domingo, 29 de marzo de 2015

Hoy es Domingo de Ramos!! Hosanna en las alturas!!


Cuando llegaba a Jerusalén para celebrar la pascua, Jesús les pidió a sus discípulos traer un burrito y lo montó. Antes de entrar en Jerusalén, la gente tendía sus mantos por el camino y otros cortaban ramas de árboles alfombrando el paso, tal como acostumbraban saludar a los reyes.

Los que iban delante y detrás de Jesús gritaban:

"¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!"

Entró a la ciudad de Jerusalén, que era la ciudad más importante y la capital de su nación, y mucha gente, niños y adultos, lo acompañaron y recibieron como a un rey con palmas y ramos gritándole “hosanna” que significa “Viva”.

La gente de la ciudad preguntaba ¿quién es éste? y les respondían: “Es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea”. Esta fue su entrada triunfal.

La muchedumbre que lo seguía estaba formada por hombres, mujeres y niños, cada uno con su nombre, su ocupación, sus cosas buenas y malas, y con el mismo interés de seguir a Jesús.

Algunas de estas personas habían estado presentes en los milagros de Jesús y habían escuchado sus parábolas.

Esto los llevó a alabarlo con palmas en las manos cuando entró en Jerusalén.

Fueron muchos los que siguieron a Cristo en este momento de triunfo, pero fueron pocos los que lo acompañaron en su pasión y muerte.

Mientras esto sucedía, los sacerdotes judíos buscaban pretextos para meterlo en la cárcel,

pues les dio miedo al ver cómo la gente lo amaba cada vez más y como lo habían aclamado al entrar a Jerusalén.

¿Qué significado tiene esto en nuestras vidas?


Es una oportunidad para proclamar a Jesús como el rey y centro de nuestras vidas.Debemos parecernos a esa gente de Jerusalén que se entusiasmó por seguir a Cristo. Decir “que viva mi Cristo, que viva mi rey...”

Es un día en el que le podemos decir a Cristo que nosotros también queremos seguirlo, aunque tengamos que sufrir o morir por Él.

Que queremos que sea el rey de nuestra vida, de nuestra familia, de nuestra patria y del mundo entero. Queremos que sea nuestro amigo en todos los momentos de nuestra vida.


Explicación de la Misa del Domingo de Ramos




La Misa se inicia con la procesión de las palmas. Nosotros recibimos las palmas y decimos o cantamos “Bendito el que viene en el nombre del Señor”. El sacerdote bendice las palmas y dirige la procesión. Luego se comienza la Misa. Se lee el Evangelio de la Pasión de Cristo.

Al terminar la Misa, nos llevamos las palmas benditas a nuestro hogar. Se acostumbra colocarlas detrás de las puertas en forma de cruz. Esto nos debe recordar que Jesús es nuestro rey y que debemos siempre darle la bienvenida en nuestro hogar. Es importante no hacer de esta costumbre una superstición pensando que por tener nuestra palma, no van a entrar ladrones a nuestros hogares y que nos vamos a librar de la mala suerte.


Oración para poner las palmas benditas en el hogar:


Bendice Señor nuestro hogar.
Que tu Hijo Jesús y la Virgen María reinen en él.
Por tu intercesión danos paz, amor y respeto,
para que respetándonos y amándonos
los sepamos honrar en nuestra vida familiar,
Sé tú, el Rey en nuestro hogar.
Amén.













Fuentes:
Iluminación Divina
Catholic net
Ángel Corbalán

sábado, 28 de marzo de 2015

Celebramos el V centenario del nacimiento de Santa Teresa de Jesús!!



La Iglesia española y universal celebrará este sábado 28 de marzo el V Centenario del Nacimiento de Santa Teresa de Jesús con dos misas presididas por el obispo de Ávila, Jesús García Burillo, en la Iglesia de la Santa y en la Catedral, a la que seguirá una procesión de la imagen de la santa y de su bastón original por las calles de la ciudad. Los organizadores esperan la asistencia de unas 7.000 personas.

Teresa de Cepeda y Ahumada, más conocida como santa Teresa de Jesús o simplemente Teresa de Ávila, fue una religiosa, fundadora de las carmelitas descalzas, rama de la Orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo, mística y escritora española.


La primera eucaristía tendrá lugar a las 10,00 horas en la Iglesia-convento de la Santa, construida sobre el lugar de la casa natal de Teresa de Jesús. Para esta celebración se ha habilitado una pantalla exterior y se han colocado sillas en la plaza, para acoger a unas 650 personas sentadas --entre el interior y el exterior--

La segunda misa comenzará a las 13,00 horas en la Catedral de la ciudad, que tiene aforo para más de 700 personas. La Diócesis de Ávila y la Orden del Carmelo Descalzo organizan estas misas que contarán con la presencia del prepósito general de la Orden del Carmelo Descalzo, el padre Saverio Cannistrà.

