jueves, 28 de abril de 2011

Hoy es.... San Luis Maria Gignon de Monfort, fundador!!!!


"A quien Dios quiere hacer muy santo, lo hace muy devoto de la Virgen María".
( San Luis de Montfort)



Es el fundador de los padres Montfortianos y de las Hermanas de la Sabiduría. Nació en Montfort, Francia, en 1673. Era el mayor de una familia de ocho hijosDesde muy joven fue un gran devoto de la Santísima Virgen. A los 12 años ya la gente lo veía pasar largos ratos arrodillado ante la estatua de la Madre de Dios. Antes de ir al colegio por la mañana y al salir de clase por la tarde, iba a arrodillarse ante la imagen de Nuestra Señora y allí se quedaba como extasiado. Cuando salía del templo después de haber estado rezando a la Reina Celestial, sus ojos le brillaban con un fulgor especial.

Luis no se contentaba con rezar. Su caridad era muy práctica. Un día al ver que uno de sus compañeros asistía a clase con unos harapos muy humillantes, hizo una colecta entre sus compañeros para conseguirle un vestido y se fue donde el sastre y le dijo: "Mire, señor: los alumnos hemos reunido un dinero para comprarle un vestido de paño a nuestro compañero, pero no nos alcanza para el costo total. ¿Quiere usted completar lo que falta?". El sastre aceptó y le hizo un hermoso traje al joven pobre.

El papá de Luis María era sumamente colérico, un hombre muy violento. Los psicólogos dicen que si Montfort no hubiera sido tan extraordinariamente devoto de la Virgen María, habría sido un hombre colérico, déspota y arrogante porque era el temperamento que había heredado de su propio padre. Pero nada suaviza tanto la aspereza masculina como la bondad y la amabilidad de una mujer santa. Y esto fue lo que salvó el temperamento de Luis. Cuando su padre estallaba en arrebatos de mal humor, el joven se refugiaba en sitios solitarios y allí rezaba a la Virgen amable, a la Madre del Señor. Y esto lo hará durante toda su vida. En sus 43 años de vida, cuando sea incomprendido, perseguido, insultado con el mayor desprecio, encontrará siempre la paz orando a la Reina Celestial, confiando en su auxilio poderoso y desahogando en su corazón de Madre, las penas que invaden su corazón de hijo.

Con grandes sacrificios logró conseguir con qué ir a estudiar al más famoso seminario de Francia, el seminario de San Suplicio en París. Allí sobresalió como un seminarista totalmente mariano. Sentía enorme gozo en mantener siempre adornado de flores el altar de la Santísima Virgen.

Luis Grignon de Montfort será un gran peregrino durante su vida de sacerdote. Pero cuando él era seminarista concedían un viaje especial a un Santuario de la Virgen a los que sobresalieran en piedad y estudio. Y Luis se ganó ese premio. Se fue en peregrinación al Santuario de la Virgen en Chartres. Y al llegar allí permaneció ocho horas seguidas rezando de rodillas, sin moverse. ¿Cómo podía pasar tanto tiempo rezando así de inmóvil? Es que él no iba como algunos de nosotros a rezar como un mendigo que pide que se le atienda rapidito para poder alejarse. El iba a charlas con sus dos grandes amigos, Jesús y María. Y con ellos las horas parecen minutos.

Su primera Misa quiso celebrarla en un altar de la Virgen, y durante muchos años la Catedral de Nuestra Señora de París fue su templo preferido y su refugio.

San Luis Maria de MonfortMontfort dedicó todas sus grandes cualidades de predicador y de conductor de multitudes a predicar misiones para convertir pecadores. Grandes multitudes lo seguían de un pueblo a otro, después de cada misión, rezando y cantando. Se daba cuenta de que el canto echa fuera muchos malos humores y enciende el fervor. Decía que una misión sin canto era como un cuerpo sin alma. El mismo componía la letra de muchas canciones a Nuestro Señor y a la Virgen María y hacía cantar a las multitudes. Llegaba a los sitios más impensados y preguntaba a las gentes: "¿Aman a Nuestro Señor? ¿Y por qué no lo aman más? ¿Ofenden al buen Dios? ¿Y porqué ofenderlo si es tan santo?".

Era todo fuego para predicar. Donde Montfort llegaba, el pecado tenía que salir corriendo. Pero no era él quien conseguía las conversiones. Era la Virgen María a quien invocaba constantemente. Ella rogaba a Jesús y Jesús cambiaba los corazones. Después de unos Retiros dejó escrito: "Ha nacido en mí una confianza sin límites en Nuestro Señor y en su Madre Santísima". No tenía miedo ni a las cantinas, ni a los sitios de juego, ni a los lugares de perdición. Allí se iba resuelto a tratar de quitarse almas al diablo. Y viajaba confiado porque no iba nunca solo. Consigo llevaba el crucifijo y la imagen de la Virgen, y Jesús y María se comportaban con él como formidables defensores.

A pie y de limosna se fue hasta Roma, pidiendo a Dios la eficacia de la palabra, y la obtuvo de tal manera que al oír sus sermones se convertían hasta los más endurecidos pecadores. El Papa Clemente XI lo recibió muy amablemente y le concedió el título de "Misionero Apostólico", con permiso de predicar por todas partes.

En cada pueblo o vereda donde predicaba procuraba dejar una cruz, construida en sitio que fuera visible para los caminantes y dejaba en todos un gran amor por los sacramentos y por el rezo del Santo Rosario. Esto no se lo perdonaban los herejes jansenistas que decían que no había que recibir casi nunca los sacramentos porque no somos dignos de recibirlos. Y con esta teoría tan dañosa enfriaban mucho la fe y la devoción. Y como Luis Montfort decía todo lo contrario y se esforzaba por propagar la frecuente confesión y comunión y una gran devoción a Nuestra Señora, lo perseguían por todas partes. Pero él recordaba muy bien aquellas frases de Jesús: "El discípulo no es más que su maestro. Si a Mí me han perseguido y me han inventado tantas cosas, así os tratarán a vosotros". Y nuestro santo se alegraba porque con las persecuciones se hacía más semejante al Divino Maestro.

Antes de ir a regiones peligrosas o a sitios donde mucho se pecaba, rezaba con fervor a la Sma. Virgen, y adelante que "donde la Madre de Dios llega, no hay diablo que se resista". Las personas que habían sido víctimas de la perdición se quedaban admiradas de la manera tan franca como les hablaba este hombre de Dios. Y la Virgen María se encargaba de conseguir la eficacia para sus predicaciones.

San Luis de Montfort fundó unas Comunidades religiosas que han hecho inmenso bien en las almas. Los Padres Montfortianos (a cuya comunidad le puso por nombre "Compañía de María") y las Hermanas de la Sabiduría.

Murió San Luis el 28 de abril de 1716, a la edad de 43 años, agotado de tanto trabajar y predicar.

El libro de San Luis, Tratado de la verdadera devoción a la Virgen María, se ha propagado por todo el mundo con enorme provecho para sus lectores.

El Papa Juan Pablo II tomó como lema una frase que repetía mucho este gran santo:
"Soy todo tuyo Oh María, y todo cuanto tengo, tuyo es".




ORACIÓN


San Luis Grignon de Montfort, ruega a la Virgen Santísima
que nos envíe muchos apóstoles que, como tú, se dediquen
a hacer y a amar más y más a Jesús.










Fuentes:
Iluminación Divina
Santoral Católico
Ángel Corbalán

miércoles, 27 de abril de 2011

El sonido de la carreta vacia......

"La humildad es algo muy extraño. En el momento mismo en el que creemos tenerla ya la hemos perdido." (San Agustin de Hipona)


Cuenta mi amigo Curro que hace algunos años siendo mozalbete caminaba con su padre, cuando él se detuvo en una curva y después de un pequeño silencio preguntó al joven:
“ Además del cantar de los pájaros, escuchas alguna cosa más?”.


