domingo, 31 de julio de 2016

«La vida de uno no está asegurada por sus bienes» (Evangelio dominical)





Hoy, Jesús nos sitúa cara a cara con aquello que es fundamental para nuestra vida cristiana, nuestra vida de relación con Dios: hacerse rico delante de Él. Es decir, llenar nuestras manos y nuestro corazón con todo tipo de bienes sobrenaturales, espirituales, de gracia, y no de cosas materiales.

Por eso, a la luz del Evangelio de hoy, nos podemos preguntar: ¿de qué llenamos nuestro corazón? El hombre de la parábola lo tenía claro: «Descansa, come, bebe, banquetea» (Lc 12,19). Pero esto no es lo que Dios espera de un buen hijo suyo. El Señor no ha puesto nuestra felicidad en herencias, buenas comidas, coches último modelo, vacaciones a los lugares más exóticos, fincas, el sofá, la cerveza o el dinero. Todas estas cosas pueden ser buenas, pero en sí mismas no pueden saciar las ansias de plenitud de nuestra alma, y, por tanto, hay que usarlas bien, como medios que son.
                                     


Es la experiencia de san Ignacio de Loyola, cuya celebración tenemos tan cercana. Así lo reconocía en su propia autobiografía: «Cuando pensaba en cosas mundanas, se deleitaba, pero, cuando, ya aburrido lo dejaba, se sentía triste y seco; en cambio, cuando pensaba en las penitencias que observaba en los hombres santos, ahí sentía consuelo, no solamente entonces, sino que incluso después se sentía contento y alegre». También puede ser la experiencia de cada uno de nosotros.

Y es que las cosas materiales, terrenales, son caducas y pasan; por contraste, las cosas espirituales son eternas, inmortales, duran para siempre, y son las únicas que pueden llenar nuestro corazón y dar sentido pleno a nuestra vida humana y cristiana.

Jesús lo dice muy claro: «¡Necio!» (Lc 12,20), así califica al que sólo tiene metas materiales, terrenales, egoístas. Que en cualquier momento de nuestra existencia nos podamos presentar ante Dios con las manos y el corazón  lleno de esfuerzo por buscar al Señor y aquello que a Él le gusta, que es lo único que nos llevará al Cielo.




Lectura del santo evangelio según san Lucas (12,13-21):

                                  


En aquel tiempo, dijo uno del público a Jesús: «Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia.»
Él le contestó: «Hombre, ¿quién me ha nombrado juez o árbitro entre vosotros?»
Y dijo a la gente: «Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes.»
Y les propuso una parábola: «Un hombre rico tuvo una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos: "¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha." Y se dijo: "Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el grano y el resto de mi cosecha. Y entonces me diré a mí mismo: hombre, tienes bienes acumulados para muchos años; túmbate, come, bebe y date buena vida." Pero Dios le dijo: "Necio, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será?" Así será el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios.»

Palabra del Señor


COMENTARIO.


                                       


Las Lecturas de este Domingo nos hablan sobre los bienes materiales y los bienes espirituales. Nos advierten acerca del peligro de la avaricia, la cual es un pecado y un vicio relacionado con el apego a los bienes materiales y con el deseo de tener mucho.

La Primera Lectura del Libro del Eclesiastés (Qo. 1, 2; 2, 21-23) nos insinúa la poca importancia que tienen los bienes materiales y los afanes de este mundo.
La Segunda Lectura de San Pablo (Col. 3, 1-5. 9-11) nos invita muy claramente a ocuparnos “de los bienes de arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios”. Es decir, nos habla San Pablo de los bienes del Cielo, de los bienes que tienen relación con nuestra vida espiritual, de los bienes que tenemos que buscar para llegar a nuestra meta, que es el Cielo. Menciona también San Pablo la “avaricia”, “como una forma de idolatría”.

Idolatría es la adoración y el culto a dioses falsos. ¿Por qué, entonces, habla de la avaricia como idolatría? Porque el deseo excesivo de bienes materiales, la satisfacción de necesidades inventadas o de lujos innecesarios terminan por convertir al dinero en un dios falso, en una cosa a la que se le rinde culto, porque se le pone por encima de todas las demás cosas, por encima de los bienes espirituales, por encima de Dios.
                     


El Evangelio (Lc. 12, 13-21) también nos habla de la avaricia: “Eviten toda clase de avaricia, porque la vida del hombre no depende de la abundancia de los bienes que posea” .

Pero ... ¡qué difícil es no estar apegado a los bienes de aquí abajo, a los bienes de la tierra: dinero, propiedades, comodidades, lujos, gustos, placeres, seres queridos, etc.! Y si nos fijamos bien en la Palabra de Dios, el Señor nos pide apegarnos solamente a los bienes de allá arriba y desprendernos totalmente de lo que solemos llamar “las cosas de este mundo”.

Si nos fijamos bien en lo que hemos rezado en el Salmo de hoy (Sal. 89), podemos darnos cuenta de la poca importancia que tienen las cosas de esta vida. El Salmo nos hace reflexionar también sobre lo efímero de esta vida; es decir sobre lo breve que es esta vida comparada con la eternidad: “Nuestra vida es tan breve como un sueño ... Mil años son para Ti como un día ... Enséñanos a ver lo que es la vida y seremos sensatos”.
                                               


¡Y es verdad! Es una insensatez darle tanta importancia a esta vida y a las cosas de esta vida. ¡Esta vida es nada... comparada con la otra Vida! ¡Es brevísima si la comparamos con la eternidad! ¡Es poco importante si la comparamos con lo que nos espera después!

Recordemos aquí, entonces, el fin para el cual hemos sido creados ... ¿Cuál es nuestra meta? ... Hemos sido creados por Dios para una felicidad perfecta. Y ese anhelo de felicidad es bueno, pues ha sido puesto por Dios en el corazón del hombre.