Además, a las 11,30 horas, saldrá una procesión de la Iglesia de la santa y recorrerá la Plaza del Mercado para terminar en la Iglesia del Convento de San José, la primera fundación de Santa Teresa. Y por la tarde, a las 16,00 horas, saldrá otra procesión con la imagen (obra de Gregorio Fernández) y el bastón de Santa Teresa que recorrerá las calles de Ávila hasta llegar al Convento de la santa.

Fuentes de la Orden del Carmelo Descalzo han adelantado a Europa Press que este sábado esperan alcanzar las mismas cifras de participación que en la inauguración del Año Jubilar, es decir, entre 7.000 y 8.000 asistentes. Precisamente, a Ávila ya han empezado a llegar muchos grupos de fieles procedentes de México, Colombia, Ecuador, Italia y Portugal, entre otros países. Para atender a los fieles se ha organizado un equipo formado por más de un centenar de voluntarios.

El Año Jubilar Teresiano por el V centenario del nacimiento de Santa Teresa de Jesús se inauguró el pasado 15 de octubre de 2014 y durará hasta el próximo mes de octubre de 2015. Durante todo el año, Ávila espera la llegada de cientos de miles de peregrinos.

Además del día del 500 aniversario del nacimiento de Santa Teresa, este 28 de marzo, otras fechas importantes durante este año serán: La conmemoración del día de su bautismo, el 4 de abril de 2015, y la clausura, el 15 de octubre de 2015.


Y quien fue y es Santa Teresa de Jesús?




Nada te turbe

“Nada te turbe;
nada te espante;
todo se pasa;
Dios no se muda,
la paciencia
todo lo alcanza.
Quien a Dios tiene,
nada le falta.
Solo Dios basta.”.




Teresa de Jesús, es sin duda la gloria más preclara de la ciudad de Ávila, en la que nació, pronto van a cumplirse quinientos años, el 28 de Marzo de 1515, miércoles para más señas y a las cinco de la mañana como anotó su padre D. Alonso Sánchez de Cepeda, hijo de Juan Sánchez, un judío toledano converso y buen comerciante, que se traslada a vivir a Ávila donde se casa su hijo, primero con Doña Catalina del Peso y luego fallecida ella, en segundas nupcias con Doña Beatriz de Ahumada. Matrimonio cristiano, ejemplar y virtuoso del que nacieron ocho hermanos a Teresa, que sumados a los tres del primer matrimonio cuadran la cifra que la propia santa nos da el decir que “éramos tres hermanas y nueve hermanos”, resultando ser Teresa, según propia confesión, que así se sentía, la más querida de su padre y hermanos.

Y nada digamos de su madre que encontró en la hija su mejor amiga y confidente, compartiendo con ella sus devociones y gustos, como el de la lectura. Primero de las vidas de los santos, que propician el deseo de Teresa de irse a tierra de moros, buscando el martirio por parecerle que los mártires comprobaban muy barato el ir a gozar de Dios. Y luego de los libros de caballerías, donde también aprenderá el galanteo, que no tardará en practicar con sus primos al entrar en su adolescencia.




A la que llega tras pasar la dura prueba de la orfandad, con la muerte prematura de Doña Beatriz, a sus 33 años, cuando Teresa apenas había cumplido los 13.

Llevada por su padre a las Agustinas de Gracia, para cortar más de raíz la relación citada con los primos, empezará a sentir la llamada a la vida religiosa. Vocación que madura con sus lecturas y reflexiones que le impulsan a huir de casa ante la negativa de su padre, a darle su consentimiento, ingresando en 1535 en el convento Carmelitano de la Encarnación, mientras los hermanos varones se marchan a la América recién descubierta, en busca de gloria y hacienda.

Y en su convento vivirá feliz 27 años, siendo siempre, eso sí, el centro de la atención y el afecto de familia, monjas y seglares, y dándose ardorosamente a la virtud, tras su conversión en 1554.



Alcanzada su madurez humana y espiritual, a sus 47 años, buscando el seguir con mayor perfección el llamamiento que el Señor le había hecho y ayudar a la Iglesia con su oración y encerramiento, funda en 1562 el convento de San José en Ávila, al que luego seguirán otros catorce, recorriendo los caminos de Castilla y Andalucía, interviniendo también directamente en la fundación de los primeros conventos de descalzos, como Duruelo y Pastrana que se deben a su iniciativa.

Por si no fuera bastante, en los escasos tiempos que le deja su quehacer de fundadora, escribe sus libros, cumpliendo con la obediencia que le imponen sus confesores, y un sin fin de cartas con las que gestiona la vida, los problemas, las inquietudes de los conventos, de los frailes y monjas, de los amigos que forman su familia y su entorno.