Curro, agudizó sus oídos y algunos segundos después le respondió:” Estoy escuchando el ruido de una carreta…”.

“Eso es”- dijo el padre- “es una carreta vacía”.

Curro, con cierto asombro, preguntó a su padre: “Como sabes que es una carreta vacía si aún no la vemos?”.

Entonces su padre respondió:
“Es muy fácil saber cuando una carreta esta vacía, por causa del ruido. Cuanto más vacía la carreta mayor es el ruido que hace”.


Pasaron algunos años y Curro, se convirtió en adulto y hasta hoy, cuando nota a una persona hablando demasiado, interrumpiendo la conversación de todos, siendo inoportuna, presumiendo de lo que tiene, sintiéndose prepotente y mirando por encima del hombro a la gente, Curro, tiene la impresión de oír la voz de su padre diciendo:

“Cuanto más vacía la carreta, mayor es el ruido que hace”.

La humildad consiste en callar nuestras virtudes y permitirle a los demás descubrirlas.

No debemos olvidar que, existen personas tan pobres que lo único que tienen es dinero.

Nadie está más vacío, que aquel que está lleno del “Yo mismo”.

Seamos lluvia serena y mansa que llega profundamente a las raíces, en silencio, nutriendo.

Os lo dice Curro con todo el cariño del mundo.





Fuentes:
Iluminación Divina
Cosas de Curro

martes, 26 de abril de 2011

"los cristianos del siglo XXI tenemos que vivir como resucitados."


Mis queridos diocesanos: ¡Feliz Pascua de Resurrección 2011!

¡Cristo ha resucitado! La Pascua de Resurrección nos hace estallar de gozo. Alegría es lo verdaderamente nuevo. Irradiar alegría, esperar contra toda esperanza. Vivir el gozo indescriptible e inenarrable de la presencia de Jesucristo Resucitado y vivo en medio de nuestro pueblo y quehacer cotidiano.

Vivir la Pascua es estar en tránsito permanente hacia la verdadera alegría y a la vez contagiar al mundo, a este mundo concreto, en ocasiones sumido en la tristeza y el desencanto de la verdadera alegría y esperanza que mana de la presencia viva de Cristo Resucitado.


Considero que es necesario que cada uno de nosotros nos asociemos con nuestro tránsito pascual al gran paso, al gran salto de todo el pueblo de Dios. Cristo, la cabeza, ya ha pasado de este mundo al Padre; ahora cada uno de los miembros de su cuerpo místico tiene que ir pasando. A imagen suya, cada uno, tiene que pasar y saltar de este mundo al Padre. La resurrección de Cristo es la garantía de nuestra futura resurrección.

Nosotros cada día vamos muriendo y resucitando. Cada Pascua hace posible que, por la fuerza del Señor, podamos vivir, sufrir, obrar, vivir y morir de un modo pleno y con auténtica alegría.

Cada Pascua es como una llamada y envío a la misión. Nosotros los cristianos del siglo XXI tenemos que vivir como resucitados. Vivir como resucitados entraña dos cosas fundamentales: llevar consuelo y alegría y promover evangelizadores. El hombre resucitado lleva la alegría de la resurrección a los que están llenos de miedo, desencanto, desánimo y desesperanza. La falta de esperanza es lo más opuesto a la resurrección y es peligrosísima. Al hombre resucitado le sobra todo, en cambio el desesperado lo necesita todo porque va a ser su consuelo, cuando se vive como resucitados vamos buscando a quien evangelizar, y llevarle la alegría y el consuelo.

Esta Pascua de 2011, con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud, vosotros jóvenes sois los que tenéis que comunicar a todos los demás jóvenes la presencia y la alegría de Jesucristo Resucitado. Vosotros, jóvenes, sois insustituibles en esta tarea evangelizadora, los jóvenes evangelizan a los jóvenes.


La resurrección de Cristo despierta a una vida nueva y distinta, a otra manera de ver la vida y, por tanto, a otra forma de ver a las personas y las cosas que existen en derredor nuestro; llegar a vivir como resucitados es llegar a lo que llamaríamos el núcleo, la esencia de lo que es la vida que Dios nos ha regalado a cada uno de nosotros. Lo importante exclusivamente para el hombre resucitado es la evangelización, llevar la Buena Noticia del Evangelio. Esto cubre totalmente la existencia de una persona. ¡Vivamos, pues, como resucitados! ¡Vivamos como hombres nuevos, llenos de esperanza, capaces de llevar la alegría y el consuelo, y promover nuevos evangelizadores a esta sociedad del siglo XXI!


¡Os deseo una feliz Pascua de Resurrección!

+ Antonio Ceballos Atienza

Obispo de Cádiz y Ceuta

lunes, 25 de abril de 2011

Hoy es...San Marcos Evangelista!!!

Autor del segundo Evangelio, su símbolo es el león alado.

Es patrón de los abogados, los notarios, los artistas de vitrales, los cautivos, de Egipto y de Venecia.

San Marcos Evangelista. Según tradición eclesiástica, Marcos, llamado también Juan Marcos o simplemente Juan, es el autor de un evangelio y el intérprete que traducía a Pedro en sus predicaciones frente a auditorios de habla griega. Era hijo de una cierta María, cuya casa de Jerusalén estaba abierta a la primitiva comunidad Cristiana. Primo de Bernabé, probablemente fuera como él de estirpe sacerdotal.
Afirma por una parte la tradición que Marcos nunca habría oído personalmente la predicación del Señor, pero por otra muchos han querido descubrirlo en aquel muchacho que huyó desnudo en el huerto de Getsemaní, episodio que sólo el evangelio a él atribuido refiere. Tal vez haya conocido al grupo de seguidores sin llegar a ser propiamente discípulo.

Al comenzar la expansión del evangelio, Pablo y Bernabé salieron de Jerusalén hacia Antioquía llevando con ellos a Marcos; éste los acompañó en sus primeras empresas misionales, a Chipre y Perges, de donde regresó por causas desconocidas.

Bernabé, deseoso de llevar nuevamente a Marcos con ellos cuando el apóstol planeaba su segundo viaje, encontró la oposición de Pablo, que partió solo.
Marcos siguió, pues, a Bernabé una vez más hasta Chipre. Sin embargo, Marcos reaparece junto a Pablo en Roma, pero es creencia que fue más bien discípulo de Pedro, quien confirma esta suposición al llamarlo "hijo" suyo en su primera carta.

El evangelio que se le atribuye, además, sigue muy de cerca el esquema de los discursos de Pedro que nos ha conservado el libro de los Hechos de los Apóstoles.

Nada sabemos de su existencia posterior. La segunda carta a Timoteo lo señala entre los compañeros de este discípulo de Pablo; conforme a un dato que recoge el historiador Eusebio de Cesarea (a comienzos del siglo IV), la Iglesia de Alejandría lo habría tenido por fundador. Sus últimos años y el lugar de su muerte nos son desconocidos.

San Marcos EvangelistaEl breve relato que lleva su nombre descubre un espíritu observador y ágil. Sólo Marcos, por ejemplo, destaca el verdor de la hierba sobre la que Jesús hizo sentar a la muchedumbre hambrienta antes de multiplicar los panes y los pescados por primera vez.

Las grandes líneas de su evangelio, en tanto, trasuntan una profunda credibilidad histórica y demuestran singular valor teológico. Marcos comienza por presentar a Jesús bien recibido por la gente, pero pronto su humilde mesianismo, tan alejado de las reivindicatorias expectativas populares de los judíos, ocasiona la decepción de la masa; apagado el entusiasmo primerizo, el Señor se retira de Galilea para dedicarse de lleno a la instrucción de los discípulos, quienes por boca de Pedro confiesan la divinidad de su Maestro.

A partir de este reconocimiento de Cesarea, todo el relato se orienta a Jerusalén; en la ciudad santa, finalmente, la oposición crece y culmina en el juicio inicuo y la pasión, que alcanza su victoriosa respuesta cuando Cristo abandona su tumba, de acuerdo con lo que había profetizado de si mismo.

