente presente y se hace alimento para el camino, sino también sabedlo reconocer y servir en los pobres, en los enfermos, en los hermanos que sufren y pasan por grandes dificultades en la vida y que necesitan vuestra ayuda (cf. Mt 25,36). A todos vosotros, queridos jóvenes, enfermos y sanos, os invito a crear puentes de amor, fraternidad y solidaridad, a fin de que nadie se sienta solo, sino cercano a Dios y formando parte de la gran familia de los hijos de Dios.


Y a vosotros, queridos jóvenes enfermos, os invito a rezar ante las llagas del “costado de Cristo abierto”, la oración de San Ignacio de Loyola: “Agua del costado de Cristo, lávame. Pasión de Cristo, confórtame. Oh buen Jesús, escúchame. Dentro de tus llagas, escóndeme (...) Y mándame ir a Ti. Para que con tus santos te alabe”.

6. Oración y agradecimiento

Os invito a todos a que en esta Jornada del Enfermo, y cada día, elevemos una oración fervorosa por los enfermos y el mundo del dolor. Junto a esta oración invoquemos a Santa María de la Compasión con confianza como “Salud de los enfermos” y “Consoladora de los afligidos”, y permanezcamos junto a Ella al pie de la Cruz.

Agradezco al Director del Secretariado y a los sacerdotes que trabajan junto con los laicos y consagrados en la Pastoral de la Salud, sus esfuerzos de cercanía y amor con los enfermos. Agradezco, también, a las instituciones hospitalarias y a nuestras comunidades cristianas, todos sus desvelos por la atención de los enfermos e invito a las Autoridades para que inviertan cada vez más energías en estructuras sanitarias que sirvan de ayuda y apoyo a los que sufren, sobre todo a los más pobres y necesitados.

Os deseo a todos que no os canséis de curar y aliviar las llagas de cada hermano y hermana enfermos, y que sepáis ver en cada uno de ellos el rostro de Cristo.

Reza por vosotros, os quiere y bendice,





+ Antonio Ceballos Atienza

Obispo de Cádiz y Ceuta

Cádiz, 24 de mayo de 2011.








Fuentes:
Iluminación Divina
Obispado Diócesis Cádiz y Ceuta.
Ángel Corbalán

sábado, 28 de mayo de 2011

" No os dejaré huérfanos. Volveré" (Evangelio dominical)


No estamos huérfanos...

Una Iglesia formada por cristianos que se relacionan con un Jesús mal conocido, poco amado y apenas recordado de manera rutinaria, es una Iglesia que corre el riesgo de irse extinguiendo. Una comunidad cristiana reunida en torno a un Jesús apagado, que no seduce ni toca los corazones, es una comunidad sin futuro.

En la Iglesia de Jesús necesitamos urgentemente una calidad nueva en nuestra relación con él. Necesitamos comunidades cristianas marcadas por la experiencia viva de Jesús. Todos podemos contribuir a que en la Iglesia se le sienta y se le viva a Jesús de manera nueva. Podemos hacer que sea más de Jesús, que viva más unida a él. ¿Cómo?


Juan recrea en su evangelio la despedida de Jesús en la última cena. Los discípulos intuyen que dentro de muy poco les será arrebatado. ¿Qué será de ellos sin Jesús? ¿A quién le seguirán? ¿Dónde alimentarán su esperanza? Jesús les habla con ternura especial. Antes de dejarlos, quiere hacerles ver cómo podrán vivir unidos a él, incluso después de su muerte.

Antes que nada, ha de quedar grabado en su corazón algo que no han de olvidar jamás: «No os dejaré huérfanos. Volveré». No han de sentirse nunca solos. Jesús les habla de una experiencia nueva que los envolverá y les hará vivir porque los alcanzará en lo más íntimo de su ser. No los olvidará. Vendrá y estará con ellos.

Jesús no podrá ya ser visto con la luz de este mundo, pero podrá ser captado por sus seguidores con los ojos de la fe. ¿No hemos de cuidar y reavivar mucho más esta presencia de Jesús resucitado en medio de nosotros? ¿Cómo vamos a trabajar por un mundo más humano y una Iglesia más evangélica si no le sentimos a él junto a nosotros?

Jesús les habla de una experiencia nueva que hasta ahora no han conocido sus discípulos mientras lo seguían por los caminos de Galilea: «Sabréis que yo estoy con mi Padre y vosotros conmigo». Esta es la experiencia básica que sostiene nuestra fe. En el fondo de nuestro corazón cristiano sabemos que Jesús está con el Padre y nosotros estamos con él. Esto lo cambia todo.