Sin embargo, esa felicidad perfecta sólo será posible tenerla en la otra vida, en la Vida que comienza después de esta vida terrena, cuando se inicia para los seres humanos la Vida Eterna, la vida que no tiene fin. Es un error pensar que ese anhelo de felicidad se satisface con bienes materiales.
                                                      


Cuando el ser humano busca equivocadamente esa felicidad en los bienes de este mundo -y muy especialmente, en los bienes materiales y en el dinero que los obtiene- pierde de vista los verdaderos bienes; es decir, los bienes de allá arriba. Entonces corre el riesgo de quedarse con los bienes de aquí abajo y de perder los verdaderos bienes, que son los que recibiremos en la otra Vida.
Se nos olvida aquel consejo de Jesús:“Busquen primero el Reino de Dios y su justicia y lo demás se les dará por añadidura” (Mt. 6, 33).

Y el Señor, además de este consejo, nos hace varias veces graves advertencias sobre el apego a las cosas del mundo: “No acumulen tesoros en la tierra ... Reúnan riquezas celestiales que no se acaban ... porque donde están tus riquezas, ahí también estará tu corazón”. (Mt. 6, 19-21 y Lc. 12, 33-34).
Esta advertencia de Jesucristo es muy importante. En ella nos pide “ahorrar” para el Cielo, nos pide “ahorrar” bienes celestiales. Y nos pide, además, considerar estos bienes celestiales como la verdadera riqueza.

Si seguimos considerando verdadera riqueza los bienes de aquí abajo, nuestro corazón quedará atrapado por esos bienes perecederos que se acaban: nuestro corazón quedará atrapado en el pecado de la avaricia.
                                                


Y ¿qué sucede con los bienes acumulados aquí? ¿Acaso nos los podemos llevar para el viaje a la eternidad? ¿Qué sucede con las riquezas acumuladas aquí abajo? ¿Las podemos llevar con nosotros? Bien sabemos que no... Definitivamente, no.

Se cuenta de un señor muy, muy avaro... ¡tan avaro! que quiso que lo enterraran con el dinero que había acumulado en una cuenta muy sustanciosa que tenía. Y tanta era su avaricia que le hizo prometer a la esposa que lo enterraría con el dinero que estaba en esa cuenta.

Muere el señor y la esposa le hizo saber de su promesa al hijo mayor. Este -muy sagazmente- resolvió el problema: “No te preocupes, mamá, yo le voy a hacer un cheque por la cantidad que hay en la cuenta, y se lo ponemos en la urna” ... En qué Banco iría a cobrar este cheque el avaro fallecido (???).
                                                   


Y esto -que parece un cuento- puede llegar a suceder, porque no sabemos a dónde nos puede llevar la avaricia. La avaricia -recordemos- es una forma de idolatría, de rendir culto al dios “dinero”. Y si no nos lleva a extremos como el del avaro enterrado con su cheque, sí nos aleja de las cosas de Dios, sí nos aleja de los bienes espirituales, sí nos aleja de lo único que es importante para llegar a nuestra meta que es el Cielo.

El Señor nos advierte acerca de la avaricia, acerca de ese apego a los bienes de este mundo. Y lo hace en tono bastante grave, y en varias ocasiones.

Fijémonos, concretamente, en el Evangelio de hoy: Nos dice así el Señor:“eviten toda clase de avaricia, porque la vida del hombre no depende de la abundancia de los bienes que posea”.

Y cuenta la parábola de un hombre acumulador de riquezas que se siente muy satisfecho de todo lo acumulado. “Pero Dios le dijo: ¡Insensato! Esta misma noche vas a morir. ¿Para quién serán todos tus bienes? Y la advertencia final del Señor en este Evangelio es la siguiente: “Esto mismo le pasa al que amontona riquezas para sí mismo y no se hace rico de lo que vale ante Dios”.
                                  


Recordemos, nuevamente, lo que nos dice San Pablo en su Carta de hoy: “Busquen los bienes de arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios. Pongan todo el corazón en los bienes del Cielo, no en los de la tierra”

Y ¿cuáles son esos bienes del Cielo? ... Se trata de todas las obras buenas a las que nos invita el Señor a través de su Palabra. Una de ellas es el ejercicio de la Caridad, que es la virtud que nos lleva a amar a Dios sobre todas las cosas y a amar a los demás como Dios nos pide amarlos.

En la práctica de la Caridad podemos resumir los bienes de allá arriba, porque al final -antes de llegar a la Vida Eterna- seremos juzgados en el Amor ...
¿Hemos amado a Dios -verdaderamente- sobre todas las cosas? ¿Hemos amado a Dios por encima de cualquier otro bien terrenal?

Es decir: ¿Hemos puesto a Dios primero que todo (¿primero que el dinero?) ... y, también, primero que a todos? ...

                                          


Pero, además, ¿ese Amor a Dios lo hemos traducido en amor a los demás; es decir, en buscar el bien del otro, primero y antes que mi propio bien? ...
Todo esto, y aún más, es acumular riquezas para el Cielo.

Las advertencias del Señor sobre los bienes del Cielo y los bienes de la tierra nos deben llevar a examinarnos sobre cómo están nuestros “ahorros” para el Cielo ... ¿Estamos ahorrando sólo para este mundo ... o estamos ahorrando principalmente para el Cielo?











Fuentes;
Sagradas Escrituras
Homilias.org
Evangeli.org



domingo, 17 de julio de 2016

«Hay necesidad... de una sola cosa» (Evangelio dominical)

                  


Hoy vemos a un Jesús tan divino como humano: está cansado del viaje y se deja acoger por esta familia que tanto ama, en Betania. Aprovechará la ocasión para hacernos saber qué es “lo más importante”.