El secreto mesiánico, del que Marcos hace un tema central, da así todo su fruto: Jesús, siervo humillado por la maldad y la ignorancia de los hombres que él había venido a rescatar, es exaltado por Dios, como ha de serlo todo el que a él se una de corazón y lo siga en el camino, el único que permite comprender esa "Buena Noticia de Jesús, Mesías, Hijo de Dios" que Marcos nos ha trasmitido en un lenguaje popular, muchas veces incorrecto en la forma, pero vivaz y lleno de encanto.

Oración



¡Oh Dios! Que sublimasteis a vuestro Evangelista San Marcos con la gracia de la predicación evangélica; os suplicamos nos concedáis que nos aprovechemos siempre de sus enseñanzas y seamos defendidos por su intercesión. Así sea.

Súplica
Os suplicamos Señor, que vuestros sagrados misterios nos presten auxilio continuo, y por las súplicas del Evangelista San Marcos, nos defiendan siempre de toda adversidad. Por Nuestro Señor Jesucristo. Así sea.

Jaculatoria
San Marcos, ruega por nosotros.







Fuentes:
Iluminación Divina
Santoral Católico
Ángel Corbalán

domingo, 24 de abril de 2011

JESUS HA RESUCITADO. ALEGREMONOS, JESUS VIVE !!!!!!!



Hoy la NOTICIA, si, con mayuscula, es que JESUS HA RESUCITADO. De todo ello en homilias y comentarios , así como en el Evangeliolo iremos explicando.
La otra, la otra noticia, es que el milagro no vino solo.....ha regresado nuestro Blog Parrroquial, que durante 8 dias estaba dessparecido. Como si en la parabola del buen Pastor, Jesús ha traido la oveja perdida...El Blog Parroquial de San Garcia Abad.
A que es motivo de gran alegria?. Me refiero a la RESURRECION DE JESUS....Lo otro, no es tan importante.


JESÚS TENÍA RAZÓN


¿Qué sentimos los seguidores de Jesús cuando nos atrevemos a creer de verdad que Dios ha resucitado a Jesús? ¿Qué vivimos mientras seguimos caminando tras sus pasos? ¿Cómo nos comunicamos con él cuando lo experimentamos lleno de vida?

Jesús resucitado, tenías razón. Es verdad cuanto nos has dicho de Dios. Ahora sabemos que es un Padre fiel, digno de toda confianza. Un Dios que nos ama más allá de la muerte. Le seguiremos llamando "Padre" con más fe que nunca, como tú nos enseñaste. Sabemos que no nos defraudará.

Jesús resucitado, tenías razón. Ahora sabemos que Dios es amigo de la vida. Ahora empezamos a entender mejor tu pasión por una vida más sana, justa y dichosa para todos. Ahora comprendemos por qué anteponías la salud de los enfermos a cualquier norma o tradición religiosa. Siguiendo tus pasos, viviremos curando la vida y aliviando el sufrimiento. Pondremos siempre la religión al servicio de las personas.

Jesús resucitado, tenías razón. Ahora sabemos que Dios hace justicia a las víctimas inocentes: hace triunfar la vida sobre la muerte, el bien sobre el mal, la verdad sobre la mentira, el amor sobre el odio. Seguiremos luchando contra el mal, la mentira y el odio. Buscaremos siempre el reino de ese Dios y su justicia. Sabemos que es lo primero que el Padre quiere de nosotros.

Jesús resucitado, tenías razón. Ahora sabemos que Dios se identifica con los crucificados, nunca con los verdugos. Empezamos a entender por qué estabas siempre con los dolientes y por qué defendías tanto a los pobres, los hambrientos y despreciados. Defenderemos a los más débiles y vulnerables, a los maltratados por la sociedad y olvidados por la religión. En adelante, escucharemos mejor tu llamada a ser compasivos como el Padre del cielo.

Jesús resucitado, tenías razón. Ahora empezamos a entender un poco tus palabras más duras y extrañas. Comenzamos a intuir que el que pierda su vida por ti y por tu Evangelio, la va a salvar. Ahora comprendemos por qué nos invitas a seguirte hasta el final cargando cada día con la cruz. Seguiremos sufriendo un poco por ti y por tu Evangelio, pero muy pronto compartiremos contigo el abrazo del Padre.

Jesús resucitado, tenías razón. Ahora estás vivo para siempre y te haces presente en medio de nosotros cuando nos reunimos dos o tres en tu nombre. Ahora sabemos que no estamos solos, que tú nos acompañas mientras caminamos hacia el Padre. Escucharemos tu voz cuando leamos tu evangelio. Nos alimentaremos de ti cuando celebremos tu Cena. Estarás con nosotros hasta el final de los tiempos.



Cristo, sabemos que estás vivo



1.- Este es nuestro día


“Alégrese nuestra Madre la Iglesia, revestida de luz tan brillante”, canta el pregón pascual. “Este es el día en que actuó el Señor, sea nuestra alegría y nuestro gozo”, proclama la liturgia. Sí, hoy es nuestro día más grande. Es la Pascua de las Pascuas: “Resucitó Cristo, nuestra esperanza”. Lo revela la llama del Cirio Pascual, nos lo recuerda el agua bautismal, nos lo canta el aleluya.

Tanta efusión es necesaria para estar a tono con este Día de Resurrección. (Serían una pena que, como a veces acontece, nos quedáramos anclados en los Cristos dolientes del Viernes Santa). Esta Pascua es la hipérbole del amor de Dios; por eso hay que exagerar la alegría. Era el primer día de la semana, al primer albor, la primera vez que salía el sol en un domingo, era el primer domingo de la historia. Hoy es el Día del Señor, porque Cristo ha resucitado. La Resurrección de Cristo es el eje de nuestra fe. “Si Cristo no ha resucitado, somos los más desgraciados de los hombres” aclara San Pablo.

Porque Jesús no fue devorado por la muerte, nuestra vida tiene un horizonte de salida y de esperanza. Porque el hombre sigue preguntándose: ¿Qué hay detrás de la puerta de la muerte? ¿Sólo el vacío y la nada? ¿O habrá algo o Alguien que nos espere al final del camino? ¿Y los míos que se fueron me seguirán queriendo? ¿Y cómo explicar el dolor y el sufrimiento de tanta gente inocente? Preguntas tan legítimas, tan humanas.



2.- Sólo la fe de tantos testigos

Por encima de los desajustes en la narración de los hechos, según los diferentes evangelistas, hay una realidad clara: Cristo, el Crucificado, ha resucitado. Sólo por el testimonio de los que creyeron, sólo por la fe, lo creemos, lo sentimos y vivimos.

Desfilan muchos testigos. En primera fila, las mujeres. Los discípulos abandonan a Jesús, y, mientras, María la Magdalena, María, la de Santiago y Salomé son las testigos fieles. Siempre, el mismo recorrido de fe: van a embalsamar a un muerto, no al encuentro con el resucitado. Luego, llega el estupor y el miedo, ante el anuncio “¿Buscáis al Crucificado? Ha resucitado”. Mientras esperaban la confirmación de la muerte de Jesús, les asombran con la noticia de que está vivo. Jesús sale al encuentro y les dice “Id y anunciad a los hermanos”. Finalmente, llenas de fe, van corriendo a contarlo a los apóstoles… “¡Pero ellos creyeron que era un delirio!”. Qué feliz camino espiritual; de la depresión sin esperanza a ese gozo que, de tan grande, necesita comunicarse.

La Resurrección de Jesús no es un milagro, es un misterio. Porque resucitar no es “volver a la vida”, como Lázaro. Resucitar es entrar en una vida nueva, es dejar el tiempo por la eternidad. En Jesús, la Muerte y la Resurrección son dos puntos de una misma trayectoria: muere para resucitar; resucita desde la muerte. Jesús es “el viviente”.