Esta experiencia está alimentada por el amor: «Al que me ama...yo también lo amaré y me revelaré a él». ¿Es posible seguir a Jesús tomando la cruz cada día, sin amarlo y sin sentirnos amados entrañablemente por él? ¿Es posible evitar la decadencia del cristianismo sin reavivar este amor? ¿Qué fuerza podrá mover a la Iglesia si lo dejamos apagar? ¿Quién podrá llenar el vacío de Jesús? ¿Quién podrá sustituir su presencia viva en medio de nosotros?


Que viene El Espíritu!

1.- Tiempo de Pascua

Hay que repetirlo. Seguimos en la alegría de la Pascua del Resucitado. Todo el tiempo pascual es como un domingo largo, continuado. El cirio pascual nos preside, su llama no se apaga. Que no se cansen los cristianos de vivirlo.

El Evangelio sigue en la Última Cena, pero los Hechos de los Apóstoles nos recrean la gracia de la primera comunidad cristiana. Tras los nubarrones de la despedida para ir a la muerte, brilla el color y la frescura de aquella Iglesia de resucitados, llenos del Espíritu Santo. Pero en los dos escenarios abunda la presencia trinitaria, el Dios uno y trino: el Padre que nos ama, el Hijo en cuyo nombre somos bautizados y el Espíritu Santo prometido como abogado nuestro.

En algunas regiones, como en España, hoy es el “Día del enfermo”. Todos los días hay mucho dolor entre nosotros, pero en este domingo lo hacemos memoria, oración y compromiso.

2.- Palabra

El Evangelio se abre con una promesa consoladora, dentro de la tristeza de la despedida: “No os dejaré desamparados” dice el Maestro. Jesús nos mete a todos en ese círculo maravilloso del misterio divino:”Yo estoy con mi Padre, vosotros conmigo y yo en vosotros”. E insiste, por si no estaba claro: “Al que me ama lo amará mi Padre, y yo también lo amaré”. Esto es posible por la acción callada del Espíritu Santo, como “sangre divina” que a todo da vida.

Es el mismo fuego del Espíritu que ponía a andar a la Iglesia naciente. Todo es encanto en esa comunidad cristiana. ¿Podemos subrayar alguno de esos encantos? El único objeto de su predicación es Cristo. La palabra era acompañada de obras, muchos eran curados. La gente escuchaba con aprobación y la ciudad se llenó de alegría. Todo sucedía en campo difícil, en Samaría, en tierra enemiga. Tal era la cosecha de evangelio que la Iglesia madre de Jerusalén quería gozarse y confirmar tanta fe. Y fue la comunidad misma la que envío a los apóstoles Pedro y Juan. Estos llegaron e “imponían -no, normas- las manos, y recibían el Espíritu Santo”. Era la grandeza de la unidad y de la comunión en la Iglesia.

3.- Vida

De entrada, nos invitamos a estar abiertos al viento del Espíritu. El es nuestro abogado, porque es el Espíritu de la verdad y del amor. El Espíritu Santo nos unge, nos empapa de la vida de Dios. Luego, va todo en cadena: nos sentimos amados por Dios, salimos a decir que “hemos conocido el amor” y este amor nos urge a amar a los demás; así sucedió en Samaría, donde los mismos que eran odiados por los judíos eran amados por los cristianos.

Este es también el Espíritu que edifica la Iglesia. Aquí posee un sentido sacramental la palabra de Jesús: “No os dejaré huérfanos”. Somos Iglesia, esta es nuestra Iglesia, esta es nuestra madre. Somos muchos los hermanos, los ungidos hijos de Dios. Porque el Espíritu es su defensor, esta Iglesia no tiene miedo, no anda a la defensiva, no busca apoyaturas mundanas sino evangélicas. Que nadie se salga del guión de Samaría: predicar a Cristo sólo, consolar, llenarse de alegría, orar por los hermanos e imponer las manos como señal de la llegada del Espíritu. Claro que a todos nos toca trabajar para hacer la “Iglesia de Jesús”, hermosa, pura como su Señor.

Nos acordamos de los enfermos. Hoy es su día en algunas Iglesias. Como el diácono Felipe, salimos a curar. Como Jesús, sentimos compasión y queremos “tocar” de cerca a los que están malos. Muy importante: no nos olvidemos de los que cuidan a los enfermos: familiares, personal sanitario, pastoral cristiana, todos. Son ángeles para los que sufren.

¡Cuántas cosas, y todas son don y fruto del Espíritu Santo!



Lectura del santo evangelio según san Juan (14,15-21):


En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Yo le pediré al Padre que os dé otro defensor, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis, porque vive con vosotros y está con vosotros. No os dejaré huérfanos, volveré. Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros me veréis y viviréis, porque yo sigo viviendo. Entonces sabréis que yo estoy con mi Padre, y vosotros conmigo y yo con vosotros. El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése me ama; al que me ama lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelaré a él.»

Palabra del Señor


COMENTARIO.