Finalizada la fundación de Burgos en 1582, morirá en Alba de Tormes, el 4 de Octubre de ese mismo año, maltrecho el cuerpo pero entero el espíritu, cuando iba camino de Ávila, donde estaban sus raíces y le esperaban sus monjas de San José de donde era priora. Porque Ávila fue su cuna y allí cada piedra evoca hoy su memoria porque nadie ha honrado como Teresa su nombre y su historia. Y de hecho, va tan unido a su existencia que con razón también, aunque nacida Teresa de Cepeda y Ahumada se le llama Teresa de Ávila.



VIVO SIN VIVIR EN MI





Vivo sin vivir en mí
y tan alta vida espero
que muero porque no muero.
 
Vivo ya fuera de mí,
después que muero de amor,
porque vivo en el Señor,
que me quiso para sí;
cuando el corazón le di
puso en mí este letrero:
«Que muero porque no muero».
 
Esta divina unión,
y el amor con que yo vivo,
hace a mi Dios mi cautivo
y libre mi corazón;
y causa en mí tal pasión
ver a mi Dios prisionero,
que muero porque no muero.
 
¡Ay, qué larga es esta vida!
¡Qué duros estos destierros,
esta cárcel y estos hierros
en que está el alma metida!
Sólo esperar la salida
me causa un dolor tan fiero,
que muero porque no muero.
 
Acaba ya de dejarme,
vida, no me seas molesta;
porque muriendo, ¿qué resta,
sino vivir y gozarme?
No dejes de consolarme,
muerte, que ansí te requiero:
que muero porque no muero.

viernes, 27 de marzo de 2015

Hoy es… Viernes de Dolores !!



El “Viernes de Dolores” es el viernes anterior al Domingo de Ramos, comprendido dentro de la última semana de la Cuaresma, conocida por la Iglesia como “Semana de Pasión”. En algunos lugares es considerado como el inicio de la Semana Santa, al iniciarse en éste los desfiles procesionales. Este día conmemora el dolor que sufrió la Virgen María por la muerte de su hijo.

Hoy es Viernes de Dolores, dentro de dos días Jesús hará su entrada triunfal en Jerusalén, montado en una burrita, y cumplirá paso por paso, lo encomendado por “SU PADRE”, “NUESTRO PADRE DIOS”. Para los que no lo sepan, el Viernes de Dolores es el viernes, antes del Domingo de Resurrección, incluido dentro de lo que los cristianos llamamos “LA SEMANA DE PASIÓN”, en este día, nos acordamos de Nuestra Madre María, de su sufrimiento, ya que sabiendo el destino de su único Hijo, Nuestro Padre Jesús, no se opuso, y tragando su pena, supo aceptar en ella la voluntad de Dios, este es el segundo gran momento, para mí en la vida de Nuestra Madre, el primero aceptar su embarazo sin conocer varón, vencer esas habladurías de la época, y el segundo, tener que sufrir perder a su Hijo, todo un ejemplo de AMOR, CARIDAD y FORTALEZA, el de nuestra Madre María Santísima.

Estamos ante un momento de júbilo, porque Jesús cumple su destino, para salvarnos a los hombres y mujeres de la Tierra. Pero también estamos en un momento de reflexión, un tiempo de limpieza diría yo, es un gran momento para hacer “limpieza general en nuestra mente y en nuestro corazón”, es un momento de acompañar a Cristo en cada uno de sus pasos, momento de sufrir sus azotes, su juicio, su cruz, su muerte, y de alegrarnos con su Resurrección, y es que “Ese hombre que era hombre y era Dios”, nos dio una Palabra de Amor, y es esa Palabra la que aquí nos une aquí.

Himno.

La palabra que nos une,
que nos une hoy aquí,
nos ayuda a ver mejor,
la enseñanza que nos dio,
aquel hombre que era hombre
y era Dios”.



Y es comienzo de procesiones en Andalucía.


 
• En la Semana Santa en Sevilla procesionan sin realizar la Carrera Oficial un total de seis hermandades: Hermandad de Jesús de Nazaret, Hermandad de Padre Pío, Hermandad de la Misión, Hermandad de La Corona, Hermandad de Pasión y Muerte y Hermandad del Dulce Nombre de Bellavista.

• En Loja (Granada) el Viernes de Dolores Procesiona la Santísima Hermandad de la Virgen de los Dolores, de la orden Servita, esto es el inicio de la Semana Santa en Loja.

• En Purchil - Vegas del Genil (Granada) sale procesionalmente la patrona, Nuestra Señora de los Dolores.

• En el distrito del Puerto de la Torre, Málaga, cada Viernes de Dolores tiene lugar la procesión de la Cofradía Sacramental del Santísimo Cristo de la Hermandad y Caridad, Nuestra Señora de los Dolores y San Juan Evangelista, conocida popularmente como los Dolores del Puerto de la Torre. Se trata de una antigua cofradía que no se encuentra en el seno de la Agrupación de Cofradías de Málaga pero que goza de un gran fervor popular. Además procesionan otras hermandades de la ciudad de Málaga, como la de la Mediadora en el distrito Carretera de Cádiz.