Lo bueno es que Jesús sigue resucitando. Él es la primicia para los que mueren. Los que mueren en Cristo resucitan con Cristo. En la vida y en la muerte somos del Señor. Que nadie dude. Que todos profesen tanta dicha.



3.- Listos para resucitar

Alegría

Desde que Cristo resucitó, el apellido de los cristianos es la alegría. “Peca quien en este día (domingo) está triste” (Didascalia).
Es cierto que el dolor y la muerte surcan todos los caminos de la vida. Pero siempre nos acompaña la esperanza. El gozo en el dolor tiene el nombre de paz y de consuelo; con Jesús, se liman las aristas y se elimina el desgarro ante el sufrimiento.
No somos fanáticos: tenemos pena y lloramos la muerte de los nuestros, pero disponemos del bálsamo de la esperanza. Sintiendo a Jesús resucitado, podemos seguirle “hasta la muerte”, porque sabemos dónde acaba.

Es domingo

Domingo y Resurrección van siempre de la mano. Por este domingo son domingo todos los domingos del año, y no es un juego ligero de palabras. La Eucaristía del “Día del Señor” es la presencia entre nosotros del Resucitado. Desde el tiempo de los apóstoles en el “primer día de la semana” nos reunimos “para la fracción del pan”. ¿Quién llamó precepto a lo que es impulso amoroso del corazón creyente? También nosotros podemos decir, como Pedro” “comimos y bebimos con él después de que resucitó de entre los muertos”. El domingo es para “endomingarse”, para la alegría, para el deporte, para la familia, para la caridad.

Testigos de resurrección


Los que hemos resucitado con Cristo “buscamos las cosas de arriba”, estamos llamados a sembrar resurrección: ponemos esperanza en el dolor, ponemos vida en la muerte, ponemos gozo en la pena. Si creemos en Cristo Resucitado, nuestra vida es Pascua, es pasar de la muerte a la vida. “Como el grano de trigo, que, al morir, da mil frutos. Como el ramo de olivo, que venció a la inclemencia. Como el sol, que se esconde y revive en el alba”, resucita el cristiano y, a su paso, resucitan las cosas. (En el atentado terrorista del 11 M en Madrid, junto a tanta muerte y tanto dolor, resucitó lo mejor que atesora el corazón humano de bondad, de compasión, de entrega).

¿Es esto lo que queremos decir cuando afirmamos que somos testigos de la Resurrección del Señor?


Feliz Pascua



Evangelio según San Juan 20,1-9.


El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada.
Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto".
Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro.
Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes.
Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró.
Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo,
y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte.
Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó.
Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos.

Palabra de Dios.



COMENTARIO.


El tema es: "Jesucristo: Hijos en el Hijo". Habría que centrarse en la segunda persona de la Santísima Trinidad y luego ver cómo nosotros somos Hijos en el Hijo. Como todos conocemos la vida de Jesucristo, su misterio de ser hombre y Dios, me voy a centrar más en la segunda idea: somos hijos EN el Hijo.


Parto de la Trinidad. En nuestra religión creemos en un Dios que no es un ser solitario, sino que son tres: Padre. Hijo y Espíritu Santo. Los tres viven en perfecta armonía y convivencia. Cada uno ha realizado alguna misión "ad extra" (fuera de sí): El Padre realizó la Creación y estuvo presente en la Historia del Pueblo de Israel; el Hijo se encarnó y realizó la redención de la humanidad, es el más conocido por todos nosotros; el Espíritu Santo está realizando la santificación de la Iglesia. En la Santísima Trinidad cada persona se constituye por la relación que tiene con las otras dos personas: el Padre es el origen, el Hijo es el dependiente del Padre, el Espíritu Santo es el clima de Amor en el que se relacionan el padre y el Hijo.

Por otro lado, al presentar este tema: "Hijos en el Hijo", conviene resaltar que la máxima aspiración del ser humano es la felicidad, la realización personal. Esta felicidad sólo la podemos encontrar en Dios. Fijaos que el ser humano es un continuo buscador de felicidad; todo lo que hace, aunque sea confundido y se haga mal a sí mismo, es buscar la felicidad. La felicidad no está en el poder, en el tener, en el gozar, en el sobresalir, en la satisfacción plena e inmediata de los sentidos, en la evasión de la realidad... Dicen los filósofos (Zubiri) que el ser humano está constitutivamente, ontológicamente, "religado" a Dios. Sólo podrá ser feliz en la medida en que descubra esa relación con Dios y la realice en su vida. De tal forma que el hombre tenderá naturalmente a querer descubrir a Dios es su vida, porque le es algo connatural.


Además, en la religión cristiana, esa relación natural con Dios se ha exaltado a una relación superior por medio del bautismo, por el cual somos hechos hijos de Dios, o mejor habría que decir que somos hechos hijos en el Hijo. Quiere esto decir que si el ser humano entra en la relación con Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo, entra en relación por medio del Hijo, ahora y en la eternidad. (Por ejemplo si la Santísima trinidad está jugando al corro y el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo dan vueltas cogidos de la mano, el hombre se incorpora a ese corro, a esa relación con Dios, sin que ellos se suelten de la mano, agarrándose a Jesucristo).

Por medio del sacramento del Bautismo se nos hace Hijos de Dios, se nos sumerge – eso significa Bautismo – en las entrañas de Jesucristo. Por medio del bautismo somos incorporados a Cristo. O con una expresión más feliz, más sugerente, somos injertados en Cristo. De aquí la expresión "hijos en el Hijo". Sabéis que el injerto es introducir un sarmiento o una rama de manzana, por ejemplo, en un tronco de peral. De tal manera que el tronco de peral comunica su sabia a la rama de manzano y poco a poco la va transformado, hasta que el fruto que produce es como una mezcla de manzana y de pera. Así podríamos decir que nosotros estamos injertados en Cristo y Cristo poco a poco nos va transmitiendo su sabia, su gracia, hasta que poco a poco va transformando nuestra naturaleza humana y nos va haciendo Hijos de Dios, de naturaleza divina, sin quitarnos nuestra naturaleza, sino plenificándola.


De tal modo es así que la realidad de un bautizado es que tiene como un nuevo ser, una nueva vida: es hijo de Dios EN Jesucristo. Esta nueva realidad la podemos expresar en diferentes imágenes: Cristo es la vid y nosotros los sarmientos. Cristo es el centro, la "madre", la clave, la cepa que distribuye su gracia por los sarmientos para que puedan dar fruto; de tal forma que un sarmiento separado de la vid, no da fruto y se seca. Otra imagen es que todos los bautizados formamos el Cuerpo de Cristo; Cristo es la cabeza y nosotros, la Iglesia, somos miembros de su Cuerpo. La cabeza es la que tiene el control de todos los miembros. Donde está la cabeza están también los miembros, por donde ella pasa, pasa el cuerpo. Otra imagen actual que se me ocurre es que estamos enchufados en Cristo como un aparato eléctrico: Cristo nos transmite la corriente eléctrica para que podamos ejercer nuestra función.

De este nuevo ser en Cristo se derivan varias consecuencias:

1ª Este nuevo ser, esta nueva vida, no es autónoma, no funciona automáticamente, ni se desarrolla por sí misma. A esta nueva esencia le corresponde una nueva existencia. Tenemos que colaborar con nuestra libertad para que esa nueva vida florezca. Una vez dijo el Papa que "no todos los bautizados son cristianos", queriendo señalar que no todos los bautizados corresponden a su vocación bautismal. Hay muchos que se bautizan y ya no quieren saber nada de la Iglesia. Hoy en día muchos son los que viven lo que podríamos llamar el "síndrome del sarmiento separado".

2ª Si somos hijos en el Hijo, somos hijos, Dios es nuestro Padre y nosotros somos hermanos. Es la consecuencia que más conocemos. Cristo nos ha revelado que Dios es nuestro Padre, no es para nosotros un ser lejano y desentendido de nosotros, sino que es nuestro Padre. Nosotros somos sus hijos, seres dependientes de él, que no podemos hacer nuestra vida sin contar con él. Todos sus hijos somos hermanos, llamados a construir la fraternidad universal.