Estamos en el domingo VI del tiempo pascual; celebrando la resurrección de Jesús. El Evangelio nos sitúa en un contexto de despedida de Jesús, en el que podemos ver:


Su ascención: "No os dejaré desamparados, volveré. Dentro de poco el mundo no me verá...", fiesta de la ascensión de Jesús que celebraremos el domingo próximo.


Pentecostés: "Yo le pediré al Padre que os dé otro defensor que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la Verdad"; fiesta que celebraremos a otro domingo de la ascensión.


Un consejo para permanecer en su amor: "Si me amáis, guardaréis mis mandamientos... El que acepta mis mandamientos y los guarda, ese me ama".



Me voy a centrar en esta última idea. Si de verdad amamos a Dios, guardaremos sus mandamientos. La guarda de los mandamientos es la prueba de que amamos a Dios.

Amarás a Dios sobre todas las cosas.

El primer mandamiento es el que nos centra en esta idea del Evangelio. Es el más difícil de cumplir. Hay que poner a Dios como lo más importante, por encima del resto de las cosas y personas. Hay que amarle más que al dinero, al bienestar, a la salud, a la familia... Quien ama a Dios sobre todas las cosas está dispuesto a amar al prójimo por encima de todas las cosas.

No tomarás el nombre de Dios en vano.

En la tradición judía se evitaba el nombrar a Dios para no hacerlo en vano. Quiere decir este mandamiento que no hay que blasfemar, que no hay que jurar poniendo a Dios como testigo. Quien no toma el nombre de Dios en vano, no toma a la persona en vano, la ama.

Santificarás las fiestas.

Quien ama a Dios lo manifiesta en las celebraciones litúrgicas de la Iglesia, sobre todo en la Eucaristía dominical. ¡Cuantos cristianos dicen creer en Dios y amarle y no frecuentan la eucaristía! ¿Cómo se puede amar a una persona sin verlo nunca, nada más que teniéndolo en el recuerdo? Santificar las fiestas es dedicarle a Dios el tiempo que tenemos.



Honrarás a tu padre y a tu madre.

Quien ama a Dios, que es nuestro Padre, está dispuesto a amar a sus padres. Respetar a los padres, obedecerles, honrarles es un modo de manifestar el amor a Dios; pues si no amamos a quien vemos, ¿cómo vamos a amar a quien no vemos?

No Matarás.

Quien ama a Dios está dispuesto a respetar la vida en todas las etapas de la misma, desde la concepción hasta la muerte. La vida es sagrada, es Dios quien la da y la quita; en la vida de los hombres está Dios presente. No se puede amar a Dios sin respetar la vida del prójimo. Hay muchos modos de matar la vida de los demás, no sólo físicamente, sino moralmente, quitándoles honra y crédito ante los demás.

No cometerás actos impuros.

Quien ama sólo entiende la sexualidad desde el amor. Sin amor la sexualidad es impura, más propia de animales que de personas. El amor en la sexualidad está abierto a la vida.


No robarás.


Quien ama a Dios respeta al prójimo y sus cosas. No está justificado nunca el robar, por muy insignificante que sea el robo. Un modo de respetar el prójimo es respetar su propiedad.

No dirás falso testimonio, ni mentirás.

Quien ama a Dios vive en la verdad, por eso no miente, por eso no dice cosas que son falsas sobre su prójimo. Hay muchas formas de faltar a la caridad con el prójimo, pero ninguna seguramente más perjudicial que esta: decir un falso testimonio, transmitir un juicio temerario.

No consentirás pensamientos, ni deseos impuros.

Quien ama a Dios y al prójimo tiene que aprender, incluso, a controlar el pensamiento. Es fácil, es normal, tener malos pensamientos; pero no hay que consentir con ellos. La tentación se puede tener, pero no hay que caer en ella.

No codiciarás los bienes ajenos.

Quien ama no sólo no roba, sino que se tiene que acostumbrar a no ser codicioso, a no desear lo que no es suyo.

Estos son los mandamientos de la Ley de Dios, que Jesucristo no anuló, sino que perfeccionó con el mandamiento nuevo del amor: "... Que os améis como yo os he amado".


Que amemos a Dios y al prójimo profundamente.









Fuentes:
Iluminación Divina
Pedro Crespo
Conrado Bueno, cmf
José A. Pagola
Ángel Corbalán

jueves, 26 de mayo de 2011

Hoy es...San Felipe Neri !!!

"Como es posible que alguien que cree en Dios
pueda amar algo fuera de Él".
-San Felipe Neri-


Nació en Florencia en 1515. En medio del paganismo que imperaba en el ambiente renacentista romano, Felipe entrega todos sus haberes a los pobres, mientras él ayuna a pan y agua. Pasa los días en obras de caridad, y las noches en las catacumbas de San Sebastián, entregado a la oración y a la penitencia. Alcanza altísima oración.