• La Semana Santa en el Valle de Abdalajís, Málaga comienza con el Viernes de Dolores, al procesionar María Santísima de los Dolores, patrona de todos los vallesteros











Fuentes:
Iluminación Divina
Santoral Católico
porlafamiliaporlavida.org
Ángel Corbalán

martes, 24 de marzo de 2015

Hoy es Santa Catalina de Suecia, Patrona de las vírgenes !!



Era hija de Santa Brígida, y su nombre se halla muy relacionado a la obra de su madre. Es considerada la santa patrona de las vírgenes, y es invocada contra el aborto.

Abadesa (c.a. 1331-1381) A Catalina de Suecia o de Vadstena nació alrededor del año1331 del matrimonio formado por el príncipe Ulf Gudmarsson y Brigitta Birgesdotter; fue la cuarta de ocho hermanos. La educaron, como era frecuente en la época, al calor del monasterio; en este caso lo hicieron las monjas de Riseberga.

(Santa Catalina y su madre, Santa Brígida)Contrajo matrimonio con el buen conde Egar Lyderson van Kyren y ambos influyeron muy positivamente en los ambientes nobles plagados de costumbres frívolas y profanas. En el año 1373, muere en Roma Brígida y Catalina da sepultura provisional en la Ciudad Eterna al cadáver de su madre en la iglesia de san Lorenzo. El traslado del cuerpo en cortejo fúnebre hasta Suecia es una continua actividad misionera por donde pasa. Catalina habla de la misericordia de Dios que espera siempre la conversión de los pecadores; va contando las revelaciones y predicciones que Dios hizo a su santa madre.

Söderkoping es el lugar patrio que recibe la procesión en 1374 como si fuera un acto triunfal. Se relatan conversiones y milagros que se suceden hasta depositar los restos en el monasterio de Vadstena, donde entra y se queda Catalina, practicando la regla que vivió durante veinticinco años con su madre. Un segundo viaje a Roma durará cinco años; tendrá como meta la puesta en marcha del proceso de canonización de la futura santa Brígida y la aprobación de la Orden del Santísimo Salvador. A su regreso a Vadstena, muere el 24 de marzo de 1381.





Oremos



Tú, Señor, que concediste a Santa Catalina el don de imitar con fidelidad a Cristo pobre y humilde, concédenos también à nosotros, por intercesión de esta santa, la gracia de que, viviendo fielmente nuestra vocación, tendamos hacia la perfección que nos propones en la persona de tu Hijo. Que vive y reina contigo.Amén.













Fuentes:
Iluminación Divina
Santoral Católico
Ángel Corbalán

sábado, 21 de marzo de 2015

“El grano de trigo que dará fruto” (Evangelio dominical)





Hoy, la Iglesia, en el último tramo de la Cuaresma, nos propone este Evangelio para ayudarnos a llegar al Domingo de Ramos bien preparados en vista a vivir estos misterios tan centrales en la vida cristiana. El Via Crucis es para el cristiano un "via lucis", el morir es un volver a nacer, y, más aun, es necesario morir para vivir de verdad.

En la primera parte del Evangelio, Jesús dice a los Apóstoles: «Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto» (Jn 12,24). San Agustín comenta al respecto: «Jesús se dice a Sí mismo "grano", que había de ser mortificado, para después multiplicarse; que tenía que ser mortificado por la infidelidad de los judíos y ser multiplicado para la fe de todos los pueblos». El pan de la Eucaristía, hecho de grano de trigo, se multiplica y se parte para ser alimento de todos los cristianos. La muerte del martirio es siempre fecunda; por esto, «quienes aman la vida», paradójicamente, la «pierden». Cristo muere para dar, con su sangre, fruto: nosotros le hemos de imitar para resucitar con Él y dar fruto con Él. ¿Cuántos dan en silencio su vida por el bien de los hermanos? Desde el silencio y la humildad hemos de aprender a ser grano que muere para volver a la Vida.




El Evangelio de este domingo acaba con una exhortación a caminar a la luz del Hijo exaltado en lo alto de la tierra: «Y yo cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí» (Jn 12,32). Tenemos que pedir al buen Dios que en nosotros sólo haya luz y que Él nos ayude a disipar toda sombra. Ahora es el momento de Dios, ¡no lo dejemos perder! «¿Dormís?, ¡el tiempo que se os ha concedido pasa!» (San Ambrosio de Milán). No podemos dejar de ser luz en nuestro mundo. Como la luna recibe su luz del sol, en nosotros han de ver la luz de Dios.