En la actitud de estas dos hermanas se acostumbra a ver reflejadas dos maneras de vivir la vocación cristiana: la vida activa y la vida contemplativa. María, «sentada a los pies del Señor»; Marta, atareada por muchas cosas y ocupaciones, siempre sirviendo y contenta, pero cansada (cf. Lc 10,39-40.42). 
—«Calma», le dice Jesús, «es importante lo que haces, pero es necesario que descanses, y más importante aun, que descanses estando conmigo, mirándome y escuchándome». Dos modelos de vida cristiana que hemos de coordinar y de integrar: vivir tanto la vida de Marta como la de María. Hemos de estar atentos a la Palabra del Señor, y vigilantes, ya que el ruido y el tráfico del día a día —frecuentemente— esconde la presencia de Dios. Porque la vida y la fuerza de un cristiano solamente se mantienen firmes y crecen si él permanece unido a la verdadera vid, de donde le viene la vida, el amor, las ganas de continuar adelante... y de no mirar atrás.
                                        

A la mayoría, Dios nos ha llamado a ser como “Marta”. Pero no hemos de olvidar que el Señor quiere que seamos cada vez más como “María”: Jesucristo también nos ha llamado a “escoger la mejor parte” y a no dejar que nadie nos la quite.

Él nos recuerda que lo más importante no es lo que podamos hacer, sino la Palabra de Dios que ilumina nuestras vidas, y, así por el Espíritu Santo nuestras obras quedan impregnadas de su amor.

Descansar en el Señor solamente es posible si gozamos de su presencia real ante la Eucaristía. ¡Oración ante el sagrario!: es el tesoro más grande que tenemos los cristianos. Recordemos el título de la última encíclica de Juan Pablo II: La Iglesia vive de la Eucaristía. El Señor tiene muchas cosas que decirnos, más de las que nos pensamos. Busquemos, pues, momentos de silencio y de paz para encontrar a Jesús y, en Él, reencontrarnos a nosotros mismos. Jesucristo nos invita hoy a hacer una opción: escoger «la parte buena» (Lc 10,42).


Lectura del santo evangelio según san Lucas (10, 38-42):
                         
                              

En aquel tiempo, entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Ésta tenía una hermana llamada Maria, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra. 
Y Marta se multiplicaba para dar abasto con el servicio; hasta que se paró y dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me eche una mano.» 
Pero el Señor le contestó: «Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; sólo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor, y no se la quitarán.» 


Palabra del Señor


COMENTARIO.

                                  


En la Primera Lectura del día de hoy vemos a Abraham siendo visitado por el Señor. Nos dice así la Escritura: “En aquellos días el Señor se apareció a Abraham junto a la encina de Mambré, mientras él estaba sentado a la puerta de la tienda...” Y Abraham de inmediato comienza a atender al Señor.

Algo similar vemos en el Evangelio: el Señor va a visitar a sus amigos, Lázaro, Marta y María, quienes eran hermanos. Y Marta se afana por atender a Jesús, al punto que reclama al Señor que María no la ayuda. Y el Señor le da a una respuesta un tanto desconcertante... como a veces son las respuestas del Señor.
                                                      


Si bien estas Lecturas nos muestran el servicio a Dios en forma de atenciones domésticas, ante la visita de alguien tan importante como el Señor, debemos tener en cuenta que servir a Dios es sobre todo hacer su Voluntad, es complacerlo en todo. Servir a Dios es estar a sus órdenes: dejar que El sea quien nos dirija. Servir al Señor es buscar complacerlo en todo.

Para poder ver esto, observemos, entonces, la actuación de estos personajes que nos presentan las Lecturas de hoy.

Abraham es nuestro padre en la fe. Su característica principal fue una fe indubitable... una fe inconmovible... una fe a toda prueba ... y una confianza absoluta en la Voluntad de Dios. Por eso se le conoce como el padre de todos los creyentes.
                                                      


A Abraham Dios comenzó pidiéndole que dejara todo: Vete de tu tierra y de tu patria y de la casa de tu padre. Y sale sin saber a dónde va. Ante la orden del Señor, Abraham cumple ciegamente. Va a una tierra que no sabe dónde queda y no sabe siquiera cómo se llama. Deja todo, renuncia a todo: patria, casa, estabilidad, etc. Da un salto en el vacío en obediencia a Dios. Confía absolutamente en Dios. Abraham sabe que su vida la rige Dios, y no él mismo. Dios le exigió mucho a Abraham, pero a la vez le promete que será padre de un gran pueblo.

Y Abraham cree, a pesar de que todas las circunstancias parecen contrarias a esta promesa. Por un lado, su esposa Sara es estéril y él ya cuenta con la edad de 75 años para el momento de la promesa. Pero Abraham cree por encima de las circunstancias humanas. 
                                                  
                             
Pasa el tiempo ... pasa ¡bastante tiempo!, desde que Dios le hizo su promesa a Abraham ... pasan ¡24 años! ... Ya Abraham tiene 99 años ... y Sara sigue estéril.

En esas condiciones y en ese momento tiene lugar la visita del Señor a la tienda de Abraham que hemos visto en el Primera Lectura. Recordemos que al final de la visita le dice: “Cuando vuelva a verte, dentro del tiempo de costumbre, Sara habrá tenido un hijo”.

Y así fue: al año siguiente, a un hombre de 100 años y a una mujer estéril de 90, les nace un hijo (Isaac), el hijo por el cual la descendencia de Abraham será tan numerosa como las estrellas del cielo, el hijo por el cual será Abraham padre de un gran pueblo, padre de todos los creyentes.

Han sido 24 años de larga espera. Y cuando lo que era difícil parecía ya imposible, Dios cumple su promesa. La lógica de Dios es distinta a la lógica humana. Los planes de Dios son diferentes a los planes de los hombres. Los planes de Dios no se realizan como el hombre quiere, sino como Dios quiere. Los planes de Dios no se realizan tampoco cuando el hombre quiere o cree, sino cuando Dios quiere.