Sus éxtasis duran horas y a veces se le oye clamar: ¡Basta, Señor, basta! ¡Detén el torrente de tu amor! Ante esta vida angelical poco podían hacer los asaltos del mal. Un par de mujerzuelas acechan un día contra su castidad. Las pupilas de fuego del Santo las hacen huir asustadas.

Con todo, le gustaba rezar así: Señor, no te fíes de mí. Señor, ten de tu mano a Felipe, que, si no, un día, como Judas, te traicionará. Funda una cofradía para atender a pobres y peregrinos. Visita cárceles y hospitales. Busca sobre todo a los niños y a los jóvenes. En 1551 se ordena sacerdote por obediencia. Desea ir a las Indias, como Javier. El P. Ghattino 1e dice de parte de Dios: Roma será tus Indias. Y por toda Roma derrama sus caridades, sus fervores, su alegría contagiosa, la certeza de que hay más alegría en la virtud que en el pecado. Es proverbial su don de lágrimas, y de hacer milagros.

Se le atribuye haber resucitado al príncipe Paulo Máximo, para que confesase un pecado. Un éxtasis le produjo la dilatación del corazón y la deformación de dos costillas. Una se conserva en el Oratorio de Nápoles.

Todos los Papas y Príncipes acudían a él. Fue amigo de San Carlos, San Ignacio, San Camilo y San Félix de Cantalicio. Su obra definitiva fue la fundación del Oratorio, para instruir y entretener a niños y jóvenes.
El Oratorio influyó mucho a través del Cardenal Baronio y otros muchos. Murió Felipe en 1595. Era la noche del Corpus y se fue a acabar la fiesta al cielo. Sus restos descansan en la Chiesa Nuova de Roma.

Fue canonizado por Gregorio XV el 1622 junto con cuatro santos españoles.


DICHOS DE SAN FELIPE




"Quien quiera algo que no sea Cristo,
no sabe lo que quiere;
quien pida algo que no sea Cristo,
no sabe lo que pide;
quien no trabaje por Cristo,
-San Felipe Neri-


"¿Oh Señor que eres tan adorable
y me has mandado a amarte,
por qué me diste tan solo un corazón
y este tan pequeño?" -San Felipe Neri


Oremos



Señor Dios nuestro, que nunca deja de glorificar la santidad de quienes con fidelidad te sirven, haz que el fuego del Espíritu Santo nos encienda en aquel mismo ardor que tan maravillosamente inflamó el corazón de San Felipe Neri. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
Amén.






Fuentes:
Iluminación Divina
Santoral Católico
Ángel Corbalán

lunes, 23 de mayo de 2011

"Yo soy el camino, y la verdad, y la vida" (Evangelio dominical)


Ante todo, pedimos disculpas por no haber llegado con este mensaje antes. Fallaron los medios tecnológicos. Pero, con fe y perseverancia...aquí estamos. Gracias.


Caminante, sí hay camino

1.- Antes de morir, antes de subir al cielo

Seguimos en tiempo de Pascua, y el Evangelio de hoy regresa a la Última Cena. Dos planos, dos despedidas se superponen: la despedida para morir y la despedida para ascender al cielo. Nos alejamos del día de Resurrección y vislumbramos el final: la ascensión al cielo y la venida del Espíritu.

Pero, sí, estas palabras de Jesús salieron del Cenáculo, en la víspera de su muerte. Noche de Jueves Santo. Hay tensión y desconcierto en la sala. Uno de los amigos está de parte del enemigo. Se presiente que el Maestro se va a enfrentar a la muerte. Jesús, al ver a los suyos tan hundidos, quiere levantarles el ánimo: “No se turbe vuestro corazón”. Es una larga conversación de sobremesa. Hay palabras de despedida, “Yo me voy al Padre”, pero también de proyectos y promesas: “Voy a prepararos sitio, y volveré, y os llevaré conmigo”.

Sólo les pide una cosa: la fe, que tengan confianza. Siete veces repite Jesús: “creed”, “creedme”, “¿no crees?”.

2.- Palabra

Son las últimas palabras antes de morir. Suenan a testamento. Es la hora en que se dice lo más importante, sólo lo esencial, lo que queda grabado para siempre. El evangelista las sitúa detrás de la traición de Judas y el anuncio de la negación de Pedro.

La duda y la turbación de los discípulos se manifiestan en las intervenciones de Tomás y Felipe. No saben a dónde va Jesús, no saben el camino, no saben cómo conocer al Padre del que tanto les habla.

Y Jesús intenta enseñarles. Comienza por su relación con Dios Padre: “Yo estoy en el Padre y el Padre en mí”. Por eso puede hacerles ya la gran promesa: “Os llevaré conmigo, porque donde yo estoy quiero que estéis también vosotros”. A pesar de todo, el hombre pregunta “¿Cómo podemos saberlo?”. Por fin, Jesús desvela la clave: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. “Quien me ha visto a mí ha visto al Padre”. Él es la palabra, la revelación de Dios. Sus obras le delatan porque cumple en su vida el proyecto que Dios le encomendó. Lo canta la liturgia: “Cristo, resplandor de la gloria del Padre”.