3ª Si estamos injertados en Cristo, Cristo nos está transmitiendo su gracia desde el momento del bautismo, de tal forma que llevamos en nuestro interior la vida divina como en germen. Dentro de nosotros está creciendo una vida, estamos como embarazados de Dios. La vida del cristiano consiste en hacerse consciente de esa nueva vida que lleva en su interior y colaborar con Dios para que esa vida aflore al exterior: se haga pensamiento, palabra y obra, para que andemos a los pobres, como Dios; miremos como Dios mira al ser humano y al mundo; valoremos los acontecimientos como Dios lo hace... (Hasta los poros de la piel tenderían que rezumar a Dios) para que vivamos como lo que somos, hijos de Dios.


4ª Si somos el Cuerpo de Cristo, por todos los miembros de este cuerpo circula la misma sangre; es decir, hay entre nosotros una solidaridad en la gracia, que tiene su máxima expresión en una salvación colectiva. Nos vamos a salvar como miembros del mismo cuerpo, conjuntamente; nos vamos a salvar como componentes del mismo racimo, colectivamente. Por tanto, no hay obras personales para conseguir la salvación (obras piadosas, misas...) Vamos todos juntos es este barco que es la Iglesia y todos hemos de colaborar en que llegue a buen puerto. Sin embargo, si hay que decir que si no nos salvamos individualmente, si nos podemos condenar individualmente.

5ª Si somos hijos en el Hijo quiere decir, también, que no tenemos una relación directa con Dios, sino que sólo nos relacionamos con Dios en Jesús, por Jesús. Hoy, igual que decía antes que se da el "síndrome del sarmiento separado", se da el síndrome "Yo me confieso con Dios"; es decir, el no admitir mediaciones en la relación con Dios con los innumerables peligros que eso lleva consigo. Sólo a través de Jesús, a través de la Iglesia que fundó Jesús, a través de los sacramentos que instituyó Jesús, podemos relacionarnos con Dios. Despreciar estas mediaciones sería despreciar la persona de Jesucristo y su misterio de la encarnación.


La centralidad de nuestra fe está en el Hijo, en Jesucristo, en su vida y en su mensaje. Es el que más se ha acercado a nosotros. Es el que se ha hecho como nosotros. En él fuimos creados, en él fuimos regenerados por el bautismo, en él vivimos, nos movemos y existimos, en él seremos resucitados, en él seremos insertados en el seno de Dios...











Fuentes:
Iluminación Divina
Sagrada Biblia
Pedro Crespo Arias
Conrado Bueno, cmf
Ángel Corbalán

domingo, 17 de abril de 2011

Hoy es..Domingo de Ramos!!!!!





UNA SEMANA DIFERENTE


Todavía se sigue llamando «Semana Santa», pero ya ha desaparecido casi del todo aquel clima tan «especial» que se respiraba estos días entre nosotros con la supresión de cines y espectáculos, la celebración de procesiones o la programación religiosa de radios y T.V.
Hoy son muchos los que aprovechan estas fechas para desplazarse fuera de su hogar y disfrutar de un pequeño descanso en algún rincón tranquilo. De alguna manera, la semana santa viene a ser para bastantes esas «vacaciones de primavera» que permiten seguir trabajando hasta que llegue el descanso veraniego.
Este nuevo clima social de vacación y descanso no tiene por qué impedir a los creyentes una celebración digna de los misterios centrales de su fe. Lo importante es aprender a vivir la Semana Santa conjugando de manera responsable e inteligente ese descanso tan necesario con la celebración viva de la liturgia. He aquí algunas sugerencias.

Lo primero es programarnos de tal manera que podamos tomar parte en las celebraciones de cada día. No es difícil acercarnos a una iglesia del entorno, informarnos de los horarios, detener nuestra excursión en el lugar adecuado. Siempre es una experiencia enriquecedora compartir la propia fe con gentes de otros pueblos.

Participaremos en celebraciones sencillas, pero transidas de honda piedad popular o viviremos la liturgia cuidada de un monasterio. Lo importante será nuestra participación personal. De ahí la conveniencia de llegar a tiempo a la celebración, ocupar un lugar adecuado en el templo, escuchar con atención interior la Palabra de Dios, vivir los gestos litúrgicos, cantar con el corazón.
Tal vez podamos también encontrar un hueco para el silencio, la oración y el encuentro con Dios. Nos ayudará a descansar de manera más armoniosa y completa. Las posibilidades son múltiples: la oración silenciosa ante el sagrario al anochecer del jueves, la lectura reposada de la Pasión del Señor en un lugar recogido de la casa, la mirada agradecida al crucifijo, el concierto sacro o la música religiosa que eleva nuestro corazón hacia Dios.
La semana santa ha de culminar siempre en esa celebración pascual de la noche del sábado. Es una pena ver que bastantes cristianos que celebran los días anteriores la muerte del Señor, desconocen esta celebración de su resurrección, la más importante y central de toda la liturgia cristiana.

Redescubrir su hondo contenido puede ser para muchos una experiencia renovadora.
El cirio pascual encendido en medio de la noche, la solemne invitación a vivir la alegría pascual, la proclamación gozosa de la resurrección de Cristo, el canto jubiloso del aleluya, la celebración agradecida de la Eucaristía, son la mejor invitación a resucitar a una vida nueva.

NO TE BAJES DE LA CRUZ

Según el relato evangélico, los que pasaban ante Jesús crucificado se burlaban de él y, riéndose de su sufrimiento, le hacían dos sugerencias sarcásticas: Si eres Hijo de Dios, «sálvate a ti mismo» y «bájate de la cruz».
Ésa es exactamente nuestra reacción ante el sufrimiento: salvarnos a nosotros mismos, pensar sólo en nuestro bienestar y, por consiguiente, evitar la cruz, pasarnos la vida sorteando todo lo que nos puede hacer sufrir. ¿Será Dios así? ¿Alguien que sólo piensa en sí mismo y en su felicidad?
Jesús no responde a la provocación de los que se burlan de él. No pronuncia palabra alguna. No es el momento de dar explicaciones. Su respuesta es el silencio. Un silencio que es respeto a quienes lo desprecian, comprensión de su ceguera y, sobre todo, compasión y amor.
Jesús sólo rompe su silencio para dirigirse a Dios con un grito desgarrador: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» No le pide que lo salve bajándolo de la cruz. Sólo que no se oculte, ni lo abandone en este momento de muerte y sufrimiento extremo. Y Dios, su Padre, permanece, en silencio.
Sólo escuchando hasta el fondo ese silencio de Dios, descubrimos algo de su misterio. Dios no es un ser poderoso y triunfante, tranquilo y feliz, ajeno al sufrimiento humano, sino un Dios callado, impotente y humillado, que sufre con nosotros el dolor, la oscuridad y hasta la misma muerte.
Por eso, al contemplar al crucificado, nuestra reacción no es de burla o desprecio, sino de oración confiada y agradecida:
«No te bajes de la cruz. No nos dejes solos en nuestra aflicción.
¿Para qué nos serviría un Dios que no conociera nuestra cruz? ¿Quién nos podría entender?»
¿En quién podrían esperar los torturados de tantas cárceles secretas?
¿Dónde podrían poner su esperanza tantas mujeres humilladas y violentadas sin defensa alguna?
¿A qué se agarrarían los enfermos crónicos y los moribundos?
¿Quién podría ofrecer consuelo a las víctimas de tantas guerras, terrorismos, hambres y miserias?
No. No te bajes de la cruz pues si no te sentimos «crucificado» junto a nosotros, nos veremos más «perdidos».