A veces nos es más fácil hacer lo que Dios quiere, que hacer las cosas cuando Dios quiere. A veces nos es más fácil cumplir la Voluntad de Dios, que tener la paciencia para esperar el momento en que Dios quiere hacer su Voluntad.

                                               


Comienza a crecer el hijo de la promesa. Cuando ya todo parece estar estabilizado, Dios interviene nuevamente para hacer una exigencia “ilógica” a Abraham: le pide que tome a Isaac y que se lo ofrezca en sacrificio. Este tal vez sea uno de los episodios más conmovedores de la Biblia. Dios vuelve a exigirle todo. Ahora le pide la entrega de lo que Dios mismo le había dado como cumplimiento de su promesa: Isaac debe ser sacrificado. Abraham obedece ciegamente, sin siquiera preguntar por qué. Sube el monte del sacrificio para cumplir el más duro de los requerimientos del Señor. Y en el momento que se dispone a sacrificar a su hijo, Dios lo hace detener.

Abraham creyó y esperó: creyó contra toda apariencia, esperó contra toda esperanza... y también esperó el momento del Señor.

Veamos ahora a Marta y María en el Evangelio de hoy. Marta se encontraba muy atareada con los quehaceres domésticos. Y su hermana María se encontraba a los pies del Señor escuchando su Palabra.

                                               


Marta le reclama a Jesús la aparenteinactividad de su hermana y su injusticia al no ayudarla. Y decíamos que la respuesta del Señor era desconcertante: “Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa por muchas cosas. En realidad una sola cosa es necesaria y María escogió la mejor parte”.

Fíjense lo que le dice el Señor a Marta: el estarse en la oración a la escucha de la Palabra del Señor (es decir: el estarse a los pies del Señor), no sólo es la mejor parte, sino que es lo único necesario.

Si Marta representa el prototipo de la actividad y María el de la oración ... podríamos preguntarnos: ¿qué significa esta respuesta del Señor? ... ¿Cómo puede ser ésta la respuesta del Señor? ... ¿Dónde queda mi deseo de hacer, mi deseo de ayudar, mi deseo de actuar? ... ¡Dónde queda mi responsabilidad!
La dificultad en no comprender la respuesta del Señor está en que los hombres de hoy nos consideramos los protagonistas principales de nuestra vida.

 Olvidamos que Dios todo lo dispone. En eso no nos parecemos en nada a Abraham, que sabía que era Dios quien regía su vida. Recordemos cómo esperaba contra toda apariencia.

Los hombres de hoy no nos damos cuenta que nuestra vida es la historia de las acciones que Dios realiza en nosotros y a través de nosotros. Nosotros nos creemos los principales protagonistas de nuestra vida ... y no vemos la acción de Dios en nosotros ... ¡No vemos que Dios es el principal protagonista de la vida de cada uno de nosotros!
                                                


Para no quedar desconcertados con la respuesta que el Señor dio a Marta, para no quedar desconcertados porque el Señor nos dice lo mismo: que nos preocupamos por muchas cosas que realmente no son necesarias y nos perdemos de la mejor parte, necesitamos darnos cuenta de que no somos nosotros quienes llevamos las riendas de nuestra vida: es Dios quien las lleva.

Pero el problema es que andamos como Marta, sólo ocupados en la actividad, y se nos hace imposible llevar una relación íntima con el Señor, se nos hace imposible estar atentos a su Voz en la oración. Si andamos ocupados y preocupados sólo en la actividad, no tenemos tiempo para la oración.
“La mejor parte” a la que se refiere Jesús es justamente esa “aparente” inactividad de María. “La mejor parte, la única necesaria” es justamente la “aparente” inactividad de la oración.

En la oración, en la oración verdadera -esa oración en la que se busca al Señor para servirle en lo que El desea, esa oración que es asidua, que es diaria... en esa oración, Dios nos muestra su Voluntad. Y en esa oración podemos saber qué desea El de nosotros.
                                               


Además, en la oración, Dios nos da la fortaleza para cumplir su Voluntad, nos da también la entrega para aceptarla... y, además, nos da la paciencia para saber esperar el momento de su Voluntad.

Es así, como la oración nos lleva a la verdadera acción: es decir, la acción que desea el Señor de nosotros; no la que nosotros nos buscamos o nos inventamos, que casi nunca coincide con la que Dios quiere de nosotros.

Se da, entonces, el balance entre María y Marta; es decir, el balance entre la oración y la acción. Se da, entonces, la acción como frutode la oración. Y se da, sobre todo, esa entrega absoluta a la Voluntad de Dios que vemos en Abraham y esa fe inconmovible -a toda prueba- que tenía nuestro padre en la fe.

De no ser así, no sólo en nuestra vida personal, sino también en la actividad apostólica podemos equivocarnos, confundiendo nuestros propios caminos con los Caminos del Señor, pensando que ya sabemos cuál es el Camino, sin antes haber pasado, como María, la hermana de Marta, muchas horas “a los pies del Señor”, para que El nos indique qué desea de nosotros, cuál es Su Camino, cuál es Su Voluntad.

                                                      


Si para nuestra actividad diaria y nuestra actividad apostólica requerimos de la oración verdadera, ¿qué decir de la importancia de la oración para poder seguir el ejemplo de San Pablo sobre el sufrimiento?

La Segunda Lectura (Col. 1, 224-28) nos trae la famosa frase del Apóstol: “Ahora me alegro de sufrir por ustedes, porque así completo lo que falta a la pasión de Cristo en mí, por el bien de su Cuerpo que es la Iglesia”.

¿Cómo poder tener esa actitud de aceptación del sufrimiento por el bien de los demás y de la Iglesia si no recibimos esa gracia de oblación, de inmolación precisamente en la oración, estándonos muchos ratos a los pies del Señor, para que El mismo nos enseñe a imitarle?