3.- Vida

Dentro de nosotros se mueve también el deseo de Dios, queremos que se nos muestre al Padre. Suspiramos como Moisés en el Sinaí: “Muéstrame, Señor, tu gloria”. Como el salmista: “Mi alma tiene sed de Ti”. Como San Agustín: “Nuestro corazón está ardiendo hasta que descanse en Ti”. Pecadores y todo, nunca se apaga en nosotros la llama del Dios que nos habita, buscamos la luz de su rostro. Su bondad y su amor nos envuelven. Al final, Jesús nos llevará a esa casa del Padre, donde nos ha preparado el sitio. Esa sí que será la “casa encendida”, el hogar de los hijos.

La cosa será más fácil si hacemos de Jesús nuestro camino, nuestra verdad y nuestra vida. Pero esto sólo se alcanza en el “encuentro personal” con Jesucristo. Cristo, en el centro y lo primero del vivir cristiano. Por ejemplo: porque Cristo es camino, imitamos su estilo de vida, sus ideales, su sentir, su sufrir. La moral, los mandamientos vienen en segundo lugar. Porque Cristo es la verdad, vemos la belleza del conocimiento de Dios y la luz que irradia su mensaje, no tenemos miedo y aceptamos las verdades pequeñas de otras culturas. Luego, y siempre después, vendrán las fórmulas de la fe y los catecismos. Porque Cristo es la vida, comemos el pan de vida y bebemos el agua que salta hasta la vida eterna. Después tendrán su exacto sentido el rito, la liturgia, los actos piadosos. Nunca, despreciar nada, pero guardando su orden y su medida: por Cristo, con él y en él.


Ahora nos toca convertirnos, nosotros también, en camino hacia Dios, en resplandor de Jesús para los hombres, que dudan y preguntan. Repetimos con la santa joven madrileña: “Que quien me mire te vea”. Por desgracia, este camino puede quedar oscurecido a causa del pecado de los hombres y mujeres de la Iglesia, Pero, incluso así, hemos de gritar a todos que Jesús está por encima de las miserias de sus discípulos, que con él sí hay camino, que él nos acompañará hasta la muerte, que, al fin, “siempre nos quedará Jesús”.


NO OS QUEDÉIS SIN JESÚS

Al final de la última cena Jesús comienza a despedirse de los suyos: ya no estará mucho tiempo con ellos. Los discípulos quedan desconcertados y sobrecogidos. Aunque no les habla claramente, todos intuyen que pronto la muerte les arrebatará de su lado. ¿Qué será de ellos sin él?

Jesús los ve hundidos. Es el momento de reafirmarlos en la fe enseñándoles a creer en Dios de manera diferente: «Que no tiemble vuestro corazón. Creed en Dios y creed también en mí». Han de seguir confiando en Dios, pero en adelante han de creer también en él, pues es el mejor camino para creer en Dios.

Jesús les descubre luego un horizonte nuevo. Su muerte no ha de hacer naufragar su fe. En realidad, los deja para encaminarse hacia el misterio del Padre. Pero no los olvidará. Seguirá pensando en ellos. Les preparará un lugar en la casa del Padre y un día volverá para llevárselos consigo. ¡Por fin estarán de nuevo juntos para siempre!

A los discípulos se les hace difícil creer algo tan grandioso. En su corazón se despiertan toda clase de dudas e interrogantes. También a nosotros nos sucede algo parecido: ¿No es todo esto un bello sueño? ¿No es una ilusión engañosa? ¿Quién nos puede garantizar semejante destino? Tomás, con su sentido realista de siempre, sólo le hace una pregunta: ¿Cómo podemos saber el camino que conduce al misterio de Dios?

La respuesta de Jesús es un desafío inesperado: «Yo soy el camino, la verdad y la vida». No se conoce en la historia de las religiones una afirmación tan audaz. Jesús se ofrece como el camino que podemos recorrer para entrar en el misterio de un Dios Padre. El nos puede descubrir el secreto último de la existencia. El nos puede comunicar la vida plena que anhela el corazón humano.



Son hoy muchos los hombres y mujeres que se han quedado sin caminos hacia Dios. No son ateos. Nunca han rechazado de su vida a Dios de manera consciente. Ni ellos mismos saben si creen o no. Sencillamente, han dejado la Iglesia porque no han encontrado en ella un camino atractivo para buscar con gozo el misterio último de la vida que los creyentes llamamos "Dios".
Al abandonar la Iglesia, algunos han abandonado al mismo tiempo a Jesús. Desde estas modestas líneas, yo os quiero decir algo que bastantes intuís. Jesús es más grande que la Iglesia. No confundáis a Cristo con los cristianos. No confundáis su Evangelio con nuestros sermones. Aunque lo dejéis todo, no os quedéis sin Jesús. En él encontraréis el camino, la verdad y la vida que nosotros no os hemos sabido mostrar. Jesús os puede sorprender.