ESCÁNDALO Y LOCURA

Los primeros cristianos lo sabían. Su fe en un Dios crucificado sólo podía ser considerada como un escándalo y una locura. ¿A quién se le había ocurrido decir algo tan absurdo y horrendo de Dios? Nunca religión alguna se ha atrevido a confesar algo semejante.
Ciertamente, lo primero que todos descubrimos en el crucificado del Gólgota, torturado injustamente hasta la muerte por las autoridades religiosas y el poder político, es la fuerza destructora del mal, la crueldad del odio y el fanatismo de la mentira. Pero ahí precisamente, en esa víctima inocente, los seguidores de Jesús vemos a Dios identificado con todas las víctimas de todos los tiempos.
Despojado de todo poder dominador, de toda belleza estética, de todo éxito político y toda aureola religiosa, Dios se nos revela, en lo más puro e insondable de su misterio, como amor y sólo amor. No existe ni existirá nunca un Dios frío, apático e indiferente. Sólo un Dios que padece con nosotros, sufre nuestros sufrimientos y muere nuestra muerte.
Este Dios crucificado no es un Dios poderoso y controlador, que trata de someter a sus hijos e hijas buscando siempre su gloria y honor. Es un Dios humilde y paciente, que respeta hasta el final la libertad del ser humano, aunque nosotros abusemos una y otra vez de su amor. Prefiere ser víctima de sus criaturas antes que verdugo.
Este Dios crucificado no es el Dios justiciero, resentido y vengativo que todavía sigue turbando la conciencia de no pocos creyentes. Desde la cruz, Dios no responde al mal con el mal. "En Cristo está Dios, no tomando en cuenta las transgresiones de los hombres, sino reconciliando al mundo consigo" (2 Corintios 5,19). Mientras nosotros hablamos de méritos, culpas o derechos adquiridos, Dios nos está acogiendo a todos con su amor insondable y su perdón.
Este Dios crucificado se revela hoy en todas las víctimas inocentes. Está en la cruz del Calvario y está en todas las cruces donde sufren y mueren los más inocentes: los niños hambrientos y las mujeres maltratadas, los torturados por los verdugos del poder, los explotados por nuestro bienestar, los olvidados por nuestra religión.
Los cristianos seguimos celebrando al Dios crucificado, para no olvidar nunca el "amor loco" de Dios a la humanidad y para mantener vivo el recuerdo de todos los crucificados. Es un escándalo y una locura. Sin embargo, para quienes seguimos a Jesús y creemos en el misterio redentor que se encierra en su muerte, es la fuerza que sostiene nuestra esperanza y nuestra lucha por un mundo más humano.

FINALIZA LA CUARESMA Y COMIENZA SEMANA SANTA.

Termina la Cuaresma y comienza la Semana Santa con este domingo, a la vez Domingo de Ramos y Domingo de Pasión, como gozne. Los ramos nos sitúan ante aquella entrada más o menos triunfal de Jesús en Jerusalén. Estamos de fiesta. Pero sin solución de continuidad las lecturas de la misa nos traen el relato de la Pasión de Jesús. Y lo hacen terminar no en la resurrección sino en el enterramiento de un Jesús derrotado y abandonado por todos menos por dos mujeres, María Magdalena y la “otra María” y por un grupo de soldados que los sumos sacerdotes y los fariseos se encargan de poner allí para asegurarse de que nadie irá a robar el cadáver. Y después el silencio. Nada más.

Pero por en medio tenemos el relato detallado de las últimas horas de Jesús. Comentarlo en toda su extensión y con todos los detalles nos llevaría demasiado. La invitación es a leerlo personalmente, a hacer esa lectura orante en un rato de silencio, a dejar que del corazón broten los sentimientos al acompañar a Jesús en esa vía dolorosa que lo lleva desde la última cena hasta el momento de su muerte en la cruz.

Pero quizá convendría resaltar apenas algunos puntos para hacer hincapié en ellos en nuestra oración:

• La institución de la Eucaristía se hace en el contexto de la despedida de Jesús. Jesús y los discípulos han comido juntos muchas veces. Pero ésta tiene un significado especial. Marca la entrega de la vida de Jesús por nosotros. El pan y el vino son alimento para nuestro camino como Jesús mismo se hace alimento para nosotros.

• Los discípulos no tienen muy claro el momento que están viviendo. En el huerto de los Olivos se duermen sin problema. No se dan cuenta de que el espíritu e decidido pero la carne es débil. Mientras tanto Jesús vive realmente su pasión, experimenta el abandono de los suyos y la soledad. La traición de Judas no hará más que confirmar ese abandono. Ante él sólo tiene el cáliz que le ofrece el Padre. Al final, se reafirma en su compromiso: “Hágase tu voluntad.”

• En el juicio ante las autoridades judías experimenta hasta el fondo lo que puede ser la injusticia de los hombres que actúan basados sólo en sus intereses. Jesús está ya condenado de antemano. Sólo se trata de buscar excusas y razones que justifiquen la decisión previamente tomada. Lo de Pilato no necesita comentario. Como tantos gobernantes, se guía por los sondeos de opinión y no por la búsqueda de la justicia.

• Ya hemos aludido al abandono. En el momento de la detención todos los discípulos, los mismos que se habían dormido plácidamente, huyeron y lo abandonaron. Apenas Pedro es capaz de seguirlo de lejos. Pero cuando se le encara la última criada del palacio, niega sin rubor su pertenencia al grupo de Jesús. Él no sabe nada, no conoce nada. Él sólo pasaba por allí por casualidad. Hasta tres veces niega conocer a Jesús. Sus lágrimas de arrepentimiento, cuando oye cantar al gallo, no tapan los hechos: cobarde y traidor. No mucho mejor que Judas, por cierto. Y luego fue el primer papa, según la tradición.

• Los soldados se lo pasaron bien un rato con Jesús. El deporte de aprovecharse de los más débiles, de reírse de ellos, está muy extendido. A todos los niveles de la sociedad. Seguro que todos hemos participado en él alguna vez. No es peor lo que hicieron los soldados. Estaban aburridos y les pusieron a Jesús para divertirse con él.

• En la cruz se mantiene el abandono. La gente que lo ve se burla de él. Y hasta los bandidos que estaban crucificados con él lo insultaban. Pero Jesús se mantiene fiel hasta el final. Siente el dolor del abandono pero sigue refiriéndose a su Padre en sus palabras.

• El momento de la muerte no necesita comentario. Sólo un tiempo de silencio. Y mirar, si nos atrevemos, de frente al crucificado. Y sentir el dolor de Jesús y el dolor del mundo, el dolor acumulado de tantos inocentes y de tantas injusticias. Y aguantar firme la esperanza en el Padre. Como Jesús.

Ya sólo queda abrir el corazón a las vivencias de esta Semana Santa que hoy comienza. Asumir el dolor del mundo en todas sus formas y sabernos comprometidos con Dios hasta el final por el Reino, por la reconciliación, por la vida, por la justicia. Hasta dejarnos la vida en ello. Como Jesús. En la esperanza de que el Dios de la Vida no nos defraudará.


Entrada de Jesús a Jerusalem:


Cuando llegaba a Jerusalén para celebrar la pascua, Jesús les pidió a sus discípulos traer un burrito y lo montó. Antes de entrar en Jerusalén, la gente tendía sus mantos por el camino y otros cortaban ramas de árboles alfombrando el paso, tal como acostumbraban saludar a los reyes.

Los que iban delante y detrás de Jesús gritaban:
"¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!"

Entró a la ciudad de Jerusalén, que era la ciudad más importante y la capital de su nación, y mucha gente, niños y adultos, lo acompañaron y recibieron como a un rey con palmas y ramos gritándole “hosanna” que significa “Viva”. La gente de la ciudad preguntaba ¿quién es éste? y les respondían: “Es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea”. Esta fue su entrada triunfal.

La muchedumbre que lo seguía estaba formada por hombres, mujeres y niños, cada uno con su nombre, su ocupación, sus cosas buenas y malas, y con el mismo interés de seguir a Jesús. Algunas de estas personas habían estado presentes en los milagros de Jesús y habían escuchado sus parábolas. Esto los llevó a alabarlo con palmas en las manos cuando entró en Jerusalén.