Recordemos al Papa Juan Pablo II. El, que fue un ejemplo de ese deseado balance entre silencio y actividad, nos dijo:
                                             


“El hombre de hoy necesita recuperar momentos de silencio que permitan que Dios pueda hacer oír Su Voz y a la persona comprender y aceptar lo que Dios desee comunicarle” (JP II, 30-4-96).

Con el Salmo 14 nos hemos preguntado¿Quién será grato a tus ojos, Señor?. El Salmista nos da varias características del hombre que es grato a Dios. Nadie más grato que quien busca la Voluntad de Dios en la oración verdadera, sincera, entregada y atenta a lo que Dios nos pide. Así, podremos ser justos, como la descripción del salmista. Pero, además, toda nuestra actividad será lo que Dios quiere y espera de nosotros, pues viviremos de acuerdo a sus deseos en todo.










Fuentes:
Sagradas Escrituras
Evangeli.org
Homilias.org.

sábado, 16 de julio de 2016

VIVA LA VIRGEN DEL CARMEN, ESTRELLA DE LOS MARES !!



Hoy es Sábado, 16 de Julio, festividad de Nuestra Señora del Carmen. La Iglesia celebra a María bajo la advocación de Nuestra Señora del Carmen. Se trata de una de las advocaciones marianas más populares que existen, merced a la labor divulgadora de los carmelitas, que extendieron su devoción por todo el mundo. Es comúnmente invocada como patrona de las gentes de la mar. 

La también llamada "Estrella de los mares", en nuestra parroquia de San García Abad, será motivo de gran celebración esta tarde durante el Culto que se hace en su honor, la imagen de Nuestra Señora, está entronizada cerca del altar y con el nombre de "Nuestra Señora del Carmen , Estrella de los Mares". Al finalizar la ceremonia de la Santa Misa, se imponen los escapularios bendecidos de Nuestra Señora.



 "También yo llevo sobre mi corazón, desde hace tanto tiempo, el Escapulario del Carmen! Por ello, pido a la Virgen del Carmen que nos ayude a todos los religiosos y las religiosas del Carmelo y a los piadosos fieles que la veneran filialmente, para crecer en su amor e irradiar en el mundo la presencia de esta Mujer del silencio y de la oración, invocada como Madre de la misericordia, Madre de la esperanza y de la gracia".

(SanJuan Pablo II)


La Devoción a la Virgen del Carmen.

El Carmelo era sin duda, el monte donde numerosos profetas rindieron culto a Dios. Los principales fueron Elías y su discípulo Eliseo, pero existían también diferentes personas que se retiraban en las cuevas de la montaña para seguir una vida eremítica. Esta forma de oración, de penitencia y de austeridad fue continuada siglos más tarde, concretamente en el III y IV, por hombres cristianos que siguieron el modelo de Jesucristo y que de alguna forma tuvieron al mismo Elías como patrón situándose en el valle llamado Wadi-es-Siah.

A mediados del siglo XII, un grupo de devotos de Tierra Santa procedentes de Occidente -algunos creen que venían de Italia-, decidieron instalarse en el mismo valle que sus antecesores y escogieron como patrona a la Virgen María. Allí construyeron la primera iglesia dedicada a Santa María del Monte Carmelo. Desde su monasterio no quisieron crear una nueva forma de culto mariano, ni tampoco, el título de la advocación, respondía a una imagen en especial. 

Quisieron vivir bajo los aspectos marianos que salían reflejados en los textos evangélicos: maternidad divina, virginidad, inmaculada concepción y anunciación. Estos devotos que decidieron vivir en comunidad bajo la oración y la pobreza, fueron la cuna de la Orden de los Carmelitas, y su devoción a la Virgen permitió que naciera una nueva advocación: Nuestra Señora del Carmen.


Patrona de los marineros.

En la Edad Media se creía que María significaba "estrella del mar", en latín "stella maris". Desde aquella época, muchos carmelitas han aclamado a María como la "Flor del Carmelo" y la "Estrella del Mar". Lo hizo el mismo Simón Stock con esta plegaria que se le atribuye:

"Flor del Carmelo Viña florida, esplendor del cielo, Virgen fecunda, singular. ¡Oh Madre tierna, intacta de hombre, a todos tus hijos proteja tu nombre, Estrella del Mar!.

El nombre de "Stella Maris" se ha dado también a todos los centros del Apostolado del Mar de la Iglesia Católica que están ubicados en los puertos.

Pero ... ¿de donde viene el patronazgo de la Virgen del Carmen hacia los marineros?. En el siglo XVIII, cuando ya era muy popular la fiesta de la Virgen del Carmen en España, el almirante mallorquín Antonio Barceló Pont de la Terra, nacido en 1716 y fallecido en 1797, impulsó su celebración entre la marinería que él dirigía. Fue a partir de entonces cuando la marina española fue sustituyendo el patrocinio de San Telmo por el de la Virgen del Carmen. En muchas localidades españolas se celebran grandes procesiones marítimas que son un auténtico éxito. En el obispado de Girona cabe remarcar las de: l'Escala, Roses, Llançà, Arenys de Mar y Palamós.
Aunque la Virgen sea la patrona de los marineros, muchos de ellos comparten aún el patrocino con San Telmo. También los pescadores tienen a la Virgen del Carmen como patrona sin olvidar a San Pedro. Se la puede invocar para que nos proteja ante posibles naufragios y tempestades en alta mar. 

En Catalunya, antiguamente, las chicas rogaban con una pequeña oración a Nuestra Señora del Carmen para que les encontrara esposo rápidamente, daba igual su estatus económico, rico o pobre: "Mare de Déu del Carme, doneu-me un bon marit, sia pobre, sia ric, mentre vingui de seguit". También le tenían como patrona los ya desaparecidos serenos (policía nocturna) de Barcelona. 