Lectura del santo evangelio según san Juan (14,1-12):


En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Que no tiemble vuestro corazón; creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias; si no fuera así, ¿os habría dicho que voy a prepararos sitio? Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino.»
Tomás le dice: «Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?»
Jesús le responde: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí. Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto.»
Felipe le dice: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta.»
Jesús le replica: «Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: muéstranos al Padre? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace sus obras. Creedme: yo estoy en el Padre, y el Padre en mí. Si no, creed a las obras. Os lo aseguro: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores. Porque yo me voy al Padre.»

Palabra del Señor


COMENTARIO.


En el Evangelio de hoy, nuestro Señor Jesucristo nos da la que tal vez sea la definición más completa y profunda que El hizo de Sí mismo: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”.

Y nos dejó esa definición la noche antes de su muerte, cuando cenando con los Apóstoles, les daba sus últimos y quizás más importantes anuncios. Los Apóstoles, sin lograr entender mucho de lo que les decía, estaban evidentemente preocupados. Y el Señor los tranquilizaba diciéndoles: “En la Casa de Mi Padre hay muchas habitaciones... Me voy a prepararles un lugar ... Volveré y los llevaré conmigo, para que donde Yo esté, también estén ustedes. Y ya saben el Camino para llegar al lugar donde Yo voy” (Jn. 14, 1-12).”

Tomás, el que le costaba creer, le replica: “Señor, si ni siquiera sabemos a dónde vas ¿cómo podemos saber el camino?”, a lo que Jesús le responde: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”.

Efectivamente, Jesús iba a morir, resucitar y ascender al Cielo; es decir, se iba a la Casa del Padre. Y a ese sitio desea llevarnos a cada uno de nosotros, para que estemos donde El está. Y El no solamente nos muestra el Camino, sino que nos dice que El mismo es el Camino, cuestión un tanto complicada, que Jesús les explica de seguidas: “Nadie va al Padre si no es por Mí”.

El Camino del cual nos está hablando el Señor no es más que nuestro camino al Cielo. Es el camino que hemos de recorrer durante esta vida terrena para llegar a la Vida Eterna, para llegar a la Casa del Padre, donde El está.

Y... ¿cómo es ese camino? Si pudiéramos compararlo con una carretera o una vía como las que conocemos aquí en la tierra, ¿cómo sería? ¿Sería plano o encumbrado, ancho o angosto, cómodo o peligroso, fácil o difícil? ¿Iríamos con carga o sin ella, con compañía o solos? ¿Con qué recursos contamos? ¿Tendríamos un vehículo... y suficiente combustible? ¿Cómo es ese Camino? ¿Cómo es ese recorrido?

Veamos algo importante: Jesús mismo es el Camino. ¿Qué significa este detalle? Significa que en todo debemos imitarlo a El. Significa que ese Camino pasa por El. Por eso debemos preguntarnos qué hizo El. Sabemos que durante su vida en la tierra El hizo sólo la Voluntad del Padre. Y, en esencia, ése es el Camino: seguir sólo la Voluntad del Padre. Ese fue el Camino de Jesucristo. Ese es nuestro Camino.

Vista la vida de Cristo, podríamos respondernos algunas preguntas sobre este recorrido: es un Camino encumbrado, pues vamos en ascenso hacia el Cielo.

Sobre si es ancho o angosto, Jesús ya lo había descrito con anterioridad: “Ancho es el camino que conduce a la perdición y muchos entran por ahí; estrecho es el camino que conduce a la salvación, y son pocos los que dan con él” (Mt. 7, 13-14).

¿Fácil o difícil? Por más difícil que sea, todo resulta fácil si nos entregamos a Dios y a que sea El quien haga en nosotros. Así que ningún recorrido, por más difícil que parezca, realmente lo es, si lo hacemos en y con Dios.

Carga llevamos. Ya lo había dicho el Señor: “Si alguno quiere seguirme, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz de cada día y que me siga” (Lc. 9, 23).

No vamos solos. No solamente vamos acompañados de todos aquéllos que buscan hacer la Voluntad del Padre, sino que Jesucristo mismo nos acompaña y nos guía en el Camino, y -como si fuera poco- nos ayuda a llevar nuestra carga.

¿Recursos? ¿Vehículos? ¿Combustible? Todos los que queramos están a nuestra disposición: son todas las gracias -infinitas, sin medida, constantes, y además, gratis (por eso se llaman gracias)- que Dios da a todos y cada uno de los que deseamos pasar por ese Camino que es Cristo y seguir ese Camino que El nos muestra con su Vida y nos enseña con su Palabra: hacer en todo la Voluntad del Padre.