Fueron muchos los que siguieron a Cristo en este momento de triunfo, pero fueron pocos los que lo acompañaron en su pasión y muerte.

Mientras esto sucedía, los sacerdotes judíos buscaban pretextos para meterlo en la cárcel, pues les dio miedo al ver cómo la gente lo amaba cada vez más y como lo habían aclamado al entrar a Jerusalén.

COMENTARIO


Este año sin duda todo está marcado por la Jornada Mundial de la Juventud de Madrid en agosto; de un modo especial, incluso nuestra Semana Santa. Os explico por qué lo veo así.


Benedicto XVI en el Mensaje para esta jornada: "Arraigados y edificados en Cristo. Firmes en la fe", dice que viene a confirmarnos en la fe con la idea de que Europa recupere sus raíces cristianas; en medio de unas circunstancias de relativismo y de laicismo. Es decir, donde no hay principios válidos para todos y donde mucha gente piensa que puede plantearse la vida al margen de Dios, como si hubiese un "eclipse" que tapa a Dios o, incluso, a veces, un explícito rechazo.

Para mantenernos firmes en la fe, se deduce de su Mensaje y de sus comunicados que es esencial que los jóvenes, que cualquier cristiano, tenga experiencia de Dios, se encuentre con Cristo.

Pues resulta que en la organización de estas Jornadas hay un acto destacado, que es un Via Crucis. Si a veces nuestras cofradías se quejan de que no valoramos suficientemente su modo de vivir la fe, cuando intentamos hacerles alguna corrección, ahora el Papa las va a poner en el mejor "escaparate" de la temporada.


Para expresar la fe como los pueblos de España y por si podemos contagiar nuestra religiosidad popular, válida para fomentar el encuentro con Cristo, en la JMJ, el 19 de agosto, a las 19:30 h. habrá un Via Crucis con los siguientes pasos de la Semana Santa española:

1.- Última Cena. Murcia. Francisco Salzillo.

2.- Beso de Judas. Málaga. Antonio Castillo Lastrucci.

3.- Negaciones de san Pedro. Orihuela (Alicante) Federico Collaut-Valera.

4.- Jesús sentenciado a muerte. Madrid. Anónimo.

5.- Jesús cargado con la Cruz. Madrid. José R. Fernández–Andés.

6.- Jesús cae bajo el peso de la Cruz. Úbeda (Jaén). Mariano Benlliure.

7.- El Cirineo ayuda a llevar la Cruz. León. Anónimo.

8.- La Verónica enjuga el rostro de Jesús. Jerez de la Frontera (Cádiz). Francisco Pinto.

9.- Jesús despojado de sus vestiduras. Granada. Manuel Ramos Corona.

10.- Jesús clavado en la Cruz. Zamora. Ramón Álvarez.

11.- Jesús muere en la Cruz. Málaga. Francisco Palma Burgos.

12.- El descendimiento. Cuenca. Luis Marco Pérez.

13.- Jesús en brazos de su madre. Valladolid. Gregorio Fernández.

14.- Jesús es sepultado. Segovia. Gregorio Fernández.

15.- La Dolorosa. Sevilla. Luisa Roldán


Conociendo la situación de descristianización de Europa y cómo los analistas de la religiosidad apuntan que en España el índice de la fe no ha bajado tanto como en los países vecinos, gracias, quizás, a su religiosidad popular: La devoción a la Virgen, las procesiones de Semana Santa... esta opción por hacer un Via Crucis en el encuentro de los Jóvenes con el Papa es como para sentirse orgullosos de nuestras tradiciones, eclesialmente vividas, y una llamada a la responsabilidad a la hora de vivir estas expresiones de fe.

También es cierto que, para que se de ese encuentro con Cristo, esta religiosidad popular debe vivirse eclesialmente, con sentido de pertenencia a la Iglesia, con formación cristiana, con caridad a los más necesitados, con la celebración de los sacramentos. A pie de calle, comprobamos como la chispa inicial de esa religiosidad, normalmente se apaga pronto porque le faltan esos elementos que, además, están siendo suplidos por folclore en busca de lucimiento y de turismo.

Así describe el Papa, en su mensaje para esta jornada, lo que debería ser nuestra experiencia personal de fe:

"Creemos firmemente que Jesucristo se entregó en la Cruz para ofrecernos su amor; en su pasión, soportó nuestros sufrimientos, cargó con nuestros pecados, nos consiguió el perdón y nos reconcilió con Dios Padre, abriéndonos el camino de la vida eterna. De este modo, hemos sido liberados de lo que más atenaza nuestra vida: la esclavitud del pecado, y podemos amar a todos, incluso a los enemigos, y compartir este amor con los hermanos más pobres y en dificultad.

Queridos amigos, la cruz a menudo nos da miedo, porque parece ser la negación de la vida. En realidad, es lo contrario. Es el "sí" de Dios al hombre, la expresión máxima de su amor y la fuente de donde mana la vida eterna. De hecho, del corazón de Jesús abierto en la cruz ha brotado la vida divina, siempre disponible para quien acepta mirar al Crucificado. Por eso, quiero invitaros a acoger la cruz de Jesús, signo del amor de Dios, como fuente de vida nueva. Sin Cristo, muerto y resucitado, no hay salvación. Sólo Él puede liberar al mundo del mal y hacer crecer el Reino de la justicia, la paz y el amor, al que todos aspiramos."



Ojalá y estos días y todo lo que vamos a vivir nos ayude en ese encuentro con Cristo que debe transformar nuestra vida y configurarnos más con Él.











Fuentes:
Iluminación Dvina
José A.Pagola
Fernando Torres Peres cmf
Pedro Crespo Arias
Ángel Corbalán

sábado, 16 de abril de 2011

Hoy es........San Benito José Labre, patrón de los vagabundos!!!!


Si los vagabundos tuvieran un santo patrono, sería San Benito José Labre. Desde niño le atraía dominar con la miseria su cuerpo, para que el alma quedara más libre para volar hacia Dios. Ya a los doce años ponía como cabecera para dormir una tabla y desde los 16 hasta su muerte durmió siempre en el duro suelo. Tanto que la gente llegó a llamarlo "el santo que duerme en el suelo".

En este mundo todos somos peregrinos en el valle de lágrimas: caminamos siempre por el camino seguro de la Religión, en Fe, Esperanza, Caridad, Humildad, Oración, Paciencia y Mortificación cristiana, para llegar a nuestra patria del Paraíso». Esta era una de las máximas preferidas de San Benito José Labre, que corresponden perfectamente a su testimonio de vida. Vivió 35 años, y 13 los pasó como «peregrino» por las calles y caminos. Con razón se le llamó «el vagabundo de Dios» o también «el gitano de Cristo», mejores expresiones que no la de «santo de los piojos» como también se le decía.



Nació en Bologna, Francia, en 1748. Era el mayor de los quince hijos de un librero acomodado. Sus padres lo colocaron a estudiar junto a un tío sacerdote, el Padre Santiago, que todo se lo daba a los pobres y a quien la gente llamaba "un nuevo San Vicente".

Benito José sentía una enorme inclinación a la lectura de la Sagrada Escritura y a leer Vidas de Santos y libros religiosos. Tanto que su tío tenía que recordarle de vez en cuando que debía dedicar también tiempo suficiente a estudiar otras materias. Otra de sus inclinaciones era hacia la vida retirada del mundo, hacia la vida de oración y de meditación, apartado del trato con los demás.