El gran santuario dedicado a Nuestra Señora del Carmen se encuentra lógicamente en el Monte Carmelo, en Haifa (Israel), pero ... no en el valle del Wadi-es-Siah, sino en el valle conocido como "El-Muhraqa". Allí hay el monasterio de los carmelitas, una hospedería y un gran mirador.


Testimonio de San Simon Stock sobre la Virgen del Carmen.

Como ya sabrán, la fiesta de Nuestra Señora del Carmen es el 16 de julio, ya que según la tradición, fue el 16 de julio de 1251 la fecha del regalo del escapulario por parte de la Virgen a San Simón Stock. .A continuación mostramos el testimonio de este santo antes de morir;



"En el ocaso de mi vida, y al final de mis días como General de la Orden del Carmen, invoco una vez más a la Virgen María y le ruego me conceda la fuerza necesaria para dejar testimonio de algunos hechos que dieron sentido a mi paso por este mundo.

Hace algún tiempo, yo, Simón Stock, tuve el privilegio de unirme a aquellos religiosos llegados del bíblico Monte Carmelo, que se consideran discípulos del profeta Elías y, al mismo tiempo, hermanos de la Madre de Dios. Pertenecer a una Orden cuyos vínculos con María se remontan al Antiguo Testamento es mi mayor orgullo: Ya Elías vio prefigurada a María –antes de su nacimiento– en una nubecilla que ascendía del mar y que se interpretó como una prefiguración de la Inmaculada Concepción de la Virgen. Este hecho explica el vigor con el que los carmelitas siempre la hemos defendido, llevando el color que simboliza su pureza en el blanco de nuestras capas.
En una peregrinación al Monte Carmelo conocí otras tradiciones que unían nuestra historia a la de la Virgen. Durante su infancia, María visitaba con frecuencia esta Sagrada Montaña, ya que Nazaret está a pocas leguas de distancia. También se cuenta que volvió más tarde con José y con Jesús. Esa estrecha relación entre la Virgen y el Carmelo explica algunos acontecimientos que tuvieron lugar tiempo después.

Con la llegada de la Orden a Occidente, en los primeros años de esta centuria del 1.200, llegaron también los tiempos difíciles. Nuestra rápida expansión por Europa fue contemplada por algunos como una amenaza, y esto desencadenó una dura persecución contra nosotros. Fueron tiempos duros, que me hicieron comprender la importancia de la fe, el único refugio que buscábamos los Carmelitas y que hallamos bajo el manto de Nuestra Señora.

A Ella elevaba cada día mis plegarias en espera de obtener su protección. La respuesta llegó en el año de gracia de 1251. En esas fechas tuve el honor de recibir el favor de la Madre de Dios. Ella quiso escoger a este humilde siervo para mostrar su protección a la Orden Carmelita, haciéndome entrega del Escapulario.
Ella me dijo: «Recibe este signo de mi amor y protección para ti y para todos los carmelitas: Quien muriere con él no padecerá las penas del infierno». Aquellas palabras convertían en un sacramental, en un don del cielo, lo que hasta entonces había sido una tosca indumentaria, propia de los plebeyos y, por ello, sinónimo de servidumbre. A partir de entonces sería símbolo de protección y promesa de salvación eterna.

Sé que se acerca el día en que veré esa promesa cumplida y el rostro de quien me eligió para dejar este testimonio. Hasta entonces seguiré invocándola del modo que ella me inspiró, rezando, con la misma devoción con la que invito a mis hermanos a hacerlo, el Flos Carmeli.”.
 (Fray Simón Stock.)

Salvados del Mar


En el verano de 1845 el barco inglés, "Rey del Océano" se hallaba en medio de un feroz huracán. Las olas lo azotaban sin piedad y el fin parecía cercano. Un ministro protestante llamado Fisher en compañía de su esposa e hijos y otros pasajeros fueron a la cubierta para suplicar misericordia y perdón. 

Entre la tripulación se encontraba el irlandés John McAuliffe. Al mirar la gravedad de la situación, el joven abrió su camisa, se quitó el Escapulario y, haciendo con él la Señal de la Cruz sobre las furiosas olas, lo lanzó al océano. En ese preciso momento el viento se calmó. Solamente una ola más llegó a la cubierta, trayendo con ella el Escapulario que quedó depositado a los pies del muchacho.

Durante lo acontecido el ministro había estado observando cuidadosamente las acciones de McAuliffe y fue testigo del milagro. Al interrogar al joven se informaron acerca de la Santísima Virgen y su Escapulario. El Sr. Fisher y su familia resolvieron ingresar en la Iglesia Católica lo más pronto posible y así disfrutar la gran protección del Escapulario de Nuestra Señora.


EL ESCAPULARIO DE LA VIRGEN DEL CARMEN


Quienes reciben la imposición de este Escapulario y lo visten habitualmente, necesitan saber las razones que la iglesia ha tenido para autorizarlo y recomendarlo, bendiciendo e indulgenciando a sus devotos.

De este modo lograrán que les sirva de medio en su perfeccionamiento en la fe de Cristo y alcanzarán con más facilidad la saludable ayuda de la Virgen Santísima, Madre espiritual y medianera de todas las gracias, a la que pretenden honrar. Ella, a los que vivan esta común consagración carmelitana, significada en el Escapulario, los conducirá a una más plena participación de los frutos del Misterio Pascual.

El Escapulario es un símbolo de la protección de la Madre de Dios a sus devotos y un signo de su consagración a María. Nos lo dio La Santísima Virgen. Se lo entregó al General de la Orden del Carmen; San Simón Stock, según la tradición, el 16 de julio de 1251, con estas palabras: «Toma este hábito, el que muera con él no padecerá el fuego eterno».

Alude a este hecho el Papa Pío XII cuando dice: «No se trata de un asunto de poca importancia, sino de la consecución de la vida eterna en virtud de la promesa hecha, según la tradición, por la Santísima Virgen».