En la Primera Lectura de los Hechos de los Apóstoles (Hech. 6, 1-7) se nos relata la institución de los primeros Ministerios en la Iglesia. Hemos leído cómo los Apóstoles decidieron delegar en “siete hombres de buena reputación, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría”, para que les ayudaran en el servicio a las comunidades cristianas que se iban formando, de manera que ellos pudieran dedicarse mejor “a la oración y al servicio de la palabra”.

Y respecto de esos “Ministerios” o funciones de servicio dentro de la Iglesia, el Concilio Vaticano II nos indica que, no sólo los Sacerdotes, Religiosos y Religiosas tienen funciones, sino que también los Laicos pueden y deben realizar funciones de servicio en la Iglesia. Y este derecho le viene a los Seglares del simple hecho de ser bautizados, pues el Sacramento del Bautismo los hace “participar en el Sacerdocio regio de Cristo” (LG 26).

Y el Concilio basa esa solemne declaración en la Segunda Lectura que hemos leído hoy, tomada de la Primera Carta del Apóstol San Pedro (1 Pe. 2, 4-9). En efecto, en su Documento sobre el Apostolado Seglar (AA 3) el Concilio explica lo que significa hoy para nosotros esta Segunda Lectura:

1. El Apostolado y el servicio de los Seglares dentro de la Iglesia es un derecho y es un deber.
2. Por el Bautismo los Laicos forman parte del Cuerpo Místico de Cristo, que es la Iglesia, y por la Confirmación son fortalecidos por el Espíritu Santo y enviados por el Señor a realizar la Evangelización, así como a ejercer funciones de servicio dentro de la misma Iglesia.

También, siguiendo lo que nos dice San Pedro en esta Carta: Cristo es la piedra fundamental -la piedra angular. Pero todos nosotros, Sacerdotes y Laicos, “somos piedras vivas, que vamos entrando a formar parte en la edificación del templo espiritual, para formar un sacerdocio santo”. Por eso el Concilio, basándose en esta Carta, declara quelos Seglares “son consagrados como sacerdocio real y nación santa”.

Sin embargo, a pesar de toda la grandeza y significación que tiene el hecho de que los Seglares participen del Sacerdocio de Cristo, hay que tener en cuenta que hay una distancia considerable entre la función de un Seglar instituido como Ministro Laico para ejercer algún tipo de función dentro de la Iglesia y la función de un Sacerdote consagrado por el Sacramento del Orden Sacerdotal.

Pero es así como, a través de unos y otros Ministerios dentro de su Iglesia - los Ministerios Sacerdotales y los Ministerios Laicales - “el Señor -como hemos repetido en el Salmo (32)- “cuida de los que le temen”, cuida de cada uno de nosotros.







Fuentes:
Iluminación Divina
Conrado Bueno Bueno
José A. Pagola
Ángel Corbalán

jueves, 19 de mayo de 2011

Entronización de Nuestra Señora de la Dulce Espera..en San García Abad!!

"Bienvenido Mayo, y con alegría;
por eso roguemos a Santa María
que pida a su Hijo aún todavía
que de pecado y locura nos guarde.
Bienvenido Mayo.
Bienvenido seas, y con alegría.".
(Alfonso X El Sabio)


Y en Mayo, tenía que ser !

El pasado martes, 17 de Mayo, como si desde el cielo llegara, desde el pueblo hermano de Argentina, nuestra amiga, la Sra. Norma Beatriz González Fernández de Philipps, nos ha traído para estar con nosotros, la imagen de María, Madre de la Dulce Espera.


En una carta del Presbítero D. Daniel Moreno, párroco de la Iglesia Catedral de Quilmes (Buenos Aires), dirigida a nuestro párroco, reverendo José Carlos Del Valle , comunicaba que…

"La Señora Norma Beatriz González Fernández de Philipps, miembro de la comunidad parroquial de la Iglesia Catedral de Quilmes, la acompaña y nos dona, la imagen de María, Madre de la Dulce Espera, la que es gemela de la que fue entronizada en dicha Catedral el 15 de Octubre de 2009. Esta imagen perteneció a la familia de Norma en acción de gracias por la llegada de sus nietos.

Es cuando, Norma, habiendo descubierto el interés y devoción del padre José Carlos del Valle, hacia Nuestra Señora de La Dulce Espera, quien había sido su párroco en San Bernardo, Norma, le promete algún día llevarle una réplica allá donde él estuviera de párroco.

La Comunidad de Quilmes, acompaña con su oración a esta celebración, La Liturgia de Entronización de Nuestra Señora de la Dulce Espera, en ese día.

Comparten con nosotros la alegría por los frutos de esta devoción que nos compromete a todos a alentar la opción por la vida.