Su tío sacerdote murió por atender a enfermos de peste, y entonces Benito José se propuso entrar a algún convento donde la vida fuera totalmente dedicada a la oración, el silencio y las penitencias. Viajando a pie centenares de kilómetros, muchas veces por entre la nieve, visitó varios conventos de Cartujos y de Trapenses (monjes en perpetuo silencio) pero en cada convento le respondieron que la edad mínima para entrar era de 24 años, y que como sólo tenía 20 años, no podía ser admitido. Al fin en un convento hicieron una excepción y lo admitieron, pero entonces le llegó la enfermedad de los escrúpulos (imaginar que es pecado lo que no lo es) y le empezaron terribles angustias, que el mismo Superior tuvo que aconsejarle que se retirara, porque su temperamento no era para vivir encerrado en un convento. Benito bajó humildemente la cabeza y dijo: "Hágase la santa voluntad de Dios", y se alejó meditabundo.

Desde entonces empieza Benito José una vida poco común. Dispone conseguir la santidad siendo un perpetuo mendigo, un peregrino errante, de santuario en santuario. Benito se propuso dedicar muchos años de su vida a visitar los santuarios más famosos de Europa, a pie, descalzo, pidiendo limosna, vestido como un pordiosero y dedicado únicamente a rezar, meditar y hacer penitencia.

Andaba descalzo (aun en plena nieve, pedregales o barro) con un vestido sumamente viejo y descolorido, lleno de remiendos. Con un pobre morral donde únicamente llevaba la Imitación de Cristo y un Devocionario para leer los Salmos y otras oraciones, practicaba el consejo de Jesús: "No llevéis alforja con provisiones, ni dinero, ni dos túnicas" (Mr. 6,8).

Se propuso ser un monje errante, un vagabundo de Dios, un ser tan espiritual que olvidado de su cuerpo, vivirá de lo que a los demás les sobre. Para siempre será ya un peregrino errante. Sobre su camisa remendada lleva un escapulario y un crucifijo. Las primeras tres noches que estuvo en Roma (después de viajar centenares y centenares de kilómetros desde Francia, a pie, pidiendo limosna) las pasó en un hospicio de pobres, pero luego le pareció que eso era demasiado lujo para él y en adelante dormirá siempre a la intemperie o en el quicio de una puerta, o bajo un puente, o al abrigo de una escalera, o donde la noche lo sorprenda.

Nunca aceptaba un lecho o una cama. Lo más que aceptaba era un costal para acostarse en él. Quería asemejarse a Jesús que no tenía ni una piedra para recostar la cabeza. Su filosofía era la de las avecillas del cielo, a las cuales Dios alimenta y que no viven preocupadas por el día de mañana, porque el Padre Dios sabe muy bien que es lo que vamos a necesitar. Las personas ordinarias al verlo sentían desprecio por él y los orgullosos hasta le tenían asco, pero las personas muy espirituales sentían hacia él una honda admiración.

Como si fuera un monje cartujo, por los caminos no hablaba con nadie, a no ser que sintiera la inspiración para decirle alguna palabra espiritual a alguien. Cuando le daban una limosna (que él nunca pidió a nadie) daba las gracias y buscaba a otro más pobre para dársela a él. Andaba por todos esos caminos de Europa de santuario en santuario, desde España hasta Francia, Alemania, Italia, etc., absorto, como dedicado a la contemplación y a hablar con Dios. Cuando llegaba a un santuario se pasaba los días enteros orando allí ante la santa imagen. Cuando oraba ante el Santísimo Sacramento o ante un crucifijo se le pasaban las horas sin darse cuenta y a veces se elevaba varios centímetros por los aires.

A un sacerdote que le preguntó de qué estaba compuesto él para ser capaz de soportar semejante vida le dijo: "Mi cerebro está compuesto de fuego para amar a Dios. Mi corazón es de carne para poder tener caridad para con el prójimo. Mi voluntad es de bronce para tratarme duro a mí mismo".

A otro que le recomendó que no durmiera en el suelo le respondió: "Me parece que Dios quiere que yo le sirva de esta manera. Los pobres dormimos en el lugar donde nos llega la noche… los que ya nos acostumbramos a la pobreza no necesitamos cama demasiado cómoda para dormir… además en este modo de vivir siento más facilidad para comunicarme con el buen Dios".

Las gentes le demostraban mucho desprecio y nada deseaba él tanto como ser despreciado y tenido por nada. Pero nunca lo lograban despreciar los otros como se despreciaba a sí mismo. Un hombre le regaló un día una limosna y Benito José se apresuró a obsequiársela a otro más pobre que él. El que le había dado la limosna creyó que eso era un desprecio y le dio una bofetada. Benito se dejó golpear sin pronunciar una sola palabra. En un santuario lo confundieron con un ladrón y lo sacaron a rastras del templo hacia la plaza. El no se defendió. En Gascuña se acercó a atender a un herido y las gentes dijeron que era él quien lo había atracado y le dieron una paliza. No dijo ni una palabra. Imitaba a Jesús de quien siete veces dice el Evangelio que callaba, mientras lo maltrataban.

Era tan flaco y desgastado que al dormir enroscado en un rincón las gentes lo confundían con un perro dormido y le daban patadas para que se fuera.

Y mientras más se humillaba él, más se preocupaba Dios por elevarlo. Su padre confesor que al principio dudaba mucho de él, se fue convenciendo cada día más y más de que se trataba de un verdadero santo y fue recogiendo datos para su biografía. Don Jorge Zittli un convertido, vio un día que Benito José se acercaba a una mujer que lloraba porque su hijito agonizaba y le dijo: "Deja de llorar mujer, que tu niño ya está bien", y al colocarle la mano sobre la cabeza del niño, éste quedó instantáneamente curado.

Desde 1777 su devoción preferida será asistir a las "Cuarenta horas", esta hermosa devoción que consiste en exponer la Santa Hostia (o sea el cuerpo de Cristo), y dedicarse los parroquianos durante 40 horas a rendirle, por turnos, piadosa adoración. Donde quiera que en Roma hubiera 40 horas en un templo, allí estaba Benito José los tres días adorando al Santísimo Sacramento. Tanto que la gente lo llamaba "El santo de las cuarenta horas".

El padre Daffini vio a Benito en el templo de los Santos Apóstoles, rodeado por un gran resplandor, mientras adoraba la Santa Hostia. María Poeti lo vio lleno de resplandores y elevarse sobre el suelo mientras adoraba al Señor en la Eucaristía. El padre Pompei, Capellán de Santa María La Mayor vio que sobre el corazón de nuestro santo se veían llamaradas mientras adoraba la Santa Hostia.

Los últimos años pasaba los días enteros en los templos orando y por las noches iba a dormir en las ruinas del Coliseo.

La debilidad lo obligó en sus últimos días a aceptar ser recibido en un albergue de mendigos de Roma, y allí su obediencia y su piedad llamaron la atención a los encargados. Benito era siempre el último en acudir a recibir su porción de sopa, y con frecuencia la regalaba a otro que tenía más hambre que él.

A principios de la cuaresma de 1783 adquirió un violento resfriado y el Miércoles Santo estando rezando en un templo cayó desmayado. Muchos acudieron a socorrerlo y un carnicero lo llevó a su casa para atenderlo. Le aplicaron la Unción de los Enfermos y el Jueves Santo - 16 de abril - a la madrugada pasó a la eternidad. Aquella mañana mientras las campanas de los templos de Roma repicaban en la ceremonia del Jueves Santo, su alma volaba a escuchar los repiques de gloria en el Reino de los Cielos.

Apenas se supo la noticia de su muerte, muchos niños empezaron a gritar por las calles: "¡Ha muerto el santo! ¡Ha muerto el santo!", y un gentío enorme acudió a venerar sus despojos y empezó una cadena admirable de milagros junto a sus reliquias.

Exactamente cien años después de su muerte, en 1883, fue declarado santo por el Sumo Pontífice. Varios volúmenes de documentos en Roma comprueban su gran santidad.


Oración

Este buen hombre sí que cumplió aquello que dijo Jesús: "Si el grano de trigo cae en la tierra y muere, produce mucho fruto". Quiera Dios que como él sepamos mortificarnos en esta vida para reinar por siempre en la eternidad.









Fuentes:
Iluminación Divina
Santoral Católico
Ángel Corbalán