Privilegio sabatino



También reconocida por Pío XII, existe la tradición de que la Virgen, a los que mueran con el Santo Escapulario y expían en el Purgatorio sus culpas, con su intercesión hará que alcancen la patria celestial lo antes posible, o, a más tardar, el sábado siguiente a su muerte.


Resumen de las promesas



1. Morir en gracia de Dios.

2. Salir del Purgatorio lo antes posible.

Interpretación

Alcanzar estas promesas supone siempre el esfuerzo personal colaborando con la gracia de Dios. Nos lo enseña con toda claridad el Concilio Vaticano II: «La verdadera devoción... procede de la fe auténtica, que nos induce a reconocer la excelencia de la Madre de Dios, que nos impulsa a un amor filial hacia nuestra Madre y a la imitación de sus virtudes».

Ayuda en la vida

Tanto en los peligros espirituales como en los corporales. Hay muchos hechos que lo atestiguan.

Vinculaciones

El que recibe el Escapulario es admitido en la familia de la Madre de Dios y de la Orden Carmelitana.
Por ello participa de los privilegios, gracias e indulgencias que los Sumos Pontífices han concedido a la Orden del Carmen.
Se beneficia, además, de los méritos, de las penitencias y de las oraciones que se hacen en todo el Carmelo.

Objetivo

Ir más fácilmente a Jesús, según la enseñanza del Concilio Vaticano II: «Los oficios y los privilegios de la Santísima Virgen,siempre tienen por fin a Cristo, origen de toda verdad, santidad y piedad».
Por eso afirmó Pío XII que «nadie ignora, ciertamente, de cuánta eficacia sea para avivar la fe católica y reformar las costumbres, el amor a la Santísima Virgen, Madre de Dios, ejercitado principalmente mediante aquellas manifestaciones de devoción, que contribuyen en modo particular a iluminar las mentes con celestial doctrina y a excitar las voluntades a la práctica de la vida cristiana. Entre éstas debe colocarse, ante todo, la devoción del Escapulario de los carmelitas».

Es una devoción y una forma de culto

Prueban lo primero, incluyéndolo entre las prácticas y ejercicios de piedad marianas, recomendados por el Concilio Vaticano II, las palabras de Pablo VI: «Creemos que entre estas formas de piedad mariana deben contarse expresamente el Rosario y el uso devoto del ESCAPULARIO DEL CARMEN». Y añade tomando las afirmaciones de Pío XII: «Esta última práctica, por su misma sencillez y adaptación a cualquier mentalidad, ha conseguido amplia difusión entre los fieles con inmenso fruto espiritual».

También destaca entre las más antiguas formas de culto, especial y necesario a María Santísima, que cooperan a que «al ser honrada la Madre, sea mejor conocido, amado, glorificado el Hijo, y que, a la vez, sean mejor cumplidos sus mandarniento» (L.G. 66). La celebración de la Virgen del Carmen, 16 de julio, está entre las fiestas «que hoy, por la difusión alcanzada, pueden considerarse verdaderamente eclesiales» (Marialis Cultus 8).
«Este culto se convierte en camino a Cristo, fuente y centro de la comunión eclesiástica» (M. C. 32).

Espiritualidad

Quien entra en comunión con la familia consagrada al amor, a la veneración y al culto a María, queda señalado con un peculiar carácter mariano de espíritu de oración y contemplación, de los diversos modos de apostolado y de la vida misma de abnegación. Asume también un compromiso de imitar a María.
Este don de la Virgen es signo de las muchas gracias que puede ella conceder, como consecuencia de su privilegiada e íntima participación en la historia de la salvación.
Entraña, pues, la experiencia de unas vivencias marianas y espirituales. Ya que «ante todo, la Virgen María ha sido propuesta siempre por la Iglesia a la imitación de los fieles... porque en sus condiciones concretas de vida Ella se adhirió total y responsablemente a la voluntad de Dios» (M. C. 35).

Compromiso

Vida mariana. Es decir: Vivir en obsequio de Jesucristo y de su Madre. Nuestra vida ha de estar informada por la luz y el amor de María, unido estrechamente al de Cristo. El fruto del Escapulario consistirá en que quien lo lleve se esfuerce eficazmente en la imitación de las virtudes de la Santísima Virgen.

Representa la participación en el carisma de la Orden del Carmen, siendo señal como de un contrato entre la Virgen y nosotros, por el cual Ella nos protege y nosotros le estamos consagrados.

La Medalla escapulario

Está autorizado su uso con tal de que por un lado lleve la imagen del Sagrado Corazón de Jesús y por el otro una de la Santísima Virgen: La imposición debe realizarse con Escapulario de tela. A pesar de ello, el mismo San Pío X, al conceder esta dispensa, recomendó el uso del Escapulario de tela. Este es más simbólico, por ser una expresión abreviada del hábito del Carmen,

Indulgencias


Se puede ganar indulgencia plenaria:

1.- El día que se inscribe en la Cofradía.
2.- En la Solemnidad de la Sma. Virgen del Carmen, el 16 de julio.
3.- En la festividad de San Simón Stock, el 16 de mayo.
4.- En la festividad de San Elías, Profeta, el 20 de julio.
5.- En la festividad de Santa Teresa de Jesús, el 15 de octubre.
6.- En la festividad de San Juan de la Cruz, el 14 de diciembre.
7.- En la festividad de Sta. Teresita del Niño Jesús, el 1 de octubre.
8.- En la festividad de Todos los Santos de la Orden, el 14 de noviembre.

Los signos en la vida humana

Vivimos en un mundo hecho de realidades materiales llenas de simbolismo: la luz, el fuego, el agua...

Existen también, en la vida de cada día experiencias de relación entre los seres humanos, que expresan y simbolizan cosas más profundas, como el compartir la comida (signo de amistad), participar en una manifestación masiva (signo de solidaridad), celebrar juntos un aniversario nacional (símbolo de identidad).