Se unen con nuestra comunidad parroquial, comprobando que la devoción a María Santísima es el camino más corto para llegar a su Hijo Jesús, nuestro Hermano y amigo que se hace Pan, para llamarnos a su mesa y saciar nuestro hambre de amor, de paz y de solidaridad.

Y para finalizar, hacen suyas la alegría de nuestra comunidad al recibir esta imagen de María Madre de la Dulce Espera, comprobando una vez más, que María, la Madre de Jesús y también nuestra, no sabe de distancias ni fronteras, sólo quiere llegar a quienes con amor y sencillez la esperan.".

Desde nuestra Comunidad de San García Abad, queremos agradecerle tanto al párroco de la Iglesia Catedral de Quilmes y a la Señora Doña Norma Beatriz González Fernández de Philipps, que hayan traído hasta nosotros a nuestra María, nuestra Madre, Nuestra Señora de la Dulce espera.

Muchas gracias y que Dios, nuestro Señor, los bendiga.!


A continuación, la señora Norma Beatriz González Fernández de Philips, tomó la palabra para hacernos una breve historia de la advocación de María, Nuestra Señora de la Dulce Espera.

Resulta que, la parroquia devotense de Quilmes, alberga en la calle José Cubas la imagen más venerada en toda la Argentina por las creyentes embarazadas. Todos los sábados primeros de cada mes, se repite la ceremonia de bendición de escarpines y la procesión de madres que se acercan para agradecer el éxito de sus partos.
Celebración que se lleva a cabo en la Parroquia de la Inmaculada Concepción de Villa Devoto . La Sra. Norma González de Phillips, nos explica que… “Esta advocación de la Virgen María embarazada, considerada por la Iglesia Católica como la “patrona de las madres que esperan un hijo”, cuenta con su versión más reconocida en toda la Argentina allí, en dicho barrio.”.

Tambien, añade; “Si bien la devoción por la imagen de La Virgen María embarazada de Jesús es antiquísima, en Argentina sufrió un nuevo impulso desde la instalación de una virgen de piedra en la parroquia de la calle José Cubas, donde se encuentra el Seminario Mayor de Buenos Aires. ¿Donde mejor podía haber elegido Ella.”.

Y añade que; “La misma fue trasladada al país luego de que un matrimonio argentino le rezara cuando estaba ubicada en una cripta de la catedral de Santiago de Compostela, pidiendo por su hija, quien no lograba quedar embarazada. Años después, la hija por la cual pedían tuvo dos hijos y, a partir de entonces, sus padres se comprometieron a llevar la imagen ante la cual habían rezado a la Argentina.

Así fue que, previa aprobación eclesiástica, la estatua de piedra tiene un sitio hoy en la Parroquia Inmaculada Concepción de Villa Devoto.

Allí, los primeros sábados de cada mes, las autoridades de la parroquia deben duplicar la cantidad de misas –de dos a 4- y se bendicen escarpines por decenas que, como indica la tradición, son entregados a mujeres embarazadas que cursan el 8º o 9º mes de gestación. Al mismo tiempo, madres que recibieron esos escarpines, vuelven un mes después del parto con el objeto de agradecer a la patrona.”.

Por supuesto, nuestra amiga Norma, nos habla de celebraciones con más de 1000 fieles. Que envídia!!

Tras a exposición oral llevada a cabo por la Sra. González de Phillips, se continuó con la ceremonia litúrgica, bendiciendo la imagen y al finalizar la celebración con oración y cánticos a Nuestra Señora de la Dulce Espera, nuestro párroco, reverendo José Carlos Del Valle Ruiz, presentó ante la imagen de Nuestra Señora...

A embarazadas...



Niños...


y a continuación , fueron desfilando los feligreses presentes para besar y orar ante la imagen de Nuestra Señora, que ya está aquí para quedarse entre nosotros.



Más tarde, en procesión se colocó la imagen en su lugar asignado en el Templo y junto, a nuestro patrón San García Abad.


A partir de ahora , podemos decir que,en nuestra parroquia y en la ciudad de Algeciras, ya está con nosotros, María, Nuestra Señora de la Dulce Espera!



Desde aquí, le pedimos que interceda ante Jesús, su hijo y hermano nuestro , por todos nosotros, nuestras familias y amigos.

Además, dulce Madre mía, fíjate especialmente en aquellas mujeres que enfrentan este momento solas, sin apoyo o sin cariño.

Que puedan sentir el amor del Padre ,y que descubran que cada niño que viene al mundo es una bendición.


Amén.



Comunicación de la cesión de la Imagen de Nuestra Señora de la Dulce Espera, de doña Norma Beatriz González de Philips a la Parroquia de San García Abad de Algeciras (Cádiz-España) y refrenda el Párroco de la Catedral de Quilmes (Argentina).