Lectura del santo evangelio según san Juan (12,20-33):




En aquel tiempo, entre los que habían venido a celebrar la fiesta había algunos griegos; éstos, acercándose a Felipe, el de Betsaida de Galilea, le rogaban: «Señor, quisiéramos ver a Jesús.»
Felipe fue a decírselo a Andrés; y Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús.
Jesús les contestó: «Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre. Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este. mundo se guardará para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo premiará. Ahora mi alma está agitada, y ¿qué diré?: Padre, líbrame de esta hora. Pero si por esto he venido, para esta hora. Padre, glorifica tu nombre.»
Entonces vino una voz del cielo: «Lo he glorificado y volveré a glorificarlo.»
La gente que estaba allí y lo oyó decía que había sido un trueno; otros decían que le había hablado un ángel.
Jesús tomó la palabra y dijo: «Esta voz no ha venido por mí, sino por vosotros. Ahora va a ser juzgado el mundo; ahora el Príncipe de este mundo va a ser echado fuera. Y cuando yo sea elevado sobre la tierra atraeré a todos hacia mí.»
Esto lo decía dando a entender la muerte de que iba a morir.


Palabra del Señor





COMENTARIO.





En el Evangelio de hoy tiene lugar enseguida de la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén, donde iba a ser entregado para su Muerte en la cruz.  Allí Jesús informó a sus discípulos y a algunos seguidores, lo que estaba a punto de suceder días después:  su Pasión, Muerte y posterior Resurrección. 

Para ello, utiliza la imagen de una semilla que debe morir al ser plantada para dar paso a una vida nueva.  Nos habla el Señor de una semilla de trigo, fruto muy utilizado en su tierra, que además se aplicaba muy bien a El, Quien se nos convertiría después en el mejor fruto que planta de trigo podía producir, ya que a partir del Jueves Santo, Jesús sería para nosotros el Pan Eucarístico.

Sin embargo, ¿cómo se aplican a nosotros esas palabras del Señor:  “Yo les aseguro que si el grano de trigo sembrado en la tierra no muere, queda infecundo; pero si muere, producirá mucho fruto”?   ¿Se aplican esas palabras sólo a El o también a nosotros?  ...  Si hemos de seguir el ejemplo  y las exigencias de Cristo, ciertamente también se aplican a nosotros.
Y para comprender el significado de esto debemos pasar a las siguientes palabras del Señor: “El que ama su vida la destruye, y el que desprecia su vida en este mundo la conserva para la vida eterna” ( Jn. 12, 20-33).


Ahora bien ... ¿puede realizarse la paradoja, la aparente contradicción de perder para ganar, entregar para obtener, morir para vivir? ... Debe ser así, pues es lo que el Señor nos propone cuando nos advierte que quien pretenda conservar su vida la perderá, pero quien la entregue la conservará.

En el diálogo del Señor que nos relata hoy el Evangelio de San Juan, vemos que se estaba dirigiendo a sus discípulos -que eran hebreos- y a unos griegos, seguramente abiertos al mensaje de Jesús, que habían llegado a Jerusalén y querían ver al Maestro. 
Y sucedió que en este diálogo también interviene Dios Padre.

Notemos que Jesús muestra rasgos muy genuinos de su humanidad, pues confiesa a sus oyentes que tiene miedo.  “Ahora que tengo miedo, ¿voy a decirle a mi Padre:  ‘Padre, líbrame de esta hora’?   Y se contesta enseguida:  “No, si precisamente para esta hora he venido”.   
Jesús no elude el sufrimiento y la muerte, sino que confirma su entrega por nosotros, su entrega a la Voluntad del Padre, Quien muestra su presencia en ese momento.

La voz del Padre parece ser una respuesta al Hijo, Quien le pide:  “Padre, dale gloria tu nombre”.  Jesús, luego confirma por qué el Padre se ha hecho presente:  “Esta voz no ha venido por Mí, sino por ustedes”.

Es una nueva oportunidad para fortalecer la fe de los discípulos.  Y qué dice el Padre: “Lo he glorificado y volveré a glorificarlo”.  Alusión directa a la Resurrección de Cristo, que sucedería -como estaba prometido- al tercer día de su vergonzosa muerte en la cruz.

Poquísimas veces se ve la manifestación directa del Padre en los Evangelios, una de ellas –la menos conocida, tal vez- es ésta.  Recordemos que allí estaban presentes hebreos y gentiles.  Tal vez por ello Jesús luego hace alusión a que su Reino se extendería a todos, judíos y no judíos:  “Cuando Yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia Mí”.  

Nos dice el Evangelista que aludía a su muerte en la cruz.  Y sabemos cómo se cumplieron las palabras del Señor, pues después de su Muerte, su Resurrección, su Ascensión y Pentecostés, la Iglesia por El fundada se extendió por todas partes, con la predicación de los Apóstoles.