Tenemos necesidad de signos o símbolos que nos ayuden a comprender y vivir hechos de hoy o de ayer, y nos den conciencia de que somos como personas y como grupos.

Los signos en la vida Cristiana

Jesús es el gran don y signo del amor del Padre. Él estableció la Iglesia como signo e instrumento de su amor. En la vida cristiana hay también signos. Jesús los utilizó: el pan, el vino, el agua, para hacernos comprender realidades superiores que no vemos ni tocamos.

En la celebración de la Eucaristía y de los Sacramentos (Bautismo, Confirmación, Reconciliación, Matrimonio, Orden Sacerdotal, Unción de los enfermos) los símbolos (agua, aceite, imposición de las manos, anillos) expresan su sentido y nos introducen en una comunicación con Dios, presente a través de ellos.

Además de los signos litúrgicos, existen en la Iglesia otros, ligados a un acontecimiento, a una tradición, a una persona. Uno de ellos es el Escapulario del Carmen.

El Escapulario. Un signo Mariano.

Uno de los signos de la tradición de la Iglesia, desde hace siete siglos, es el Escapulario de la Virgen del Carmen. Es un signo aprobado por la Iglesia y aceptado por la Orden del Carmen como manifestación externa de amor a María, de confianza filial en ella y como compromiso de imitar su vida.
La palabra "escapulario" indica un vestido superpuesto, que llevaban los monjes durante el trabajo manual. Con el tiempo se le fue dando un sentido simbólico: el de llevar la cruz de cada día, como discípulos y seguidores de Jesús.

En algunas Órdenes religiosas, como en el Carmelo, el Escapulario se convirtió también en signo de su manera de ser y de vivir.
El Escapulario pasó a simbolizar la dedicación especíal de los carmelitas a María, la Madre del Señor, y a expresar la confianza en su protección maternal; el deseo de imitar su vida de entrega a Cristo y a los demás. Se transformó en un signo mariano.

De las Órdenes Religiosas al pueblo de Dios

En la Edad Media, muchos cristianos quisieron asociarse a las Órdenes religiosas fundadas entonces: Franciscanos, Dominicos, Agustinos, Carmelitas. Surgió un laicado asociado a ellas, por medio de Cofradías o Hermandades. 

Todas las Ordenes religiosas quisieron dar a los laicos un signo de su afiliación y participación en su espíritu y en su apostolado. Ese signo era una parte de su hábito: la capa, el cordón, el escapulario.
Entre los carmelitas se llegó a establecer el escapulario reducido en tamaño, como la señal de pertenencia a la Orden y la expresión de su espiritualidad.

El valor y el sentido del Escapulario

El Escapulario hunde sus raíces en la tradición de la Orden, que lo ha interpretado como signo de protección materna de María. Tiene, en sí mismo, a partir de esa experiencia plurisecular, un sentido espiritual aprobado por la Iglesia.

Representa el compromiso de seguir a Jesús, como María, el modelo perfecto de todo discípulo de Cristo. Este compromiso tiene su origen en el bautismo que nos transforma en hijos de Dios.

La Virgen nos enseña a:

  • Vivir abiertos a Dios y a su voluntad, manifestada en los acontecimientos de la vida.
  • Escuchar la Palabra de Dios en la Biblia y en la vida, a creer en ella y a poner en práctica sus exigencias
  • Orar en todo momento, descubriendo a Dios presente en todas las circunstancias
  • Vivir cercanos a las necesidades de nuestros hermanos y a solidarizarnos con ellos.
Introduce en la fraternidad del Carmelo, comunidad de religiosos y religiosas, presentes en la Iglesia desde hace más de ocho siglos, y compromete a vivir el ideal de esta familia religiosa: la amistad íntima con Dios en la oración.

Coloca delante el ejemplo de los santos y santas del Carmelo, con los que se establece una relación familiar de hermanos y hermanas.

Expresa la fe en el encuentro con Dios en la vida eterna, mediante la ayuda de la intercesión y protección de María.

Normas prácticas

El escapulario es impuesto, sólo la primera vez, por un sacerdote o por una persona autorizada.

Puede ser sustituido por una medalla que tenga por una parte la imagen del Sgdo. Corazón y por otra la de la Virgen.

El Escapulario exige un compromiso cristiano auténtico: vivir de acuerdo con las enseñanzas del evangelio, recibir los sacramentos y profesar una devoción especial a la Sma. Virgen que se expresa, al menos, con la recitación cotidiana de tres avemarías.

Fórmula Breve para la imposición del escapulario


Recibe este Escapulario, signo de una relación especial con María, la Madre de Jesús, a quien te comprometes a imitar. Que este Escapulario te recuerde tu dignidad de cristiano, tu dedicación al servicio de los demás y a la imitación de María.

Llévalo como señal de su protección y como signo de tu pertenencia a la familia del Carmelo, dispuesto a cumplir la voluntad de Dios y a empeñarte en el trabajo por la construcción de un mundo que responda a su plan de fraternidad, justicia y paz.

El Escapulario del Carmen


NO ES:
Un signo protector mágico
Una garantía automática de salvación.
Una dispensa de vivir las exigencias de la vida cristiana.

ES UN SIGNO:
Aprobado por la Iglesia desde hace siete siglos.
Que representa el compromiso de seguir a Jesús como María:
  • Abiertos a Dios y a su voluntad.
  • Guiados por la fe, la esperanza y el amor.
  • Cercanos a las necesidades de los demás.
  • Orando en todo momento y descubriendo a Dios presente en todas las circunstancias.
Que introduce en la familia del Carmelo
Que aumenta la esperanza del encuentro con Dios en la vida eterna con la ayuda de la protección e intercesión de María.



Que Viva La Virgen del Carmen, Estrella de los Mares !!