Nos dijo Jesús que su Reino se extendería a todos, porque iba a  ser arrojado el príncipe de este mundo (el Demonio) ... y El, a través de su muerte en cruz y por la gloria de su Resurrección, atraería a todos hacia El.  Palabras de esperanza y seguridad para todos los que nos dejamos “atraer” por El, por  su doctrina y por su ejemplo.

Palabras también de compromiso, porque “dejarnos atraer por El” significa seguirlo en todo ... como El reiteradamente nos pide.  Y “seguirlo en todo” significa seguirlo también en la muerte. 

Por supuesto esto no significa que todos tengamos que morir en una cruz como El.  Tampoco significa que todos tengamos que sufrir un martirio violento -como algunos sí lo tienen. 

Significa más bien ese “morir” cada día a nuestro propio yo.  Significa ese “perder la vida” que Jesús nos pide en este pasaje de San Juan y que también nos lo requiere en otra oportunidad, con palabras similares:  “El que quiera asegurar su vida la perderá, pero el que pierda su vida por Mí, la asegurará” (Mt. 16, 25 - Mc. 8, 35 - Lc. 9, 24).

Hay la idea de que morir cuesta mucho, de que el trance de la muerte es un trance muy difícil.  En realidad lo que más cuesta es la idea misma de “morir”.  Pero la Palabra de Dios es clara, muy clara:  debemos entregar nuestra vida, debemos morir a nosotros mismos, si realmente queremos vivir. 

¿Qué significa entregar nuestra vida y morir a nuestro yo?


Significa entregar nuestros modos de ver las cosas, para que los modos de Dios sean los que rijan nuestra vida, no los nuestros. 

Significa entregar nuestros planes, para pedirle a Dios que nos muestre Sus planes para nuestra vida, y realizar esos planes, no los nuestros. 

Significa entregar nuestra voluntad a Dios, para que sea Su Voluntad y no la nuestra la que sigamos durante nuestra vida en la tierra. 
  
Es, entonces, un continuo morir a lo que este mundo nos propone como deseable y hasta conveniente.

Pero pensemos: ¿quién es el dueño de este mundo?  Ya Dios nos advierte en su Palabra quién rige el mundo:   aquél que es llamado en este pasaje “príncipe ( o amo) de este mundo”.   Si observamos bien, los valores que nos propone el mundo son muy diferentes a los de Dios.  Los criterios de este mundo son también muy diferentes a los de Dios.

Y cada vez que optamos por ese “perder la vida de este mundo”, cada vez que optamos por “morir” a nuestro yo, es decir, a nuestras propias inclinaciones, deseos, ideas, criterios, planes, etc., de hecho estamos optando por el bando de Dios, que es el bando ganador.
De no vivir día a día esa continua renuncia a nosotros mismos, esa continua muerte a nuestro yo, no podremos dar fruto.  Seremos “infecundos”.  “Si el grano de trigo no muere, queda infecundo”.   No dará fruto.

Y ¿cuál fue el fruto de Cristo?  Lo sabemos bien y nos lo recuerda la Segunda Lectura (Hb. 5, 7-9):  “se convirtió en la causa de la salvación eterna para todos los que lo obedecen”. 

¿Cuál será nuestro fruto si optamos por ser fecundos, si optamos por morir con Cristo?  Si morimos con El, viviremos con El ... y también salvaremos con El, pues nuestra oblación, nuestra entrega, unida a El, dará fruto para nosotros mismos y para los demás:  nos salvaremos nosotros y salvaremos a otros.  Serán frutos de Vida Eterna para nosotros mismos y para los demás.  Es lo que llama Juan Pablo II en su Encíclica “Salvifici Doloris” sobre el sufrimiento humano, “el valor redentor del sufrimiento”.

La Primera Lectura del Profeta Jeremías(Jr. 31, 31-34)  nos habla de la Nueva Alianza que Dios establecería con su pueblo.  El Señor pondría su Ley en lo más profundo de nuestras mentes y la grabaría en nuestros corazones. 

Y nos dice:  “Todos me van a conocer, desde el más pequeño hasta el mayor de todos, cuando Yo les perdone su culpas y olvide para siempre sus pecados”.  Nos dice que lo vamos a conocer porque nos va a perdonar y se va a olvidar nuestros pecados.  No lo vamos a conocer por su castigo, sino por su perdón.  Esa es su tarjeta de presentación:  su  Amor Infinito que perdona y olvida todo nuestro mal.

Cristo, entonces, se hizo Hombre y vivió y sufrió y murió y resucitó para que nuestros pecados fueran perdonados y pudiéramos tener acceso nosotros a la resurrección y a la Vida Eterna.

El Salmo de hoy es el #50, el Salmo de David arrepentido de su horrible y múltiple pecado.  “Crea en mí un corazón puro ...Lávame de todos mis delitos y olvida mis ofensas ... Devuélveme la alegría de la salvación ...”    Bellísimo Salmo propio para orar cuando nos queremos arrepentir de nuestros pecados.   Muy apropiado para pedir nuestra conversión al Señor, para implorar su misericordia.

Próximos ya a la Semana Santa cuando conmemoraremos la entrega total que Cristo hizo de Sí mismo, perdiendo su vida para darnos una nueva Vida a todos nosotros, es tiempo propicio para una profunda conversión.

Reflexionando sobre las palabras del Evangelio y aplicándolas a nuestra vida espiritual, podríamos pedir al Señor esta gracia de conversión profunda que significa el poder comprender y realizar este ideal que nos propone y nos muestra Cristo:  morir para vivir, perder para ganar, entregar para obtener.

Para ello, utiliza la imagen de una semilla que debe morir al ser plantada para dar paso a una vida nueva.  Nos habla el Señor de una semilla de trigo, fruto muy utilizado en su tierra, que además se aplicaba muy bien a El, Quien se nos convertiría después en el mejor fruto que planta de trigo podía producir, ya que a partir del Jueves Santo, Jesús sería para nosotros el Pan Eucarístico.

Sin embargo, ¿cómo se aplican a nosotros esas palabras del Señor:  “Yo les aseguro que si el grano de trigo sembrado en la tierra no muere, queda infecundo; pero si muere, producirá mucho fruto”?   ¿Se aplican esas palabras sólo a El o también a nosotros?  ...  Si hemos de seguir el ejemplo  y las exigencias de Cristo, ciertamente también se aplican a nosotros.

Y para comprender el significado de esto debemos pasar a las siguientes palabras del Señor: “El que ama su vida la destruye, y el que desprecia su vida en este mundo la conserva para la vida eterna” ( Jn. 12, 20-33).

Ahora bien ... ¿puede realizarse la paradoja, la aparente contradicción de perder para ganar, entregar para obtener, morir para vivir? ... Debe ser así, pues es lo que el Señor nos propone cuando nos advierte que quien pretenda conservar su vida la perderá, pero quien la entregue la conservará.
En el diálogo del Señor que nos relata hoy el Evangelio de San Juan, vemos que se estaba dirigiendo a sus discípulos -que eran hebreos- y a unos griegos, seguramente abiertos al mensaje de Jesús, que habían llegado a Jerusalén y querían ver al Maestro. 

Y sucedió que en este diálogo también interviene Dios Padre.

Notemos que Jesús muestra rasgos muy genuinos de su humanidad, pues confiesa a sus oyentes que tiene miedo.  “Ahora que tengo miedo, ¿voy a decirle a mi Padre:  ‘Padre, líbrame de esta hora’?   Y se contesta enseguida:  “No, si precisamente para esta hora he venido”. 
  
Jesús no elude el sufrimiento y la muerte, sino que confirma su entrega por nosotros, su entrega a la Voluntad del Padre, Quien muestra su presencia en ese momento.

La voz del Padre parece ser una respuesta al Hijo, Quien le pide:  “Padre, dale gloria tu nombre”.  Jesús, luego confirma por qué el Padre se ha hecho presente:  “Esta voz no ha venido por Mí, sino por ustedes”.

Es una nueva oportunidad para fortalecer la fe de los discípulos.  Y qué dice el Padre: “Lo he glorificado y volveré a glorificarlo”.  Alusión directa a la Resurrección de Cristo, que sucedería -como estaba prometido- al tercer día de su vergonzosa muerte en la cruz.

Poquísimas veces se ve la manifestación directa del Padre en los Evangelios, una de ellas –la menos conocida, tal vez- es ésta.  Recordemos que allí estaban presentes hebreos y gentiles.  Tal vez por ello Jesús luego hace alusión a que su Reino se extendería a todos, judíos y no judíos:  “Cuando Yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia Mí”.

Nos dice el Evangelista que aludía a su muerte en la cruz.  Y sabemos cómo se cumplieron las palabras del Señor, pues después de su Muerte, su Resurrección, su Ascensión y Pentecostés, la Iglesia por El fundada se extendió por todas partes, con la predicación de los Apóstoles.

Nos dijo Jesús que su Reino se extendería a todos, porque iba a  ser arrojado el príncipe de este mundo (el Demonio) ... y El, a través de su muerte en cruz y por la gloria de su Resurrección, atraería a todos hacia El.  Palabras de esperanza y seguridad para todos los que nos dejamos “atraer” por El, por  su doctrina y por su ejemplo.

Palabras también de compromiso, porque “dejarnos atraer por El” significa seguirlo en todo ... como El reiteradamente nos pide.  Y “seguirlo en todo” significa seguirlo también en la muerte. 

Por supuesto esto no significa que todos tengamos que morir en una cruz como El.  
Tampoco significa que todos tengamos que sufrir un martirio violento -como algunos sí lo tienen. 

Significa más bien ese “morir” cada día a nuestro propio yo.  Significa ese “perder la vida” que Jesús nos pide en este pasaje de San Juan y que también nos lo requiere en otra oportunidad, con palabras similares:  “El que quiera asegurar su vida la perderá, pero el que pierda su vida por Mí, la asegurará” (Mt. 16, 25 - Mc. 8, 35 - Lc. 9, 24).

Hay la idea de que morir cuesta mucho, de que el trance de la muerte es un trance muy difícil.  En realidad lo que más cuesta es la idea misma de “morir”.  Pero la Palabra de Dios es clara, muy clara:  debemos entregar nuestra vida, debemos morir a nosotros mismos, si realmente queremos vivir. 

¿Qué significa entregar nuestra vida y morir a nuestro yo?


Significa entregar nuestros modos de ver las cosas, para que los modos de Dios sean los que rijan nuestra vida, no los nuestros.

Significa entregar nuestros planes, para pedirle a Dios que nos muestre Sus planes para nuestra vida, y realizar esos planes, no los nuestros.

Significa entregar nuestra voluntad a Dios, para que sea Su Voluntad y no la nuestra la que sigamos durante nuestra vida en la tierra.   

Es, entonces, un continuo morir a lo que este mundo nos propone como deseable y hasta conveniente.

Pero pensemos: ¿quién es el dueño de este mundo?  Ya Dios nos advierte en su Palabra quién rige el mundo:   aquél que es llamado en este pasaje “príncipe ( o amo) de este mundo”.   Si observamos bien, los valores que nos propone el mundo son muy diferentes a los de Dios.  Los criterios de este mundo son también muy diferentes a los de Dios.

Y cada vez que optamos por ese “perder la vida de este mundo”, cada vez que optamos por “morir” a nuestro yo, es decir, a nuestras propias inclinaciones, deseos, ideas, criterios, planes, etc., de hecho estamos optando por el bando de Dios, que es el bando ganador.

De no vivir día a día esa continua renuncia a nosotros mismos, esa continua muerte a nuestro yo, no podremos dar fruto.  Seremos “infecundos”.  “Si el grano de trigo no muere, queda infecundo”. No dará fruto. 


Y ¿cuál fue el fruto de Cristo?  Lo sabemos bien y nos lo recuerda la Segunda Lectura (Hb. 5, 7-9):  “se convirtió en la causa de la salvación eterna para todos los que lo obedecen”.  

¿Cuál será nuestro fruto si optamos por ser fecundos, si optamos por morir con Cristo?  Si morimos con El, viviremos con El ... y también salvaremos con El, pues nuestra oblación, nuestra entrega, unida a El, dará fruto para nosotros mismos y para los demás:  nos salvaremos nosotros y salvaremos a otros.  Serán frutos de Vida Eterna para nosotros mismos y para los demás.  Es lo que llama Juan Pablo II en su Encíclica “Salvifici Doloris” sobre el sufrimiento humano, “el valor redentor del sufrimiento”.

La Primera Lectura del Profeta Jeremías(Jr. 31, 31-34)  nos habla de la Nueva Alianza que Dios establecería con su pueblo.  El Señor pondría su Ley en lo más profundo de nuestras mentes y la grabaría en nuestros corazones. 

Y nos dice:  “Todos me van a conocer, desde el más pequeño hasta el mayor de todos, cuando Yo les perdone su culpas y olvide para siempre sus pecados”.  Nos dice que lo vamos a conocer porque nos va a perdonar y se va a olvidar nuestros pecados.  No lo vamos a conocer por su castigo, sino por su perdón.  Esa es su tarjeta de presentación:  su  Amor Infinito que perdona y olvida todo nuestro mal.

Cristo, entonces, se hizo Hombre y vivió y sufrió y murió y resucitó para que nuestros pecados fueran perdonados y pudiéramos tener acceso nosotros a la resurrección y a la Vida Eterna.



El Salmo de hoy es el #50, el Salmo de David arrepentido de su horrible y múltiple pecado.  “Crea en mí un corazón puro ...Lávame de todos mis delitos y olvida mis ofensas ... Devuélveme la alegría de la salvación ...”    Bellísimo Salmo propio para orar cuando nos queremos arrepentir de nuestros pecados.   Muy apropiado para pedir nuestra conversión al Señor, para implorar su misericordia.

Próximos ya a la Semana Santa cuando conmemoraremos la entrega total que Cristo hizo de Sí mismo, perdiendo su vida para darnos una nueva Vida a todos nosotros, es tiempo propicio para una profunda conversión.




Reflexionando sobre las palabras del Evangelio y aplicándolas a nuestra vida espiritual, podríamos pedir al Señor esta gracia de conversión profunda que significa el poder comprender y realizar este ideal que nos propone y nos muestra Cristo:  morir para vivir, perder para ganar, entregar para obtener.








Fuentes:
Sagradas Escrituras
Evangeli.net
Homilias.org
Ángel Corbalán